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La hierba también sucumbe al magnífico Alcaraz

El español derrota a De Miñaur (doble 6-4, en 1h 39m) y eleva en Queen’s su primer trofeo sobre el verde, que le devuelve el número uno justo antes de Wimbledon

Alcaraz celebra su victoria frente a De Miñaur.
Alcaraz celebra su victoria frente a De Miñaur.PETER CZIBORRA (Reuters)
Alejandro Ciriza

Y eso que está aprendiendo. La impresionante y meteórica ascensión de Carlos Alcaraz (doble 6-4 al australiano Alex de Miñaur, en 1h 39m) ofrece este domingo veraniego otro episodio a destacar. Se trata de su primer trofeo sobre hierba, el quinto de la temporada —tras los de Buenos Aires, Indian Wells, Barcelona y Madrid— y undécimo de una carrera que sigue aderezándose de hitos y excepcionalidades. El césped, tradicionalmente esquivo para los españoles, tampoco resiste al persuasivo proceder del murciano, que acompaña ya en el historial de Queen’s a Andrés Gimeno (1960), Rafael Nadal (2008) y Feliciano López (2017 y 2019), y que destrona por tercera vez a un fuera de serie llamado Novak Djokovic. El veterano serbio mordisquea el verde a unos kilómetros y aguarda al gran pulso, a partir del 3 de julio, en el All England Tennis Club.

“Recordando el sabor y con ganas de más”, intimida Nole desde las instalaciones de Wimbledon. “Las opciones no cambian mucho, estará Novak”, afirma Alcaraz antes de recoger su último premio. “Obviamente, ahora me siento mejor que hace una semana. El número uno te aporta motivación y confianza extra, pero en realidad no cambia demasiado que llegue ahí como el uno o el dos”, relativiza el chico, un todoterreno que triunfa aquí y allá, da igual que sea sobre cemento, arcilla o el sofisticado registro verde, tan particular. Si se jugase sobre gravilla, hielo, brasas o estiércol, el resultado probablemente sería idéntico. Incontenible hoy por hoy, el jerárquico serbio es el único que ha logrado frenar hasta ahora el poderoso ejercer del español. Sucedió en París, pero el calendario ofrece reválida en Londres.

Antes, resopla Alcaraz porque enfrente tiene a un rival que reúne un buen puñado de condimentos para hacerle daño. Es tenista, pero bien podría haber sido atleta. Le aprieta De Miñaur, todo piernas, veloz y dinámico donde los haya. El australiano, un diablillo de Tasmania nacido en Sídney y formado en Alicante, cubre pista con la zancada del guepardo y acosa punto a punto, prácticamente sin excepción. Luce en el sprint, tiene muñeca, volea con muchísima intención; ahora bien, añora golpes definitivos, todos esos que le sobran al español, con el mazo siempre a punto. Conforme más sube el agua y más comprometida es la situación, más fuego despide la derecha del murciano. Ese drive pesado, el último terror de los cordajes.

Es un duelo de velocistas, generoso con el aficionado, plagado de trucos. Pende todo de un hilo. A la virguería del uno responde el otro con otro gesto técnico; si el primero cabalga, el segundo mete una marcha más; tú me la lías, yo te engaño mejor. Transcurre el pulso a todo trapo, a un ritmo frenético y una intensidad muy elevada que acaba haciendo mella en la musculatura de Alcaraz, dolorido del aductor. Resuelto el primer parcial, luz roja: mano a la parte posterior del muslo, preocupación en su banquillo y asistencia médica. Linimento, masaje, cinta compresora. Falsa alarma. A seguir. No hay indicios de que el percance sea mayor y a su regreso, la pierna responde y De Miñaur ofrece signos anímicos declinatorios.

El don de los grandes

Previamente, el australiano (24 años y 18º de la ATP) ya ha dejado señales de que le está empezando a pesar demasiado el careo, el estrés, el incesante martilleo al que somete Alcaraz. Con solo 11 partidos y tres torneos sobre la superficie, en apenas una semana de rodaje, el de El Palmar se desenvuelve ya como un especialista. Sustituye el paso largo por el pasito corto, imprime efectos al muñequear y se contiene; carga, pero solo lo necesario. El libreto dice que el exceso de fuerza no es recomendable. En pocos días se ha aprendido de memoria la partitura y culmina la adaptación con una fenomenal sentencia ante De Miñaur, inclinado tras aflojar un par de veces. Definitivamente, no resiste.

Primero, acusa sobremanera las dos opciones de break que aborta su rival en el octavo juego, un ace y una derecha abierta que no alcanza. Pasan esos dos trenes y a continuación, fortalecido, Alcaraz contraataca. Dos tiros ganadores había firmado el número uno hasta ahí; seis más para sellar el set inicial. Tiene el español ese don de los grandes jugadores de saber cuándo, dónde y cómo golpear, certero en la embestida, oportuno siempre en la aceleración. Adjudicada la primera manga, sigue dibujando escorzos perfectos —se relamen los fotógrafos— y se mantiene firme en la segunda, mientras que el adversario da un segundo paso en falso —dos dobles faltas, rotura al quinto juego— que deciden la final. Todo está dicho.

Soberbio, Alcaraz redondea un proceso de adaptación que dibuja un nuevo escenario de cara a Wimbledon. Si el español aterrizó en Londres con las dudas inherentes a la inexperiencia, se las ha sacudido en apenas siete días, cinco partidos. De menos a más, al joven de El Palmar le ha bastado un trazado mínimo para convertirse en candidato real a la conquista del tercer major de la temporada. Sufrió en el estreno ante Rinderknech, pero una vez adecuados los biorritmos y pulido el estilo, asoma ahora como todo un aspirante. Excelente en dura y tierra batida, se destapa ahora como un fenomenal competidor en hierba. No busquen excesivas respuestas, solo hay una explicación: Alcaraz, simplemente Alcaraz.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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