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Esto es París, aquí está Nadal

El campeón de 21 grandes recupera ritmo y sensaciones ante Thompson (triple 6-2, en 2h 02m) y se convierte en el tenista con más triunfos (106) en un mismo grande

Nadal golpea la pelota durante el partido contra Thompson en la Philippe Chatrier.
Nadal golpea la pelota durante el partido contra Thompson en la Philippe Chatrier.GONZALO FUENTES (REUTERS)
Alejandro Ciriza

Es día de estreno, así que París se pone guapa a la hora de la sobremesa. En la pista central de Roland Garros, abundan los sombreros blancos, los de paja, las americanas, el lápiz de labios; lo que se tercie para recibir a Rafael Nadal, que a fin de cuentas, más allá de que el torneo se interprete como una equilibrada carrera a tres bandas entre él, Djokovic y Alcaraz, sigue siendo el indiscutible amo y señor de la Chatrier, llena hasta la bandera para la ocasión. La grada francesa tiene ganas de comprobar cómo responde ese pie izquierdo, ese corpachón que ha estado en punto muerto mucho más tiempo del deseado este año, y lo que observa le gusta y mucho: no hay señal alguna de dolor, Jordan Thompson permite experimentar y el español (triple 6-2, en 2h 02m) saca a pasear el drive.

Llega además esta primera victoria acompañada de un récord. Suma 106 triunfos en Roland Garros y se convierte, de esta forma, en el tenista que más partidos ha ganado en un mismo Grand Slam, al superar la cifra del suizo Roger Federer (105) en su jardín histórico de Wimbledon.

De alguna forma, a Nadal ―citado el miércoles con el local Corentin Moutet, de 23 años y 139º del mundo― se le olvidan todos sus males cuando pone el primer pie en la central, su central. Conoce el balear hasta el último entresijo de la pista parisina, expansiva donde las haya, un campo abierto y profundo en el que muchos jugadores suelen perder las referencias y acaban perdiéndose a sí mismos. Es el caso de Thompson, que aparece con un bigote ochentero, un calzón surfero y la gorrilla hacia atrás, como si fuera a una barbacoa. Pero el australiano, de 28 años y 82º del mundo, capicúa, quiere aportar. Ya que le ha tocado bailar con el mallorquín en la primera ronda y, por lo tanto, probablemente tenga que coger por la noche un avión rumbo a Sídney, opta por ir al cuerpo a cuerpo y divertir al personal. Palmas para él.

El resultado es un entretenido duelo en el que él arriesga y Nadal juguetea, poniendo a prueba el balear todos los mecanismos que necesita activar para desembarcar en la segunda semana con fuerza y con opciones reales de lograr su 14º título en París. De momento, la puesta de largo es positiva. Thompson acepta de buen grado el juego y él, lima arriba, verde abajo, ensaya y chequea. La movilidad supera el corte y las maniobras ganan pulcritud conforme va arañando juegos, reactivo, implacable en el primer parcial y algo más enredado en el segundo, pero sin contratiempos en ninguna fase; poco o nada que objetar. Buen tono en general, autoridad y un indicio esperanzador: la derecha (o zurda si se prefiere prescindir del argot tenístico) está despierta. Y el apetito intacto.

“Es un regalo estar aquí”

Thompson, voluntarioso y con buenos tiros, con un escuetísimo trazado en arena (33 partidos en toda su carrera), ofrece mucho ritmo y aunque la recompensa sea escasa, replica en casi todos los puntos. También se cabrea, y en una de esas lo paga con la bola, que tras el raquetazo viaja y viaja y viaja hacia lo alto hasta sortear una tribuna lateral y aterrizar en la plaza de los Mosqueteros. Comprensiva, la grada la aplaude. Sabe reconocer la Chatrier los esfuerzos. Todavía resuenan más las palmadas que suceden a una serie de carreras impresionante de Nadal durante un peloteo en el que manda el australiano y él devuelve a remolque, como si fuera un último servicio; no llega a la dejada final, pero el público aprecia el derroche innegociable de un tenista de casi 36 años (los cumple el 3 de junio) que persigue la pelota como aquel que deslumbró a París con 19.

We love you Rafa! Allez Rafa!” (¡te queremos Rafa, vamos!), le dedican durante la última manga un par de asistentes, conscientes de que a estas alturas, Nadal seguramente necesita más cariño que nunca. No son tiempos sencillos. El dolor envuelve de manera crónica su pie izquierdo y, lo que es más complicado, ha empezado a filtrarse en el ánimo de una mentalidad hasta ahora impermeable. En cualquier caso, sigue en la brecha y conserva todo el ardor.

“A estas alturas de mi carrera, es un regalo estar aquí”, dice antes de abandonar la pista. “Es positivo haber ganado en tres sets, pero hay un margen importante de mejora y vamos a ir paso a paso”, añade. Después de la inverosímil conquista australiana de principios de curso y de la eliminación del año pasado en las semifinales, contra Djokovic, acepta y afronta el enésimo desafío en París con un plus de ambición. El 22º grande, el que sería su 14º trofeo en el Bois de Boulogne, bien lo merecen.

LA CAPITANÍA DE BRUGUERA, EN EL AIRE

A. C. | París

En su comparecencia ante los periodistas, Nadal se mostró satisfecho de su rendimiento. “Es una primera ronda y es positivo haber ganado en tres sets, pero hay un margen importante de mejora y vamos a ir paso a paso. Se ha empezado más o menos bien, con una victoria más o menos contundente. Este año, más que nunca, debo ir día a día”, indicó el de Manacor, que la semana pasada proyectó un discurso tan realista como crudo cuando cedió ante Denis Shapovalov en los octavos de Roma, después de sufrir serios problemas en el pie izquierdo.

“Fue un momento complicado para mí, sin duda, y no cambia nada de lo que dije; simplemente hablé de mi situación actual. A estas alturas de mi carrera no tengo que esconder nada ni venir aquí a jugar al gato y al ratón. No fue un calentón del momento, y lo mantengo. Tengo aquí a mi médico conmigo y hay posibilidades de hacer cosas que me ayuden a competir”, expresó.

“Por supuesto, la confianza es mayor cuando se gana Montecarlo, Barcelona, Madrid o Roma. Los rivales también lo sienten y, al final, estás más acostumbrado al nivel que tienes que jugar para ganar partidos”, continuó; “cuando no es así, las cosas son diferentes. Me lesioné [en Roma] y eso es todo. Lo que pasó es pasado, y aquí estamos. Estamos en Roland Garros y estoy aquí para dar lo mejor de mí. ¿Cómo serían las cosas si no me hubiera lesionado? No lo sé. Nunca lo sabremos. Debo aceptar el momento y poner todo mi esfuerzo. Vamos a ver hasta dónde puedo seguir avanzando”.

Por último, Nadal se refirió a una información avanzada por el diario Marca en la que se asegura que la capitanía de Sergi Bruguera en la Copa Davis está en el aire, ya que el técnico ha empezado a trabajar recientemente con el alemán Alexander Zverev. Según el citado medio, los jugadores españoles, entre los que estaban el propio Nadal y también Carlos Alcaraz, se reunieron el sábado para comentar y debatir la nueva situación del seleccionador y sopesar un relevo en el banquillo ante la duplicidad de cargos.

“Son cosas que se hablan entre jugadores. Se vivieron situaciones complicadas unos días atrás y había que entender por dónde iban los tiros y mirarnos todos a la cara. Veremos lo que sucede de aquí en adelante”, afirmó; “a la hora de tomar decisiones sobre poner o quitar a alguien, entiendo que debe ser algo consensuado entre todos; al menos así ha sido desde que yo estoy aquí. Al final, Sergi Bruguera es un profesional que ha sido y es parte de la historia de nuestro deporte, y que merece un respeto a la hora de que se tomen decisiones”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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