Vallecas goza con el Rayo y sufre con el dueño
La afición del equipo madrileño se debate entra la felicidad por el éxito deportivo y su interminable litigio con el propietario
Víctor se ha pasado media vida animando al Rayo Vallecano. Este miércoles, tras asistir al triunfo sobre el Barcelona, entonó a coro La Vida Pirata desde el fondo que ocupa la multitudinaria peña Bukaneros, mientras los futbolistas asistían atónitos en medio de la cancha desierta, después del partido. Con la voz ronca de tanto cantar, al día siguiente del 1-0 resumió su impresión contradictoria: “Es el mejor momento deportivo de la historia del club y es el peor momento institucional de la historia del club”.
Quinto clasificado de la Ligatras 11 jornadas disputadas, el club de la barriada del sur-este de Madrid se instala en la dicotomía. Sus cerca de 9.000 socios, optimistas y proclives a darse por satisfechos con poco, suman años de enfrentamiento con Raúl Martín Presa, el presidente, dueño del 97% de las acciones, al que señalan como responsable de una fractura interna sin precedentes en el fútbol español, agravada si cabe por la conflictiva obra que embarga al estadio de Vallecas, el más envejecido de la Liga, privado hasta marzo de 4.000 de los escasos 14.200 asientos que completan el aforo.
El disenso en las tribunas convive con los placeres que inspira el equipo. El Rayo es la revelación de la Liga tras lograr el segundo ascenso en tres años orientado por la fiscalización financiera de Presa y el diseño de plantilla a cargo de David Cobeño.
Preguntado por la clave del buen juego, el director deportivo indica que ha procurado trazar líneas de continuidad a lo largo de los años. Mismos jugadores, mismas ideas y entrenadores similares, acaban produciendo buenos resultados.
“Mantenemos un gran bloque”
“Intentamos mantener un gran bloque de jugadores que permanezcan temporada tras temporada”, señala Cobeño, que fue portero del Rayo y que con solo 39 años cumple su quinta campaña al frente del órgano que traza la estrategia deportiva. “Porque si haces una plantilla nueva todos los años necesitas un periodo de adaptación que la competición te hace pagar en los primeros partidos de Liga”.
Reunidos tras lograr el ascenso, Cobeño, Iraola y Presa acordaron firmar siete refuerzos. Randy Nteka y Pathé Ciss (dos millones al Fuenlabrada), Radamel Falcao (libre), Iván Balliu (libre), Martín Merquelanz y Kevin Rodríguez (préstamo de la Real) y Unai López (préstamo del Athletic). “Pero”, advierte Cobeño, “salvo por Falcao y Balliu, nueve jugadores de la alineación que le ganó al Barcelona formaron parte del equipo que jugó en Segunda la temporada pasada”.
La idea de continuidad se proyecta al entrenador. Metodológicamente, Andoni Iraola se parece poco a Miguel Ángel Sánchez Muñoz, Míchel, y mucho menos a Paco Jémez. Pero el efecto de sus trabajos es equiparable porque los alienta un espíritu similar. “Buscamos entrenadores que se ajusten más o menos a la filosofía del club”, dice Cobeño. “Cada entrenador tiene su metodología, pero Andoni se asemeja a la idea futbolística que hemos tenido con Paco y con Míchel, de ser un equipo valiente que hace una presión alta, que juega desde atrás. Sabiendo que si mantienes un bloque de jugadores con determinado perfil se adaptarán a un sistema de juego determinado con más facilidad”.
Pocos hinchas del Rayo esperaban que el equipo ascendiera tras clasificarse para el playoff en sexta posición —última plaza disponible— por detrás de Almería, Girona y Leganés. Pero fue en el trance de la máxima presión cuando los jugadores se compenetraron, el discurso de Iraola se fortaleció, y la chispa encendió la mecha. Cobeño advierte que aquello fue una señal premonitoria. “Teníamos muy claro”, insiste, “que mantener a esos futbolistas implicaría conservar mecanismos automatizados, porque el equipo subió sin ser favorito y con un extra de motivación que todavía arrastramos desde ese día. Sabíamos que en Primera los jugadores compensarían la falta de experiencia con entusiasmo”.
Óscar Trejo, Álvaro García e Isi Palazón, la línea de trescuartistas, son el alma insurgente del equipo. En Segunda como en Primera. “Trejo tiene más experiencia”, señala Cobeño, sobre el mediapunta argentino, “porque era una referencia en la Ligue 1 con el Toulouse. Sabe competir contra rivales muy importantes y nos da ese plus de experiencia. Siempre está cuando tiene que estar. Cuando la gente está un poco agobiada a él no le pesa la responsabilidad. Álvaro e Isi son descarados a su manera. A Álvaro le gusta desequilibrar por velocidad y a Isi le gusta meterse para adentro, encarar y pelear. Han crecido cada día que juegan en Primera y han demostrado que en Segunda hay calidad”.
Si los clubes de fútbol fuesen solo equipos de fútbol, el Rayo sería un monolito. Pero es en su condición comunitaria en donde el Rayo aflora su gran paradoja. Oscar Herrero, dirigente de la federación de peñas y secretario de la plataforma de accionistas minoritarios, no sale de su incredulidad cuando piensa en la actitud indolente que cree que ha exhibido Presa hacia los hinchas. “Yo se lo he dicho”, recuerda, “‘usted es uno de los presidentes que más fácil lo ha tenido; ha vivido en la cresta de la ola de los resultados deportivos, con grandes jugadores y éxitos para ganarse al público. No habría tenido que hacernos más que un guiño y los socios habríamos respondido’. Pero él nunca lo ha intentado”.
“Solo pedimos un estadio higiénico”
Presa insiste en su inocencia. Asegura que respeta a los aficionados como el que más. Pero los socios se sienten provocados por un dirigente al que acusan de una lista interminable de agravios. Convocar las juntas de accionistas los días 31 de diciembre, no facilitar el acceso al campo a los minusválidos, no surtir la tienda oficial ni de camisetas, son algunas de las miserias que le imputan, coronadas este verano por la decrepitud del estadio, cuyos baños, accesos y taquillas permanecían inalterados desde hacía casi medio siglo. “Solo pedimos un estadio seguro e higiénico”, dice Herrero. “Con luces y barandillas en las escaleras, para que los ancianos no se tropiecen”.
El estadio de Vallecas, construido en 1976 para culminar un proyecto forzado en el espacio insuficiente de cruces de calles y bloques adyacentes, no solo es una reliquia del desarrollismo tardofranquista. Lo merman unas reformas que debieron acometerse antes del verano y que se prolongarán hasta marzo de 2022, según ha informado a los accionistas la Comunidad de Madrid, que es la propietaria del recinto.
La Comunidad, que cede al Rayo el usufructo de la infraestructura, se ha comprometido a invertir cinco millones de euros en los próximos cuatro años para mantener las instalaciones. La primera reforma, correspondiente a la tribuna de Albufera, se habría culminado antes del inicio de la temporada de no ser por una serie de continuos e inexplicables contenciosos que la prolongarán hasta marzo. Los socios volvieron a señalar a Presa, preguntándose en qué invierte los más de 50 millones que le da la Liga. Presa señaló a la Comunidad. La Comunidad acusó a Presa.
No hay en toda España una afición con más conciencia de clase —obrera— que la del Rayo y en ningún palco habría resultado más extemporánea la presencia de Santiago Abascal y Rocío Monasterio, los líderes del partido de la ultraderecha, invitados por el presidente rayista a finales de abril. Habían transcurrido solo tres semanas desde que Vallecas fuera escenario de una tumultuosa manifestación contra la ultraderecha. La perplejidad de los seguidores del Rayo no deja de aumentar.
Ni los numerosos indicios de que su presidente pueda tener algo que ver en la fenomenal racha deportiva del equipo ha disuadido a la pequeña comunidad de abonados de aplacar su malestar para concentrarse en La Vida Pirata.
Lo expresan en masa, en el curso de cada uno de los partidos a los que asisten en el castigado cuadrilátero de Vallecas. Gane o pierda el equipo, el estribillo se repite desde hace años, solo que ahora, cuando el juego es deslumbrante y los resultados favorables, el contraste se redobla: “¡Presa vete ya! ¡Presa vete ya! ¡Presa vete ya!”.
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