Raspadori, última estación de la línea Vialli
Inspirado por las ideas españolizantes de su gran amigo y confidente, el seleccionador italiano Roberto Mancini evalúa jugar con el delantero del Sassuolo como ‘falso nueve’
A Italia solo le faltaba un falso nueve para culminar la asimilación del modelo español. Entonces apareció Giacomo Raspadori. En el momento justo. Coincidiendo con las bajas de Immobile y Belotti, los puntas del último Europeo, en la convocatoria de la fase final de la Liga de Naciones se ha deslizado este atacante chaparro y habilidoso, tan capaz de filtrarse en el área para definir a dos toques como de bajar al mediocampo a apoyar rápido a los volantes que buscan salir de la presión.
“Dicen que soy falso nueve”, observa el imberbe Raspadori, que a sus 21 años inicia su tercera temporada en el Sassuolo, donde suele ubicarse por detrás de Caputo. “Yo me siento nueve”, confiesa. ”Por físico, estilo y técnica, quizás me parezca a Agüero. Pero he estudiado muchos vídeos de Tévez, Di Natale y también de Paolo Rossi”.
Queda mucho para saber si Raspadori constituye una respuesta en firme a las necesidades del juego de Italia. Pero la experiencia de la Eurocopa confirmó que ni el inefable Immobile ni el específico Belotti permitirán al equipo añadir el eslabón que además de rematar sirva para dar continuidad y velocidad a las posesiones, objetivo final del modelo que perfecciona Roberto Mancini. El seleccionador lo verificó en la semifinal contra España, cuando por primera vez en el torneo Italia perdió el control del partido, no por carecer de buenos volantes sino porque ni Jorginho ni Verratti encontraron complicidad en el nueve a la hora de desahogar las salidas.
La presencia de Raspadori como falso nueve en el último partido oficial, contra Lituania en los clasificatorios mundialistas, reveló que Mancini sigue en la búsqueda y que su amigo y confidente, Gianluca Vialli, jefe de la delegación, continúa espoleando una verdadera revolución ideológica. Porque según cuentan en el entorno de la federación italiana, desde que se hizo cargo del equipo en 2018, Mancini sigue la senda que le traza Vialli, verdadero inspirador de la españolización.
Lo recuerdan sus antiguos jugadores. En el Inter, igual que en el Manchester City, el paso de Mancini por la caseta dejó el inconfundible aroma de la vieja escuela italiana, de largas sesiones de entrenamiento ultratácticos de 11 contra cero, y profundas influencias catenacciaras. Hasta que su amigo Vialli le convenció de emprender la senda del juego elaborado, el seleccionador que acumula los mejores promedios de goles e imbatibilidad —37 partidos invicto— en la historia azzurra, fue tan deudor de la innovación de Sacchi como del apostolado del viejo Trapattoni.
“Algunos problemas”
Compañeros de ataque de una Sampdoria legendaria, Vialli y Mancini son mucho más que una pareja memorable en el folclore del calcio. Juntos completan una marcha contracultural que hasta la Eurocopa encontró fuertes resistencias en una parte de la industria que se negaba al cambio aferrada a principios como la lucha, el sufrimiento y la cattiveria. Cuando Mancini declaró antes de la final de Londres que había que “disfrutar”, el terremoto semántico fue completo. Pero hasta que derrotó a España, Mancini no siempre estuvo seguro del plan. La roca que le respaldó sin moverse un centímetro fue Vialli, enfermo de cáncer desde 2017, siempre en un segundo plano pero siempre presente en la expedición.
“Tenemos algunos problemas”, dijo Mancini este martes, “nos faltan los delanteros centro del Europeo por problemas físicos, pero tenemos a Kean, a Raspadori...”.
La plantilla es básicamente la misma que levantó la Copa de Europa de Naciones hace tres meses. Están Bonucci y Chiellini al frente de la zaga, Jorginho y Verratti al timón, y Emerson y Chiesa como ventiladores de banda. Solo han desaparecido de la campaña los dos puntas que componían el mayor obstáculo en la consolidación del juego dominante que pretende Vialli. Solo falta darle vuelo al falso nueve.
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