El político pacifista y el ciclista soldado
En el Tour de 1914 se conocieron Jean Jaures y François Faber. Ambos murieron a causa de la guerra
Cualquier visitante asiduo de Francia se habrá percatado de que no hay ciudad o pueblo del hexágono galo que no tenga una calle dedicada a Jean Jaures. Era un político socialista, fundó el periódico L’Humanité, y se consideraba un marxista heterodoxo que rechazaba la dictadura del proletariado. Como pacifista, después del asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, en 1914, desarrolló una intensa labor por toda Francia en contra de la guerra que se atisbaba en el horizonte. En verano multiplicó los mítines contra una contienda sin sentido.
El 28 de junio de ese año, el Tour sale de París en un ambiente incierto, con un pelotón de 145 ciclistas. El 30 de junio llega a Cherburgo. Gana la etapa el belga Jean Rossius. El antiguo campeón luxemburgués, François Faber, que no está en su mejor momento de forma, pierde 20 minutos y, agotado, entra en su hotel para darse una ducha que le reconforta. No hay habitaciones con baño individual, así que cuando el ciclista sale desnudo, camino de su estancia, se tropieza en la esquina de un pasillo con Jean Jaures, que se aloja en el mismo establecimiento. Azorados ambos, se saludan apenas. Jaures sabe que aquel personaje es un ciclista del Tour; Faber no conoce al político, aunque comparte sus ideas. Está orgulloso de su clase social, de haber trabajado como estibador en el puerto de Courveboie. «Los ciclistas somos deportistas y obreros. No nos contentamos con practicar el ciclismo por amor al deporte, sino que éste es nuestro oficio», decía.
Cuando baja a cenar, Faber le pregunta al camarero del comedor por el “señor endomingado” que se aloja en su piso. “¿Pero no sabe quién es?”, le contesta extrañado. “¡Es el gran Jean Jaures!”. Faber se recupera y gana dos etapas del Tour. Acaba noveno, a más de seis horas del vencedor, Philippe Thys. Sólo una semana después de que terminara la carrera, el 31 de julio, Jean Jaures es asesinado en el Café du Croissant de París, en Montmartre, por un fanático nacionalista de derechas; tres días más tarde, Alemania declara la guerra a Francia y François Faber se alista en la legión extranjera francesa, alentado, entre otros, por Henri Desgrange, el patrón del Tour: “Mis queridos jóvenes, escúchenme. Nunca he dado un mal consejo, y no es posible que un francés pueda sucumbir delante de un alemán. Tenemos un gran partido que jugar. Cuando nuestro culo esté sobre su pecho nos pedirán perdón. Hemos ganado la primera ronda en Iena. La segunda se disputa en Sedán. Será hermosa...».
Faber no se arredra: “Es lo menos que puedo hacer por un país que me lo ha dado todo”. Menos de un año más tarde, el 9 de mayo de 1915, recibe un telegrama en el que le anuncian el nacimiento de su hija Raymonde. Escribe una carta premonitoria a su esposa: “Nadie es inmortal”, comienza. Tres días más tarde desaparece en una ofensiva de su batallón. Cuando acaba la guerra, después del sinsentido de cuatro años de contienda que causa millones de muertos, cientos de pueblos y ciudades francesas le dedican una calle o una plaza al hombre que se opuso con todas sus fuerzas a la escalada bélica. François Faber también iba a ser recordado. El Tour de 1919 se detiene en el Café l’Usine, en Colombes, donde acudía a diario. Allí tiene una calle. También en Luxemburgo.
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