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Del rescate en el mar al podio

Alassane Laye Diop, un senegalés de 20 años, gana el Campeonato de España de lucha libre mientras espera los papeles para poder seguir viviendo en Barcelona

Robert Álvarez
Alassane Laye Diop posa antes de un entrenamiento con el Club de Lucha Olímpica de La Mina, la semana pasada en Barcelona.
Alassane Laye Diop posa antes de un entrenamiento con el Club de Lucha Olímpica de La Mina, la semana pasada en Barcelona.JUAN BARBOSA

Alassane Laye Diop empieza por fin a creer en el futuro, en una vida digna, la que no tenía en Dakar, donde nació hace 20 años. La supervivencia se le hizo imposible allí. Su trabajo como pescador era precario y cada vez más escaso. La paga no le alcanzaba para esquivar la miseria ni para ayudar a su madre, Khadi Mbengue, y a sus dos hermanos. Hace tres años, decidió darse una oportunidad en busca de una nueva vida. Con el dinero que había ganado durante seis meses, compró un billete de avión hasta Tánger. Desde la ciudad marroquí, cuando todavía era menor y junto a cinco compañeros, se hizo a la mar en una pequeña balsa neumática. Después de nueve horas de travesía fueron rescatados por un barco de Salvamento Marítimo. De ahí hasta que el pasado mayo en Murcia, y después de haber destacado en categoría júnior, Alassane se proclamó campeón de España absoluto de lucha libre olímpica y empezó a ver más cerca el sueño de triunfar como deportista de alto nivel.

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Tras aquel rescate marítimo en 2018, Alassane y sus compañeros fueron atendidos por la Cruz Roja y conducidos a una comisaría gaditana para proceder a su identificación. “No tengo dinero, no tengo nada”, repetía Alassane. Tampoco miedo. “La vida era tan mala en Dakar que lo único que pensaba era en venir a Europa”, sentencia. Les preguntaron a qué ciudad querían ir. “A Barcelona”, respondió. “Me gustaba el equipo de fútbol. Nos pagaron el billete de autobús. Nos dejaron en la Estación del Norte, vino gente de la Cruz Roja y nos llevaron otra vez a comisaría”. Y de allí, a un centro de menores en Montcada i Reixac y después a otro en Viladecans. “Hice de todo, cursos de formación de construcción, de jardinería, cuidador de animales…”.

Durante un tiempo no pudo practicar la lucha, un deporte muy popular en Senegal, donde llena grandes estadios. Hasta que Kildaré Pérez, educador en el centro de Montcada y luchador, lo llevó al Club de La Mina. Ese barrio barcelonés construido en los años setenta sufrió una enorme degradación y durante un tiempo fue un foco de droga y delincuencia. Allí se rodó en 1977 la película Perros Callejeros, inicio del género conocido como cine quinqui, protagonizada por El Torete, delincuente y actor. El barrio, tras un plan de transformación, es ahora muy diferente. Ha sido fundamental el trabajo de integración llevado a cabo por entidades sociales, culturales y deportivas. Allí se encuentra también el club de gimnasia que dirige Gervasio Deferr, medalla de oro en los Juegos de 2000 y 2004.

Juan Carlos Ramos, presidente de la Federación Catalana de Lucha y expresidente del club donde Alassane se entrena a las órdenes del osetio Tamerlan Gobaev, se sincera: “A mí el deporte me sacó de las calles. Yo viví lo peor del barrio. Perdí amigos y conocidos. Pero fui campeón de España cadete de lucha y eso me salvó”. Y añade: “Para nosotros, el caso de Alassane supone un éxito deportivo y social. El club es un icono de la ciudad y lleva tiempo demostrando que el deporte es una de las mejores herramientas para la integración y la educación de los jóvenes. Contamos con 60 licencias y parecemos la legión extranjera. Nos hemos ganado un prestigio. Vienen deportistas de todo el mundo. Somos un referente”. Ramos entrenó también a Taymuraz Friev, un ídolo en La Mina, osetio nacionalizado español que compitió en los Juegos de Río.

Alassane, que ahora depende del apoyo de la Cooperativa de Iniciativa Social GEDI, vive entre la alegría por sus éxitos deportivos — “mi madre está contenta y orgullosa de mí”— y la zozobra por su situación legal. “No tengo permiso de trabajo y si no consigo un contrato laboral podría perder el permiso de residencia”, explica. “Vale mucho. Es joven y fuerte y es una buena persona. Es una vergüenza que no pueda obtener una contratación. Si no ayudamos a estos jóvenes, acaban fatal”, concluye Ramos. El sueño de Alassane es encontrar trabajo, seguir viviendo en Barcelona y triunfar sobre el tapiz. Es su lucha.


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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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