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El cuento de Merquelanz

El extremo irundarra, cedido por la Real, y uno de los héroes del Mirandés, relanza su carrera con la Copa tras superar una rotura del ligamento cruzado en cada rodilla

Jon Rivas
Martín Merquelanz.
Martín Merquelanz.GETTY IMAGES

Recuerden el cuento de la Cenicienta. Un golpe de varita mágica y la calabaza se convierte en carroza. A medianoche se deshace el hechizo y todo vuelve a la normalidad. Como en los miércoles coperos del Mirandés.

Cuando a última hora de la noche acaba el partido, el equipo rojillo regresa a la cotidianeidad. Miranda de Ebro deja de ser la capital del fútbol y vuelve a convertirse en una pequeña e industriosa ciudad de provincias; los futbolistas que han retado y ganado a equipos de postín se van a la cama para entrenarse al día siguiente en el campo 2, detrás de la tribuna de mecanotubo, desde donde se ven de cerca las humeantes chimeneas de las fábricas fronterizas con Álava.

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A Martín Merquelanz (Irún, 24 años) ya le ha tocado interpretar antes el cuento de Perrault. Desde muy pequeño, como cuando jugaba el torneo López Ufarte en su localidad natal, en el modestísimo infantil del Dumboa-Eguzki. Primero asustó al Athletic, que llegó con lo mejor de la factoría de Lezama. Acabaron perdiendo 3-2, pero plantaron cara. Después fue el Real Madrid el que se enfrentó al equipo irunés. Acabó ganando, también 3-2 como el Athletic, pero en aquel partido brilló la estrella de Merquelanz, que marcó los dos goles y se llevó el trofeo al mejor jugador. Entonces, con la ingenuidad de un niño, confesó sus preferencias deportivas: “Estoy muy contento por los goles que le metí al Real Madrid. Yo soy del Barcelona y tenía muchas ganas de marcar en ese partido. Fue una pena perder, porque fuimos todo el rato por delante”, decía en un diario local.

Luego se enroló en el Antiguoko, de donde también salió Andoni Iraola, su entrenador en el Mirandés, que le ha convertido en uno de los pilares del equipo rojillo. Desde entonces tenía un sueño: jugar en Anoeta con la camiseta de la Real Sociedad. Ya lo hizo con el equipo del barrio del Antiguo, jugando la Donosti Cup como cadete. Llegó a marcar en una final del torneo de promesas de la capital donostiarra.

Pero todavía no ha podido vestir la elástica txuriurdin en el coliseo donostiarra. Tenía una oportunidad, pero se escapó por una desgracia. Fue el 31 de agosto de 2018, en la tercera jornada de Liga. Merquelanz entró en la convocatoria de Asier Garitano para el partido de Liga en Ipurua frente al Eibar. En el minuto 87, saltó al campo para sustituir a Asier Illarramendi. Era su momento con la Real, en teoría, su gran día. El resultado era entonces de empate a uno después de que el Eibar igualara el tanto inicial de Willian José, que se marchó lesionado al lanzar un penalti. Un minuto después de saltar al campo, Merquelanz recibió su primer balón, junto a la banda. Hizo un gesto raro y cayó al suelo, se quedó quieto. Se acercó rápido Aritz Elustondo, que escuchó que Martín decía: “¡No me lo puedo creer!”. Ya conocía, desde el primer momento, esa sensación: se había roto el ligamento cruzado de la rodilla derecha. “En el primer balón que tocaba me rompí el cruzado otra vez. Fue un día para olvidar y ahora me acuerdo que estoy disfrutando del fútbol. Ha habido mucho trabajo detrás para recuperarme de estas lesiones”, decía tras eliminar con su equipo al Villarreal este miércoles, el tercer equipo de Primera caído en su feudo tras el Celta y el Sevilla.

Y es que ese día de Ipurua, Merquelanz jugaba su primer minuto en partido de competición desde que menos de un año antes, el 10 de diciembre de 2017, se rompiera el ligamento cruzado de la rodilla izquierda en El Sardinero, con la camiseta del filial donostiarra frente al Racing, en Segunda B. En total, año y medio sin competir, con el paréntesis de su minuto de Ipurua.

Pero su talento estaba ahí. Durante la pretemporada se entrenó con la Real Sociedad, una vez recuperado de su segunda lesión. En julio disputó sus primeros minutos en un amistoso contra el Lagun Onak. La Real, con sobrecarga de delanteros, pensó que lo mejor para el futbolista era una cesión a un equipo de Segunda División en el que pudiera tener protagonismo. Andoni Iraola lo quería en el Mirandés, donde también había recalado Jon Guridi, procedente de Zubieta.

Enseguida adquirió un rol importante en el equipo burgalés, se hizo con la categoría y con el puesto en el extremo zurdo. Ha sido 22 veces titular esta temporada, entre Liga y Copa, y ha marcado 11 goles, el último de penalti en la hazaña del Mirandés ante el Villarreal. Y además, en la última noche mágica de Anduva, fue el autor de los pases en los otros tres goles de su equipo.

En San Sebastián esperan su regreso. Está demostrando que está preparado. Él todavía sueña con su estreno en Anoeta. “En principio, me queda un año más de contrato y mi objetivo al acabar la cesión en Miranda es volver y a ver si puedo ganarme un puesto allí”.

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