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LaLiga Santander jornada 21
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El Celta choca contra el Eibar y su propia ansiedad

El equipo gallego sigue en puestos de descenso, incapaz de marcarle gol a un rival directo por la permanencia en un partido que dominó

Jeison Murillo, zaguero del Celta, pugna con Fabián Orellana, del Eibar.
Jeison Murillo, zaguero del Celta, pugna con Fabián Orellana, del Eibar.Salvador Sas (EFE)

En un partido fronterizo nadie cambió de territorio: el Celta sigue en puestos de descenso y el Eibar no se aleja de ellos, ambos mantienen entre sí una distancia de seis puntos en favor de los vascos. Pero le duele al Celta, que necesita que algo suceda, que muden tantas cuestiones por las que se afana y no logra variar. En un partido dominado por el cuadro vigués, en el que puso el gasto para proponer y generar más soluciones en ataque, no se movió el marcador. Generó así una sensación agria que se acrecentó con el paso de los minutos. Para los vascos el triunfo era el premio gordo, pero el Celta un alivio, así que cabe deducir que la igualada satisfizo más al equipo armero, que apenas ha perdido en uno de sus últimos cinco partidos de Liga, el único en el que concedió gol.

A estas alturas el Celta ya sabe que peleará por mantener la categoría, que su pírrica suma de puntos le condena al sufrimiento en una campaña que había amanecido con aspiraciones europeas. En esa lucha anda de búsquedas, abrigado en un esquema (el 4-3-3) que el entrenador con el que abrió la temporada no consideraba idóneo por las características del plantel. Escribá se tuvo que ir y los hermanos García Junyent tienen otra pauta. Pero sigue sin brotar la sinfonía. Y eso que, aunque sea a empellones, el equipo logra sobreponerse a sus urgencias y llama al fútbol. Al Eibar lo sometió, lo borró en algunos sectores del campo porque los chicos de Mendilibar apenas hicieron cosquillas a la zaga celeste cuando esta, incapaz de cerrar un partido sin sustos, se dejó hacer. Fue más el Celta, que comenzó abrochado a Santi Mina, incisivo cuando se fue a la izquierda para causarle problemas a Álvaro Tejero.

Creció el cuadro local cuando tras un inicio frío se atemperó en la presión y empezó a recuperar la pelota en campo contrario. Justo ese era el plan del Eibar, pero pocas veces lo cumplió. Partió de atrás con limpieza el Celta, encontró espacios. Debió marcar. Por ejemplo en una doble ocasión en la que primero Dmitrovic y luego Bigas frustraron los intentos de Fran Beltrán y Santi Mina. Caminaba el partido hacia la media parte, un tiempo en el que cabía esperar que el Eibar se rearmase para al menos ofrecer otra versión en ataque. Pero no pasó de tibio en un partido que se puso al rojo vivo porque al Celta le empezaron a comer las prisas. Apareció entonces Aspas para trazar dos zurdazos desde el perfil diestro que obligaron a dos magníficas respuestas del portero Dmitrovic.

Pero con el apuro llegaron los nervios. Los de Pione Sisto, al que no le gustó que el entrenador lo sustituyese cuando quedaba media hora por jugar. En realidad tampoco le agradó la decisión a unos cuantos aficionados, que silbaron el cambio. Todo acabó con un reproche de Óscar García Junyent al futbolista. Quizás no sea el momento de mirar por cuestiones individuales cuando el colectivo no logra engranarse.

Entre conflictos, ahogos y contratiempos, el Celta quiso y no pudo. Lo intentó hasta el final, con Aspas hiperactivo y siempre capaz de generar ventajas, con un balón al poste tras una falta botada por Olaza en la que la pelota transitó entre un mar de futbolistas para sacar veneno, con un remate final de Rafinha que se fue alto por un par de palmos. Se estrelló el Celta contra el muro del Éibar. No es el único contra el que choca. Hay otro propio, el de la ansiedad por la ausencia de buenos resultados, que no logra franquear y que cada vez parece más grueso y elevado.

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