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Buen Nadal, mejor Thiem

El austriaco, inquebrantable, penaliza la inconcreción del español en un duelo muy elevado: 7-6(7) y 7-6(4). La derrota obliga a un cara o cruz con Tsitsipas (6-1, 4-6 y 7-6 a Rublev) por el pase a semifinales

Nadal, durante el partido contra Thiem en Londres.
Nadal, durante el partido contra Thiem en Londres.TOBY MELVILLE (Reuters)
Alejandro Ciriza

Y eso que venía tocado. Dominic Thiem demostró, una vez más, que es de acero forjado y derrotó a Rafael Nadal en la segunda jornada del Grupo Londres 2020 de la Copa de Maestros, comprometiendo el pase a las semifinales del español. 7-6(7) y 7-6(4), en 2h 25m. No es, ni mucho menos, una casualidad. Como ya ocurriera este año en Melbourne, Nadal se encontró ante un espejo, con el tenista que de alguna manera más se parece a él, de ánimo inquebrantable. Solo así se explica que el austriaco le haya birlado al rey de lo psicológico cinco tie breaks consecutivos, tres el pasado mes de enero, en Australia, y dos más en Londres. Obligado, el de Manacor se la jugará el jueves a un cara o cruz con Stefanos Tsitsipas, que sentenció a Andrey Rublev (6-1, 46 y 7-6(6) y confirmó la clasificación de Thiem.

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Thiem, el austriaco que añora el sol

Durante tres cuartos de hora, Nadal tuvo el duelo bajo control. Aunque reculó un poco a la hora de restar con respecto al compromiso del primer día, frente a Rublev, mantuvo la versión incisiva del estreno, pero con un punto mayor de precaución. En esta ocasión le interesaba imponer otra marcha y si ante el ruso abrevió el peloteo todo lo que pudo, contra Thiem (27 años) prefirió prolongar los intercambios, a ver si el austriaco, que venía tocado de la rodilla, pagaba el esfuerzo y se vaciaba poco a poco, o bien se resentía antes o después. No ocurrió nada de eso, sino todo lo contrario.

Thiem es un tipo duro, de esos que disfrutan más en el litigio que en la mansedumbre, de los que gozan al límite. Le van los partidos a flor de piel, de tú a tú y ante rivales de tanta envergadura como Nadal, que siempre que puede le lanza flores porque su ética de trabajo y su dedicación son una excepción en un circuito en el que las nuevas generaciones presumen de talento y no terminan de ver del todo bien eso de sudar demasiado. Lo hace a chorros el austriaco, quien además de ponerlo todo sobre la mesa tiene calidad a raudales, una derecha y un revés deliciosos, pólvora a más no poder e intención en cada uno de los tiros.

No le falta, tampoco, confianza en sí mismo. No le asusta jugar al límite y esa es la única vía ante el Nadal que todo lo devuelve. Imponía su propuesta el balear, confiando en que la fruta madurase y terminara cayendo, ya a punto para darle el placentero primer bocado, pero Thiem se adhirió a la rama con ventosas. Resistió los empellones y poco a poco, de forma inteligente, fue invirtiendo la curva del partido con arrestos y un buen carro de golpes ganadores, (62). Ahora bien, el mallorquín también puso de su parte.

Consiguió levantar un peligroso 0-30, con 4-4, pero en el tie break dejó pasar hasta tres trenes. Primero, desperdició un 5-2 y dos servicios a su favor, y después no logró remachar los dos puntos de set que tuvo a su disposición, el primero manchado con una doble falta. Mientras, Thiem, crecido y en plena efervescencia, descomunales esas piernas y esa cabeza, convirtió la que tuvo y le vino a decir a Nadal que él también sabe desenvolverse en la agonía. Y ya es decir. Pocos, muy pocos son capaces de destemplar desde el punto de vista anímico al balear, y Thiem es uno de esos escasísimos privilegiados. Mente de plomo y sangre caliente.

Thiem, en el partido contra Nadal.
Thiem, en el partido contra Nadal.GLYN KIRK (AFP)

Cada vez que el campeón de 20 grandes se atrevía a dar un par de pasos adelante y se iba a la red, el austriaco sacaba el compás y dibujaba el passing perfecto. Thiem, por supuesto, no es Rublev, y su bola violenta obliga a echar marcha atrás y achicar agua. Lo hizo Nadal y así consiguió mantenerse en un duelo invertido, porque en la segunda manga el que tenía la sartén por el mango era el rival. Aún así, el español le arañó el break, en la segunda opción de rotura del partido, y se mantuvo en pie pese a que Thiem le replicase de inmediato y luego fuese decantando a su favor, en medio de puntos inverosímiles y espectáculo del bueno. Tenis de 24 quilates.

Está hecho Nadal de otra pasta y con todo en contra logró brindarse una última oportunidad. Solventó tres match points con 5-4 y 0-40 adverso, pero el pegador acabó imponiendo su arriesgada propuesta y encontró el premio definitivo. Ganó el más acertado, aguerrido y fabuloso. El particular entre ambos refleja ya un 9-6, siendo superior Thiem en tres de los cuatro últimos enfrentamientos. Es decir, empieza a suponer un considerable dolor de cabeza. El austriaco, el espíritu más nadaliano que se ha visto en los últimos tiempos, abraza ya las semifinales. Mientras tanto, Nadal se jugará el pase el jueves (21.00), todo a una carta ante Tsitsipas.

“AHORA ME VEO CON MÁS OPCIONES”

En su análisis, Nadal puso de relieve el elevado nivel que ofrecieron ambos. “Fue un gran partido de tenis, decidido por unos pocos detalles, pero por el que no me quedan malas sensaciones. Creo que mi nivel de tenis ha sido muy alto, así que creo que mis opciones son mayores que hace dos días”, afirmó.

 

“Le empujé al límite y él fue capaz de jugar muy bien. Me faltó algún pequeño detalle para llevármelo. Esto pasa cuando juegas contra los mejores, así que hay que felicitarle”, prosiguió; “me veo con más opciones de hacer algo importante ahora, porque he jugado a un gran nivel. Estoy en el camino adecuado. La sensación es positiva”.

 

El balear siempre ha elogiado a Thiem, y mantuvo el discruso. “Perder con él no me duele tanto, porque es un gran tipo, un trabajador incansable”, manifestó antes de concluir: “Me puedo quedar fuera, pero también clasificarme. Estoy preparado”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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