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La mujer en el deporte
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El sexo del entrenador no debe importar

Con Amélie Mauresmo, las preguntas que me hacían cuando perdía partidos se referían a nuestra relación

Andy Murray con Amélie Mauresmo, su exentrenadora, en una imagen de archivo.
Andy Murray con Amélie Mauresmo, su exentrenadora, en una imagen de archivo.

Cuando mi hermano y yo éramos pequeños, vivíamos muy cerca de las pistas de tenis locales de Dunblane (Escocia). Dado que mi madre jugaba al tenis razonablemente bien y también era entrenadora, era inevitable que nosotros acabásemos jugando.

Mi madre tiene una gran energía, es adicta al trabajo desde que nosotros éramos jóvenes, y a menudo se levanta a las cuatro de la mañana para comenzar su jornada. Para mí es un modelo por su determinación, su ética de trabajo y su fuerza para hacer lo que quiere. Todavía hoy sigue viajando a todas partes y enseñando en las pistas, e intenta acercar el tenis a las masas y dar a los niños, a las chicas y a las entrenadoras una oportunidad.

Desde muy joven me entrenó mi madre y he tenido muy buenas experiencias con entrenadoras durante toda mi carrera como tenista. Pero cuando me hice profesional, me fijé en que básicamente todos los jugadores varones tenían un entrenador y, en la mayoría de los casos, un equipo de apoyo formado solo por hombres.

En 2014, cuando buscaba a un nuevo preparador, quería trabajar con algún extenista, porque creo que un exjugador puede ayudar mucho en el aspecto psicológico y entiende las presiones de participar en los grandes torneos y ganarlos. Al igual que yo, Amélie Mauresmo se había enfrentado a los nervios y superado el obstáculo de ganar grandes partidos, y tenía la sensación de que me entendería en ese aspecto.

Al ver la reacción al nombramiento de Amélie como mi entrenadora, incluso entre personas cercanas a mí, me di cuenta de que había un problema. La razón por la que la cuestionaban se basaba puramente en el sexo, no en su capacidad ni en lo que había logrado en su trayectoria deportiva.

Me fue bien con Amélie y llegué a finales de Grand Slam, pero mucha gente consideraba que la época en que trabajamos juntos fue un fracaso porque no gané ningún grande. Le echaban la culpa a ella, pero no ocurrió lo mismo con mis otros entrenadores; el problema siempre era yo, y yo era el objeto de las críticas cuando perdía. Con Amélie, las preguntas que me hacían buena parte del tiempo cuando perdía partidos hacían referencia a nuestra relación. En ningún otro momento de mi carrera me ha pasado eso.

Los mejores entrenadores deberían ser las personas mejores para el trabajo. Es imposible que en los Juegos Olímpicos [los Juegos de Río 2016] las mujeres representen solo el 11% de los mejores entrenadores; está claro que hay que trabajar más en este aspecto. En lo que a empuje, destreza e inteligencia se refiere, no hay razones para que una mujer no pueda ser tan buena como un hombre, y es de esperar que las cosas cambien cuando a las mujeres se les den más oportunidades. Curiosamente, he leído que en Tokio habrá el mayor número de competidoras de cualquier edición de los Juegos (48,8%), de modo que estamos progresando.

De todos los deportes mundiales, el tenis es el mejor en lo que respecta a igualdad de premios económicos entre jugadores y jugadoras que compiten en los mismos eventos. Pero me resulta curioso que, en lugar de ser algo aplaudido, a menudo se cuestiona dentro del deporte. Atrae a los espectadores, a los patrocinadores, a la televisión, a todos, así que no hay que perder el tiempo debatiendo sobre ello; celebrémoslo y utilicémoslo en nuestro beneficio para hacer que el tenis crezca en todo el mundo.

Los Juegos Olímpicos tienen también una importante función a la hora de fomentar la igualdad de género. A los espectadores les encanta ver los Juegos porque ven a los mejores atletas, tanto hombres como mujeres. Les entretiene la mezcla de deportistas, y esa es una de las razones por las que es el evento deportivo de más éxito. Cuando competí por primera vez en los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008, vi los dobles mixtos de bádminton y me encantaron. De modo similar, a los espectadores les encanta ver los dobles mixtos de tenis; más deportes deberían estudiar estos formatos y pensar qué pueden hacer y qué podrían desear los seguidores.

Cuando jugué el doble mixto con Serena Williams en Wimbledon el año pasado fue un buen ejemplo de que este formato atrae a un grupo de espectadores ligeramente distinto. Por lo general, cuando gano o pierdo en Wimbledon, la gente se me acerca y me dice “bien hecho” o “mala suerte”. Pero con Serena, muchos me dijeron: “Nos ha encantado veros a ti y a Serena jugando juntos. Ha sido genial”. La gente disfruta viéndolo y deberíamos promoverlo. ¿Cómo puede alguien no ver que es algo bueno?

Sir Andy Murray ha sido campeón olímpico de tenis en 2012 y 2016, además de ganar dos veces Wimbledon (2013 y 2016) y una el US Open (2012).

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