El Atlético y Simeone no se reconocen
El mensaje del técnico no llega a los jugadores, que han rebajado su rendimiento y competitividad, en una secuencia en la que entregar medio tiempo es hábito
A las grietas en el juego que se venían vislumbrando, la derrota del Atlético en Leverkusen (2-1) ha sumado una dosis de autocrítica que destapó un problema multiorgánico. Ni el mensaje de Diego Pablo Simeone toca la fibra del grupo como antaño, como él mismo admitió, ni la gran mayoría de sus futbolistas ofrece un rendimiento que dote al equipo del gen competitivo y guerrillero que le caracterizaba. El discurso de Simeone en la sala de prensa del BayArena reveló síntomas de agotamiento, pero antes, durante el partido, sus jugadores no ofrecieron capacidad de respuesta. Solo cuando se vieron con el marcador en contra atisbaron un principio de reacción. Una constante en lo que va de curso, en la que entregar medio tiempo se ha convertido en un hábito para el que ni el entrenador ni los futbolistas parecen encontrar remedio.
La intensidad, la gran seña de la era Simeone, emerge a ráfagas, casi siempre a contrarreloj. Pocas veces desde el inicio de los encuentros. “El equipo que ganó la Liga hacía masacres en los primeros 20 minutos, ahora no”, advirtió Saúl. No se impone el Atlético en la gran mayoría de los inicios de partidos. El equipo transmite señales muy alejadas de lo que es un equipo de Simeone, principalmente en el centro del campo. Sin terminar de apostar por la jerarquía de Herrera y arrinconado Llorente, el fichaje estrella del verano para la demarcación de mediocentro, la línea de mediocampistas da la sensación de no ofrecer estabilidad. No hay un componente que transmita la sensación de sujetar al equipo en el centro. Saúl, Thomas y Koke no han asumido con firmeza y regularidad ese rol. “Son, sobre todo, los detalles. En cada disputa ganaban ellos, estaban mejor colocados. Cada jugador tiene que saber el encuentro que ha hecho para ayudar al equipo; nos está costando leer el partido, no creo que sea culpa sólo del míster”, insistió Saúl.
El caso de Koke es representativo en la toma de decisiones de Simeone. Como sucede con Diego Costa, el técnico trata de recuperar al volante y mantenerle vivo a fuerza de darle partidos. Con ambos jugadores se entremezclan lo que fueron y significaron con la compleja decisión de tener que sentarlos. En el club hay voces internas, dirigentes incluidos, que reclaman en privado la suplencia de ambos. Su baja forma, además, afecta a lo que en un principio debía ser el espinazo central del proyecto, tocado también en los últimos partidos con la lesión de Giménez. La otra gran pata, João Félix, también está convaleciente y no se le espera hasta después del próximo parón de selecciones. El pasillo de seguridad del que hablaba Luis Aragonés es débil e inconsistente.
Laterales superados
Las soluciones que ha tratado de aportar Simeone para dotar al equipo de una mayor fiabilidad tampoco acaban de asentarse. La doble punta que Diego Costa forma con Morata no termina de explotar ni de acabar con la preocupante sequía goleadora del equipo, que registra 18 goles en 16 partidos entre todas las competiciones. Ideada para dotar de contundencia a la propuesta del entrenador, la falta de chispa y de potencia de Costa han mermado sobremanera esa solución.
Los laterales, encabezados por Trippier y Lodi, que fueron la alegría del inicio de la temporada y prometían ser una gran solución ofensiva, se han apocado en ataque. Tras algunas costuras que les descubrió la Juventus, Simeone les hizo ser más selectivos a la hora de desplegarse en ataque para que no les ganaran la espalda con facilidad. En Leverkusen, Lodi y Arias dieron señales de estar superados, sobre todo con el dibujo inicial en rombo, en el que Koke y Saúl, muy metidos por dentro, no llegaban a tiempo para ayudarles en las superioridades que con facilidad les creaba el Bayer. Simeone tuvo que cambiar ese dibujo repitiendo otra constante de este fallo multiorgánico. Hay semanas en las que el técnico prepara un partido para jugarlo de una manera determinada y cuando comprueba que el equipo es superado por el rival tiene que regresar a su molde natural.
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