Ansu Fati contra todo un equipo
La entrada del delantero alivia a un Barcelona desnortado y excesivamente frágil ante un Osasuna superior en El Sadar
Hay quienes piensan aún que Neymar regresará al Camp Nou. También los hay que dudan sobre el alcance de la lesión de Messi. No se sabe muy bien tampoco qué pasará con Luis Suárez y menos con Dembélé. Mucha especulación, demasiada virtualidad, excesivos chismes en el inflado mundo del fútbol y también sobre cómo será el Barça. La única certeza, y también el azulgrana hoy más ilusionante, se llama Ansu Fati, un juvenil de 16 años, nacido en Guinea y criado en La Masia. Nadie le tenía en el álbum de cromos, tampoco se le sabían muchos padrinos y, sin embargo, ha irrumpido como un trueno en el Camp Nou y El Sadar. Ansu es de momento la figura de un frágil y desnortado Barça, el goleador más joven ya tras superar a Bojan; Osasuna, mientras, es ahora mismo uno de los grandes equipos de LaLiga.
El fútbol sobrevivirá a la tontería y será siempre la recuperación semanal de la infancia, tal como sostiene Javier Marías, mientras se den historias como la de Ansu Fati y equipos tan bravos como Osasuna. El delantero fue el revulsivo del Barcelona en Pamplona. Apareció en la cancha y el equipo dejó de quejarse por el calor, ya no le pareció el césped tan alto, ni tampoco puso cara de asco ante el alto voltaje futbolístico de Osasuna. Los azulgrana espabilaron y marcaron dos goles, insuficientes en cualquier caso porque Osasuna jamás se rindió para competir con la grandeza, gallardía y entereza de los equipos solidarios y bien armados, trabajado a conciencia por Arrasate.
Al Barça le despidieron con una chilena de Aduriz en San Mamés y le recibieron con una volea de Roberto Torres en El Sadar. Y, en medio de ambos partidos, fue sorprendido por un remate de Fekir. Las tres jornadas de LaLiga se han disputado con el mismo guion: empiezan con un gol en contra para el Barça. Los azulgrana toman remates con facilidad, pusilánimes y tiquismiquis, siempre sorprendidos por la misma jugada: los rivales fuerzan su error en la salida de la pelota, le enciman rápido y le disparan sin remedio con un centro o un pase interior y un tiro franco ante Ter Stegen. Alba perdió el cuero, Lenglet se achantó ante Brandon y su centro al palo contrario fue enganchado por Roberto Torres, mal defendido por Semedo.
Juegan los rojillos con un punto de fiebre y confianza difíciles de combatir en El Sadar. Al Barcelona le recibieron con un cartel inmaculado que siguen en vigor: 26 partidos y 17 meses invictos en su cancha y cuatro puntos con un solo gol a favor, el que metió Chimy Ávila al Leganés. Así que el tanto de Roberto Torres subrayó más que nunca la fe de Osasuna, superior en los córneres, las segundas jugadas y los balones divididos; más fuerte físicamente, intenso y efectivo; e insuperable ante el balcón de Rubén. Al fútbol de Osasuna se le combate con finura y velocidad de balón, y los azulgrana no sabían cómo profundizar a pesar de que procuraron abrir el campo con Rafinha y Carles Pérez y adelantar a sus interiores, De Jong y Sergi Roberto.
La misma alineación que se ensañó con los verdiblancos no pisaba siquiera el área de Osasuna. Busquets y Griezmann, los futbolistas referenciales ante el Betis, decisivos para la presión y rapidez de la bola, apenas entraban en juego, tampoco percutían los extremos y los volantes y en cambio sufría la defensa en las selectivas llegadas de Osasuna. La fuerza de los muchachos de Arrasate negaron al equipo de Valverde. Alcanzado el descanso, no se contó ni una ocasión barcelonista ante Rubén. El escenario era tan desesperado para el Barça que exigía decisiones drásticas, de manera que Valverde recurrió a Ansu Fati, el delantero que debutó el domingo y fue bendecido por Messi.
A falta de línea de pase, indispensable para tocar de primeras como le gusta a Griezmann, y también sin regate, ausentes Messi y Dembélé, el Barça necesitaba el gol que a veces le da el también ausente Luis Suárez, o si se quiere un delantero descarado que no tuviera miedo a chutar, ninguno ahora mismo como Fati. El delantero cabeceó como el mejor de los arietes el centro templado del también atrevido Carles Pérez. El partido, sin embargo, continuó en el alero porque los azulgrana no conseguían dominar el juego, ni gobernar la pelota ni contener al equipo de El Sadar.
Hubo un momento, sin embargo, que el Barça pareció recuperar el color y el vigor, e incluso el fútbol, sobre todo en la presión, circunstancia que jugó a favor de De Jong, Busquets, Griezmann y el recuperado Arthur, más directo y agitador que nunca. El gol del brasileño certificó los instantes de inspiración azulgrana para caer después en una dormidera que no desaprovechó Osasuna. Los rojillos no dejaron de apretar y someter al rival hasta que el árbitro pitó penalti por unas manos de Piqué y marcó Roberto Torres.
Únicamente Carles Pérez, igual de presente que Fati, pudo cambiar el signo de un partido que volvió a dejar en mal lugar a la defensa y a Griezmann y preocupado a De Jong, argumentos suficientes para explicar por qué ya ha descontado cinco puntos. Vive el Barça de Carles Pérez y Fati, señal de que no se pueden hacer cábalas aún sobre LaLiga.
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