El velocista de Florida nada el 100 mariposa en 49,50 segundos y recorta en 32 centésimas el legendario récord de 2009, logrado con un bañador impermeable de cuerpo entero
Michael Phelps, el mejor nadador de todos los tiempos, se desvivió durante una década por establecer un récord perdurable de 100 metros mariposa. Lo logró ayudándose de un mono de poliuretano, cuando el sol doraba las copas de los pinos del Foro Itálico, a última hora de la tarde del domingo 31 de julio de 2009, en plena lucha con su archirrival, el serbio Milorad Cavic. Hizo 49,82s y levantó una muralla imaginaria. Una pared insuperable para las generaciones posteriores hasta que apareciera un atrevido lo suficientemente fuerte e ingenuo como para adentrarse en lo desconocido. Se llama Caeleb Dressel y este jueves pulverizó la penúltima plusmarca mundial que quedaba en el registro del rey cuando nadó la semifinal del Mundial de Gwangju en 49,50s.
Su nombre se remonta al explorador que Moisés envió a Israel para preparar la ocupación narrada en el Antiguo Testamento. Es un gigante de 1,90 con expresión de querubín. La frente despejada, la mirada cristalina y el pelo amarillo enmarcan la fisonomía indistinta de un puritano cualquiera. La paz que refleja su semblante no se altera cuando confiesa cosas como que “lucha” contra “demonios”. Hay una tormenta interior en este joven granjero del sur profundo. Green Cove Springs, el pueblo de Florida donde creció temeroso de la palabra revelada en la Biblia, podría ser el villorio de una novela de Carson McCullers o el rincón fantasmal de una pesadilla de Faulkner. Los tatuajes que se graba y se borra en la piel revelan periodos de obsesiones que se inflan y se desinflan en su mente agitada de 22 años: el águila, las barras y las estrellas, el oso, el caimán.
“He querido escoger algo con lo que conectar a nivel emocional”, explicó, cuando le preguntaron por qué se había borrado el águila calva que se grabó en el pecho hace tres años, sustituyéndola por figuras menos ligeras de la cadena alimenticia. “He buscado al verdadero espíritu animal que capture mi alma y he descubierto que no era el águila”.
Desde que Ian Crocker hizo 50,40s en 2005 no se recortaba un récord mundial en más de 30 centésimas de segundo. El zarpazo de Dressel cayó inexorable. Se anunciaba desde 2017 en una progresión que deja huella: seis de las diez mejores marcas de siempre le pertenecen. Debajo del querubín asoma el oso. “Hoy me levanté”, dijo, al salir de la piscina de Gwangju, “y quería hacerlo. Pensé que estaba listo para hacerlo. Dormí bien durante la noche. No estaba nervioso. No quería nada más, no pensaba nada más que en bajar de 49,82”.
La idea fija espoleaba a Dressel desde que llegó a Corea del Sur. El pasado miércoles, en la final del relevo de estilos mixto, el estadounidense nadó la posta de mariposa en 49,33s. El dato puso en alerta a todos los técnicos reunidos en la piscina. Fue la primera vez que alguien nadaba una posta de mariposa de relevos por debajo de 49,72s, el tiempo que hizo Phelps en el relevo de estilos de los Mundiales de 2009. El recorte no abría una brecha. Abría un abismo: 39 centésimas en 100 metros es una diferencia espectacular. Proyectado a la prueba individual de 100 mariposa se podía prever un récord mundial.
Los nervios, los demonios, la ansiedad, el mal genio, salpican el discurso simple de Dressel. Su primera preocupación antes de competir, a diferencia de tantos campeones, no es activarse. No necesita aturdirse bajo unos auriculares. No precisa mojarse con agua fría. No se golpea el pecho para despertar su rabia depredadora. Su ritual es al contrario, un ejercicio de búsqueda de la serenidad. “Cualquier cosa que calme mis nervios me viene bien”, dice, “porque soy un poco irascible”.
El ritual de la bandana
El efecto calmante lo encuentra en una bandana, un pañuelo estampado de vacas azules que perteneció a la más querida de sus profesoras del instituto, la señora Claire McCool, muerta de cáncer en 2017. Dressel acude al poyete de salida con la bandana, la huele, medita en cuclillas, la guarda en la bolsa, y ya está listo. No cambió la rutina camino de la semifinal de 100 mariposa. Lo tenía decidido. Atacaría el récord. Hoy mejor que mañana.
Salió como un tiro. Según su costumbre, saltó más que nadie. Dio siete patadas subacuáticas de una amplitud imposible para los demás y emergió el primero. Moviendo el agua sin patinar. Completó 17 ciclos de brazadas hasta la pared, marcó un parcial de 22,83s y regresó con 19 brazadas en 26,67s. No nadó el primer 50 más rápido que Cavic (22,69s) ni el segundo más rápido que Phelps en su épica remontada de Roma (26,46s). Pero nadó solo, que es lo más difícil. A un cuerpo de ventaja de sus perseguidores atónitos. Calculando cada esfuerzo en el límite. Midiendo cada gesto, cada gramo de energía en el equilibrio supremo del estilo que más coordinación exige. El resultado fue la obra perfecta.
Este sábado a las 20:09 horas de Gwangju (13:09 en Europa Central) Caeleb Dressel, alias Águila, alias Oso, alias Caimán, se tirará a la final de 50 metros libre con un margen extra de energía para consumir en la doble empresa de ganar el oro y batir el récord del mundo de Cesar Cielo. No tendrá tiempo para recuperarse. A las 20:43 está previsto que se tire a la final de 100 mariposa. Esta vez solo tendrá que ganar el oro.
Chorro de récords
La sexta jornada del Mundial de Natación produjo tres récords mundiales. El estadounidense Caeleb Dressel nadó la semifinal de 100 mariposa en 49,50s y desmontó una de las plusmarcas más resistentes, los 49,82s de Michael Phelps en el Mundial de Roma de 2009.
Dressel dio la nota después de que su compatriota, Regan Smith, de solo 19 años, batiera el récord de 200 mariposa en su semifinal con una marca de 2m 3,35s. Casi un segundo más rápido que el mejor tiempo precedente: los 2m 4.06 de Missy Franklin en los Juegos de 2012. Al cabo de la sesión de pruebas individuales, en la final de 200 braza el ruso Anton Chupkov puso el límite de lo humanamente posible en 2m 6,12s.
Chupkov se impuso al británico Matthew Wilson con una remontada estrepitosa. Saltó del octavo puesto al primero en el segundo 100. Pasó quito por el parcial de 150 y cabó haciéndose con el oro tras sobrepasar a Wilson en los metros finales con una reserva de energía que le permitió meter un buen hachazo al récord que había logrado el propio Wilson el jueves: 2m 6,67s.
La jornada concluyó con la final de relevos masculinos de 4x200. Se impuso Australia en 7 minutos 0,85s, récord de Oceanía, con un cuarteto compuesto por Clyde Lewis, Kyle Chalmers, Alexander Graham y Mack Horton. Rusia fue plata con 7m 1,81s y Estados Unidos bronce con 7m 1,98s.
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Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.