Eddy Merckx dejó de correr en bicicleta junto a su hijo cuando el joven Axel le ganó un sprint. Era tan competitivo que no podía permitirse tal humillación. Por eso no descansó hasta que ganó por primera vez el Tour de Flandes, la gran clásica de su país. Sentía vergüenza de no haberlo hecho en cuatro años como profesional. No se quedó contento hasta que le dijo a su director: "¡Que te jodan!", cuando desde el coche quiso frenar su ataque en el Bosberg, después de pasar por delante en el Mur de Grammont. Soplaba el viento de cara, con fuerza. Gimondi y Basso acechaban, pero el gran Eddy se sintió fuerte para dejarles atrás a todos y ganar por primera vez. "No eres nadie si no ganas esta carrera", aunque Merckx ya había triunfado en la Milán-San Remo, la París-Roubaix, la Flecha Valona, la Lieja-Bastoña-Lieja y el Mundial.
Flandes era el aperitivo de su primer Tour, el de su debut, en 1969, el de la revancha por el positivo del Giro que le puso la carrera en bandeja a Gimondi entre los rumores que hablaban de un soborno para dejar ganar al italiano, o el que reproducía un periódico suizo sobre una brigada paracaidista belga preparada para rescatar a Merckx y llevárselo a su país.
Todo un escándalo antes del Tour en el que el novato era líder indiscutible desde el Balón de Alsacia. Merckx vestía de amarillo en el Tourmalet, con más de ocho minutos de ventaja sobre Pingeon. Su maillot brillaba bajo un sol inclemente. La canícula apretaba. Viajaba en las últimas rampas junto a los demás favoritos, escoltado por su gregario Martin Vanden Bossche, que tiró de él durante toda la ascensión. A 400 metros de la cima, aceleró. Los dos hombres del Faema se marcharon; Zimmerman intentó llegar, pero no pudo.
Vanden Bossche esperaba un detalle de su líder para poder atravesar la línea en primer lugar. Pero Merckx sabía que su compañero estaba en negociaciones para cambiar de equipo. A unos metros de la cima, el Caníbal aceleró y se fue en solitario. Descendió a velocidad de vértigo. Quedaban 130 kilómetros y, como en el Bosberg meses antes, le dijeron que parase y no hizo caso.
Su ventaja aumentó a siete minutos en el Soulor y el Aubisque. A 15 kilómetros de la llegada en Mourenx se acercó al coche de su director, Guillaume Driessens y le dijo: "Esto se acaba, no sé si voy a poder llegar. Estoy muerto". La respuesta fue contundente: "No lo pienses. Los demás están más muertos que tú". Llegó a la meta y su ventaja sobre sus perseguidores fue de más de siete minutos. "Hemos corrido mucho", dijo luego Roger Pingeon. "Me pregunto qué debía tener Merckx en sus piernas". Sentenció el Tour en una estocada genial, pero llena de soberbia. Por la noche, Vanden Bossche se acercó a su habitación: “Hoy, un pequeño corredor esperaba un gran gesto de ti”. Merckx sonrió, no respondió. Mucho después lamentaría su actitud. Han pasado 50 años.
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