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Naufragio y quimera en Vallecas

El Madrid cae contra el Rayo en un partido en el que no encontró soluciones ante un equipo desesperado que empezó el partido a nueve puntos de la salvación

Mariano se lamenta en un momento del partido contra el Rayo. En vídeo, declaraciones de Zidane.Vídeo: Enrique de la Fuente
David Álvarez

En la rara travesía de final de curso del Real Madrid hacia no se sabe dónde, este domingo le tocó naufragio en Vallecas. El Rayo se aferró a lo imposible, dar un pasito hacia la permanencia pisando sobre la baldosa del viejo rey de Europa, un equipo al que no había podido ganar en los últimos 22 años. Con cuatro jornadas por delante, los de Jémez empezaban el partido como colistas, a nueve puntos de la salvación. Y lo imposible, la quimera, se impuso al absurdo de un equipo que no encuentra por qué jugar. Ni casting, ni imagen, ni comienzo de reconstrucción. Aparecen en el campo para tachar fechas que no se cumplen suficientemente rápido. Y aún quedan tres.

El Rayo se presentaba en Vallecas ante una de sus últimas y remotas opciones y Jémez decidió que iban a apurarla de manera salvaje desde el principio. Y sobre todo, sin mirar atrás. Salida de toque desde el portero, defensa muy adelantada y presión al centro del campo, sobre cuya pasarela comparecieron Marcos Llorente y Ceballos después de jornadas descartados. El Rayo jugaba y el Madrid corría, confiado en que Bale y Mariano, la delantera de la noche después de la lesión de Benzema, acabarían recolectando algo en el amplio latifundio que dejaba a sus espaldas la defensa rayista.

Todo eso se vio resumido en los minutos que rodearon al gol con el que Embarba adelantó a los locales. Mario Suárez lanzó por la banda izquierda a Álex Moreno, que puso el balón en el centro del área, adonde llegaba Javi Guerra medio enganchado con Jesús Vallejo. Guerra cayó, el central despejó la pelota, y de ahí nació un contrataque fulgurante que terminó con Bale, tras galopada a campo abierto y despoblado, a solas ante Alberto. El galés remató con el exterior al cuerpo del portero. La reanudación del juego fue un lanzamiento de penalti en el otro extremo del campo, después de que González Fuertes revisara la pantalla del VAR y determinara que Vallejo había tirado a Javi Guerra con un agarrón. Embarba batió a Courtois, bastante acertado en su estreno con Zidane.

Después del VAR, se puede decir que la ocasión de Bale, aunque añadiera otra capa al poso de frustración del futbolista, a efectos administrativos no existió. Como mucho de lo mejor del Madrid. También una vistosa vaselina de Mariano, que marcó después de una pared con Bale, pero que lo hizo en fuera de juego. El Rayo solo concedía al Madrid esa zona situada en la trampa del fuera de juego, donde sucedían cosas que en realidad no contaban. Pese al riesgo permanente de que los blancos rompieran ese delicado equilibrio.

Pero Bale y Mariano no atinaban a sincronizar sus carreras con la línea trazada por los defensas. Además, el señuelo del espacio a las espaldas contribuía a desactivar el centro del campo de cuatro que había dispuesto Zidane. No agarraron el partido casi en ningún tramo y apenas Kroos aportó limpieza a la salida del balón.

Siempre al asalto

Suárez y Uche controlaron el territorio, y a partir de ellos Bebé, Pozo y Embarba amenazaron al Madrid. Después del gol, los de Jémez no se dedicaron a guardarse. Mantuvieron el asalto, tal vez la mejor manera de defenderse ante un rival que, bajo ese arrojo que exigió varias veces a Courtois, no encontraba el modo de desactivarlos.

Ante el bloqueo, Zidane alistó a los regateadores. El primer llamado fue Brahim, que sustituyó a Ceballos y se sumó a la delantera deshaciendo la media de cuatro inicial. El ex del City hizo lo que ha hecho en los pocos ratos que ha tenido: enfilar hacia la portería cada vez que recibía la pelota. Valentía, carácter y una pizca de picante, que llama mucho más la atención en estos tiempos en los que el Madrid, tan plano, apenas hace cosquillas. En un plato así, la determinación, incluso sin premio, destaca como si lo único que se mordiera fuera la guindilla. Pero así han sido las pequeñas alegrías del madridismo este curso: los lances de Brahim, la insistencia de Vinicius.

También comparecieron en el último tramo Isco y Lucas Vázquez, malabarismo y verticalidad que terminaron de empujar al Rayo a su propia área. Cuando llegó ese momento, los de Jémez se defendieron con la misma desesperación con la que antes habían atacado. Empujados por una grada que conserva una fe muy por encima de las sugerencias de la aritmética, el mismo equipo que había perdido 5-0 solo tres días antes contra el Sevilla en el Sánchez Pizjuán.

Así se llevaron por delante al Madrid, siempre a punto de perderlo todo. Sin embargo, se ganaron unos días más de sueño, porque el sábado que viene les espera en Valencia el Levante que, con Celta y Girona, marca la línea de la salvación, seis puntos por encima que podrían quedar en tres.

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Sobre la firma

David Álvarez
Sigue la información del Real Madrid y la selección española en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de la sección de Deportes. Ha cubierto los Juegos Olímpicos, el Mundial de fútbol y la Eurocopa. Antes trabajó en ABC, El Español, ADN, Telemadrid, y La Gaceta de los Negocios. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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