El hormigón del Real Madrid de Laso
El éxito blanco se ha fraguado con una plantilla estable cuyos jugadores actuales suman 77 temporadas en el club. La contabilidad de títulos entre Madrid y Barça: 16-6 para los madridistas desde 2011
“Hay una palabra que lo explica todo: química. La química es fundamental en cualquier deporte de asociación”, explica Clifford Luyk para emparentar al Madrid histórico de Pedro Ferrándiz —27 títulos entre 1959 y 1975—, con el actual de Pablo Laso —16 trofeos desde 2011—. Dos modelos de identidad y estabilidad. Los jugadores de la actual plantilla madridista suman 77 temporadas en club y sus dos capitanes, Felipe Reyes y Sergio Llull acumulan 28, las mismas que todo el Barcelona de Pesic junto.
En los ocho años de la era Laso, el Madrid ha realizado 30 fichajes y ha hecho debutar a 12 canteranos —dos de ellos ahora en la NBA (Willy Hernangómez y Luka Doncic) y tres en la primera plantilla—; en el mismo tramo, el Barça contabiliza cuatro entrenadores, 52 incorporaciones y solo cinco apariciones episódicas de la cantera. La cosecha de títulos de ambos proyectos es de 16 a 6 a favor del conjunto blanco (11-2 desde la Liga azulgrana de 2014). “La estabilidad de esta plantilla es un gran valor”, apunta Facundo Campazzo. “Es una de las claves de nuestra dinámica ganadora. Desde hace años manejamos la misma identidad, el mismo adn como equipo. Eso facilita las cosas”, completa el base argentino, con dos Euroliga en tres cursos de blanco.
“Esto son ciclos. Felipe Reyes no va a jugar hasta los 50 años, aunque lo mismo me escucha y se cabrea conmigo”, señaló Laso antes de partir a Barcelona. “Los jugadores no son eternos, pero hay que intentar mantener una línea. Cuantos más cambios, más tiempo necesitas luego. Nosotros apostamos desde el principio por la estabilidad. Siempre hemos mantenido la cabeza fría para retocar el grupo, pensando en el equipo por encima de las individualidades”, desarrolló el entrenador madridista. En la década anterior a su llegada, de 2000 a 2010, el Madrid hizo 67 fichajes, 34 de los cuales no permanecieron más de un curso. “Fueron tiempos difíciles. El Barça lo ganaba todo y nosotros no dábamos con la tecla. Año tras año cambiábamos piezas y no cogíamos el ritmo para ganar”, desarrolla Llull —de baja en el Palau por el golpe en la rodilla operada que le ha llevado a tomarse “un descansito”—. Con Laso llegó la estabilidad como hormigón del éxito.
El juego, la química del vestuario y la continuidad del grupo retrotrae a la primera edad de oro del club. “Mantener la base hace mucho y si ese núcleo lo componen jugadores nacionales, más. Yo jugué con Corbalán 17 años, con Romay 12… Estábamos en el equipo como mínimo una década. Eso nos daba un plus dentro de la pista. Se llega a jugar de memoria. Las jugadas salían solas, con una mirada”, rememora Rafa Rullán, récord de permanencia en el club con 18 temporadas. “En nuestra época éramos todos amigos, compartíamos vivencias, noviazgos… nos divertíamos jugando al baloncesto. El equipo actual desprende ese buen ambiente”, refrenda Vicente Paniagua (11 temporadas de blanco entre 1966 y 1977). Desde la retirada de Antonio Martín y Chechu Biriukov, en 1995, con otros 11 cursos en su currículo madridista, hasta la consolidación de Felipe y Llull, ningún jugador blanco llegó a sumar una década en el club. Solo se acercó Alberto Herreros con nueve años, los mismos que sumará la próxima campaña Jaycee Carroll, el extranjero con más partidos en la historia del club.
Una de las reflexiones más habituales de Laso es aquella en la que explica que su mayor orgullo, por encima incluso de los títulos, es haber construido un equipo “reconocido y reconocible”. La frase resume la fórmula de estructura y juego de un Madrid indeleble.
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