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“Esta temporada es un desastre”

Casemiro se muestra autocrítico tras la debacle del Madrid en el Camp Nou y Lopetegui lamenta la falta de puntería

Diego Torres

Contaba el viejo Omar Sívori que cuando un pájaro se posa en la hierba de un campo mientras se juega un partido indica un problema. Ayer, sobre las 16.30, en pleno clásico, una urraca se posó en la banda noreste del Camp Nou, la que limita con la grada cuyos fondos lindan con los jardines del Departamento de Salud de la Generalitat. El pájaro no eligió la parcela al azar. Atormentado de tanto buscar, la escogió para refugiarse del estruendo y del gentío porque ese fue el espacio más despoblado. Justamente, el carril que no ocupó Jordi Alba, que se hallaba atacando en campo contrario, ni ocupó Gareth Bale, que debía atacar por ahí pero se ausentó. El hombre llamado a relevar a Cristiano en los planes del Real Madrid para esta temporada, el señalado por el presidente Florentino Pérez para abanderar el ataque del equipo más poderoso del mundo, hizo lo que viene haciendo desde hace seis años. Poco, si las cosas se ponen feas. La urraca no tuvo que levantar el vuelo en toda la primera parte. Nadie la espantó.

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“El 5-1 es lo que estamos haciendo esta temporada”, dijo Casemiro a beIN, bañado en sudor, mientras abandonaba la cancha, al cabo del 5-1. “Un desastre”.

Cuando Julen Lopetegui asomó la cabeza en la sala de conferencias del Camp Nou ya sabía que su puesto no le pertenecía. Venía de encajar una de las tres mayores goleadas de la historia del Barça en un clásico.

Hace días que los asesores del entrenador del Madrid le advertían lo que ya sabían los capitanes en el vestuario y los ocupantes del palco en Chamartín: su puesto es interino. Le dijeron que tarde o temprano, pasara lo que pasara en el Camp Nou, le despedirían. Estaba amortizado y —le recordaron— debía emplear sus apariciones públicas para mostrarse en el gran escaparate de la industria como un hombre juicioso, prudente, capaz de callarse en lugar de cargar contra sus jefes, los dirigentes, porque —nunca debe olvidarlo— serán otros dirigentes quienes le ofrecerán su futuro empleo.

Lopetegui cumplió con el programa comercial a la perfección. En la que probablemente fuera su última conferencia como madridista, el hombre completó el que será el trabajo más distinguido de su carrera dando explicaciones que apenas ofrecieron nada relevante.

Lopetegui se fue cargando con las culpas. Solo cuando le insistieron sobre la responsabilidad de la directiva a la hora de trazar una estrategia de fichajes coherente, o de los futbolistas, que son los que juegan, musitó levísimas insinuaciones con un hilo de voz. “Ya sabemos cómo funciona el mundo del fútbol”, dijo, “las responsabilidades recaen sobre el entrenador... Pero no soy estúpido”.

Se mordió la lengua en la última escena del último acto y debió pagarlo con amargura. Cuatro meses después de firmar su contrato se le han multiplicado los pliegues en la frente, los ojos se inyectan en sangre y su piel ha adquirido un tono amarillento.

De pasada

Lopetegui no cargó contra Florentino Pérez, el presidente, responsable de vender a Cristiano para intentar fichar a Neymar sin resultado. Tampoco cargó contra las figuras que dirige, ese Isco que se suponía que debía echarse el equipo a la espalda, ese Asensio que se apagó, ese Benzema que vagabundea o ese Bale que no espanta ni a las urracas.

“Nos ha castigado mucho la falta de eficacia en muchos partidos”, fue lo único que declaró con sentido crítico. “Pero no hay otra solución que insistir, insistir...”.

Lopetegui mencionó la falta de gol del Madrid. Una vez más, de pasada, como quien no quiere la cosa en su discurso sufriente y protocolario, repitió lo que la afición clama a gritos. En este equipo no hay nadie que la empuje. Nadie que sienta la atracción del gol. Nadie que sienta el desmarque al espacio para buscar el disparo. Que Marcelo, con tres dianas en los últimos tres partidos, vaya a ritmo de máximo goleador de la actual plantilla, denuncia un déficit fatal.

“Me voy con la sensación de que hemos tenido situaciones para darle la vuelta, para empatar y ganar el partido”, dijo, como si no pretendiera recordar que le vendieron a Cristiano y en su lugar le ficharon a Mariano. Fingiendo que sus palabras fluían de un modo casual, sin acritud. “No esperen que haga ningún reproche de nada. Lo único que tengo en mi cabeza es levantar la moral de mis jugadores, que no han tenido premio para todo lo que han hecho, con esa superioridad y esas ocasiones. Pero... si en el fútbol de este nivel no aprovechas las ocasiones y eres contundente lo pagas. Las áreas definen el fútbol. Y si tuviera reproches no los diría... pero no los tengo”.

Lopetegui se marchó a punto de formular la gran denuncia: el Madrid está pagando la venta de Cristiano.

Prefirió callarse y perderse sin hacer más ruido entre la multitud de entrenadores que buscan trabajo.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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