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La Vuelta de la liberación

Quintana lidera junto a Nibali, Porte, Aru, Yates y Pinot la lista de damnificados por el dominio en Tour y Giro del Sky, que llega sin Froome ni Thomas

Nairo Quintana, en Málaga.
Nairo Quintana, en Málaga.Manuel Bruque (EFE)
Carlos Arribas

Terminaron el Giro acogotados y hundidos, terminaron el Tour doliéndose y lamentándose. Para ellos, para los derrotados del año, llega en agosto la Vuelta, la carrera imprevisible, abierta y montañosa. La carrera de la liberación. Por primera vez en mucho tiempo acuden a una grande con la sensación de que nadie es superior a ellos. Son una docena o más.

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La Vuelta, que sale este sábado de Málaga cálida con una contrarreloj de ocho kilómetros por sus calles más conocidas, será la gran oportunidad de todos.

Para Urán, para Nibali y para Porte, que dejaron el Tour con los huesos rotos; para Simon Yates, Aru y Pinot, a quienes el Giro se les hizo enorme; para Nairo y los escaladores puros, derrotados por los más grandes de tamaño en sus últimos intentos, el Giro de Dumoulin, los Tours de Froome y Thomas. Para todos los que sufrieron el yugo del Sky, que no ha llevado a Málaga a sus figuras de las cuatro últimas grandes, el Tour, la Vuelta y el Giro de Froome, el Tour de Thomas. Y esto es la Vuelta, la carrera del descontrol y de las sorpresas, para los jóvenes casi desconocidos como Kuss y Tao Geoghegan; o para el Chris Horner o el Cobo de turno, se llame como se llame el posible vencedor sorpresa de 2018.

Solo se sabe que, muy probablemente, no será español. Puede ser Zakarin, Dan Martin, Kruijswijk, Superman López, Kelderman…

“Será una carrera para corredores de perfil parecido, más escaladores que contrarrelojistas”, dice Eusebio Unzue, el director del Movistar, el mejor equipo español. “Y Nairo, que está bien, no ha dado motivos para no pensar que pueda ser el más favorito de todos después de un Tour en el que no estuvo donde esperaba”.

El colombiano, de 28 años, es, al menos, el que más claro ha hablado de sus intenciones, y ha recordado que hace no tanto, en 2015, él también ganó la Vuelta después de correr el Tour. Ni el siciliano Nibali, que se retiró del Tour después de romperse una vértebra al caer enredado por un espectador en la ascensión a Alpe d’Huez, ni el australiano Porte, que se rompió la clavícula en el pavés de Roubaix, antes de llegar a la montaña del Tour, han sido muy optimistas respecto a sus posibilidades. Ambos hablan de buscar victoria de etapas y de ir día a día, lo que tampoco significa mucho ni sirve para descartarlos de la lucha por la general. Para Porte, de 33 años, eterno favorito desafortunado en las grandes, la Vuelta sería la primera en un palmarés que no está a la altura de su capacidad. Para Nibali, ganador de las tres grandes, y dos veces del Giro, sería una más.

No hay ninguno del pelotón nacional entre los más favoritos. Mikel Landa sería uno de ellos si no se hubiera roto costillas y vértebras en la Clásica de San Sebastián. El alavés, el proclamado heredero en las pruebas por etapas de Contador y Valverde, los dos últimos ganadores españoles de alguna de las grandes, no podrá gozar de la oportunidad por primera vez al frente de un equipo español. Será la primera Vuelta ya retirado Contador, que ganó la primera de sus tres hace 10 años, la Vuelta de su debut. Y será la 12ª ronda española de Valverde, de 38 años, quien fue tercero en la primera que terminó, hace 15 años, y primero en 2009. Llega después de disputar el 11º Tour de una carrera que parece inacabable. “Al Tour se va a sufrir, tanto estrés, tanta responsabilidad, tanto miedo; a la Vuelta se viene a disfrutar”, afirma el murciano del Movistar, para quien disfrutar es sinónimo de levantar los brazos victorioso el mayor número de veces posible. “Vengo a ganar etapas, si puedo, sí, y también a ayudar a Nairo, ¿eh?”

Carrera imprevisible

La Vuelta es, se lee por ahí, la carrera que más gusta a los aficionados, que recuerdan que mientras en el Tour y en el Giro apenas hay cambios de líder, en la ronda española se produce una media de seis por edición en los últimos años.

A ello ayuda el tipo de etapas dispuesto por la organización, amante de finales en repechos, en puertos tan cortos como de porcentajes elevados y diseminados por todo el recorrido. Para la Vuelta es anatema el rigor Tour, de etapas llanas la primera semana y grandes macizos, Alpes, Pirineos, dominando la segunda y la tercera. En España, cualquier día todo es posible, ocho los finales en alto, y forzosos los espejismos, obligatorios. Seguramente, el corredor que parezca imbatible los nueve primeros días, los de Andalucía hasta Almadén, sin grandes subidas, desparecerá del radar en la segunda parte, la que se inicia en La Covatilla (novena etapa, 2 de septiembre) y termina en Lagos de Covadonga (15ª, 9 de septiembre) tras incluir La Camperona y la inédita asturiana de Les Praeres, en Nava. Y este será sustituido a su vez por alguno que permanecerá agazapado hasta salir a la luz en la contrarreloj entre Santillana y Torrelavega (32 kilómetros, 11 de septiembre) e imponerse en los últimos días, las duras jornadas del Monte Oiz (12 de septiembre) y del col de La Gallina en Andorra, el sábado 15 de septiembre en la considerada etapa reina, la víspera del final en Madrid.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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