Celta y Espanyol se quedan sin combustible y firman tablas
El calor y el escaso rodaje de los equipos condicionan un partido en el que los locales empezaron mandones, pero debieron igualar una desventaja tras gol de Mario Hermoso al filo del descanso
Nada es como parece en estos partidos de inicio de temporada. Hay factores que los convierten en sinuosos vaivenes, seguramente porque la condición física es precaria, las piernas todavía están duras y el calor, como sucedió en el estreno liguero en Balaídos, aprieta. El Celta inició un monólogo, pero vencido el primer cuarto de partido ya empezaba a callarse. Al descanso se quedó mudo, dañado por un gol del Espanyol, que salió indemne del sufrimiento inicial al que le sometieron. La paridad regresó con casi toda la segunda parte por jugar, pero nadie hizo valer su voz por más que unos y otros apuntasen detalles que animan a intuir que tienen argumentos para desarrollar una buena idea futbolística. Y en ese tiempo de incertezas, el empate final (1-1) no premia, pero tampoco castiga y los focos apuntan más hacia lo bueno por llegar. En la fábrica de ilusiones del fútbol nadie inicia nada desde el pesimismo.
Porque el Celta salió mandón y eso le da una esperanza si logra darle continuidad a su puesta en marcha. No lo fue tanto con la pelota como sin ella, empujado por la codicia mientras tuvo el aliento suficiente para convertir cada pérdida de balón en una oportunidad. El Espanyol pasó un calvario porque cuando recuperaba la posesión era incapaz de juntar pases y ahí se quedaba muy expuesto. Pero el Celta, atinado para meter al rival en un laberinto, tampoco encontró sus salidas. Pocas veces logró darle profundidad al juego en esos instantes posteriores después de hacerse con la pelota por más que había gusto en el manejo porque Antonio Mohamed juntó futbolistas dotados para esa suerte. Lobotka siempre es una garantía, Brais Méndez una delicia y Fran Beltrán, una realidad de 19 años, un debutante que con más de setenta partidos en la segunda categoría anuncia ahora una larga carrera entre los grandes.
Pero ni las intenciones ni las aplicaciones del Celta lograron activar a sus delanteros antes de que las baterías se le agotasen. Ya nada fue igual porque mientras buscaba energía para recargarlas dio el Espanyol el paso adelante que necesitaba. Encontró a Darder, que en defensa abría su posición, pero en ataque generar incendios entre líneas cuando centraba su posición. El partido viró y acabó de pagar un volantazo cuando justo antes del descanso Mario Hermoso marcó después de que le concediesen tiempo y espacio tras un saque de esquina. Pasan los años y el Celta sigue penando incapaz de atajar la sangría en ese tipo de acciones.
El gol al borde del receso fue, como mandan los cánones, psicológico. Sobre todo para el Espanyol porque le mostró que estaba más metido en el partido de lo que seguramente ellos mismos pensaban. Porque premió un esfuerzo y un crecimiento. Ocurrió que el Celta marcó al poco de empezar la segunda parte. Lo hizo en una acción fortuita, un centro del lateral izquierdo Junior Alonso. La pelota pareció una anguila. Pasó entre el central David López, el delantero Iago Aspas y el portero Diego López, golpeó en el palo y se metió en la portería.
El tanteador regresó al inicio, pero el partido no. El Celta ya no fue tan intrépido sin balón, se replegó sin la pelota y el Espanyol se acomodó durante largos minutos a bastantes metros de su área. Los cambios retocaron las delanteras, pero nadie inquietó a los porteros. Mohamed llamó a Emre Mor y a Sofiane Boufal; Rubi reemplazó a Borja Iglesias, Baptistao y Piatti y matizó el equipo con mayores precauciones. Todo derivó hacia un ida y vuelta con un deje cansino, sin chispa. Afloró la calidad en algún caracoleo de Boufal, un remate de Sergio García o en el descaro de un novato, Javi Puado. Nada sirvió para apartar el partido del carril del empate. Faltaba rodaje y no sobraba combustible.
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