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Una etapa de montaña, como un infarto

Tras una gran etapa alpina, los síntomas de fatiga extrema pueden confundirse con los de un problema cardiaco, como le sucedió a Daniel Martínez en el Giro

Carlos Arribas
Daniel Martínez, a la derecha, tras prestarle su bici a Rigo Urán.
Daniel Martínez, a la derecha, tras prestarle su bici a Rigo Urán.PHILIPPE LOPEZ (AFP)

En el Tour de Gaviria y la nouvelle vague colombiana destaca también Daniel Martínez, de Bogotá, que encarna como ninguno el alma del gregario y el corazón del ciclista.

Lo hace en la contrarreloj por equipos, donde sus relevos son importantes para que el EF, el equipo liderado por Rigo Urán, termine entre los mejores; lo hace de nuevo el miércoles, en la recta eterna que lleva a la meta de Sarzeau, cuando, a cinco kilómetros de la llegada, un movimiento de acordeón partido de la banda derecha derriba a medio pelotón, y a su Rigo con él. Viendo a su jefe y compatriota desesperado, su bici enredada en un amasijo de fibras de carbón enredadas, Martínez fue un rayo. Sin dudarlo se bajó de su bici, le ayudó a Rigo a subir y terminó dándole un empujón para que acelerara rápido, sin perder ni un segundo. “Me salió de puro instinto, no tuve ni que pensarlo”, dice Martínez, de 22 años, un escalador que vive en una nube de felicidad los días duros del llano en el Tour. “En el equipo no tenemos establecido quién le debe dejar la bici al jefe, pero hace unos meses, cuando nos conocimos en la Oro y Paz, comprobamos que usábamos la misma talla…” Y su gesto evitó que quizás Rigo, segundo en 2017, perdiera el Tour antes de llegar a su terreno.

En el Tour de 176 ciclistas, Martínez, y una noche en un hospital de Bormio, personifica también como nadie qué significa el oficio.

El 23 de mayo de 2017, nada más terminar la etapa más dura del Giro, con la ascensión del Mortirolo y dos veces la del Stelvio, 227 kilómetros, casi ocho horas pedaleando, Daniel Martínez se bebió un litro de agua fría del tirón nada más cruzar la meta de Bormio. Sufrió una congestión y un corte de digestión. Se puso, aparentemente, tan malísimo, que los auxiliares de su equipo llamaron a una ambulancia. El equipo no tenía médico. En el hospital le hicieron análisis, y al ver que tenía la troponina muy alta pensaron que había sufrido un ataque al corazón. Le internaron en la UCI cardiaca, donde pasó la noche. Por la mañana, los médicos pensaron que había ocurrido un milagro, pues Martínez, estaba totalmente recuperado. “Es que no sabían que era ciclista y que al final de las etapas estamos como estamos”, reflexiona comprensivo Martínez. “Pero me dieron el alta demasiado tarde, cuando ya había salido la siguiente etapa, y me tuve que retirar del Giro”.

“Lo que le pasó a Martínez le habría pasado a cualquier corredor del Tour después de una etapa de alta montaña”, dice Jesús Hoyos, médico del Movistar. “Cuando llegas con dolores en el pecho lo primero que miden es la troponina, un marcador de daño muscular, porque el corazón es un músculo. Y si es muy alta, piensan que sufres un infarto, y se asustan. Nada más terminar una etapa muy dura, los ciclistas la tienen altísima, síntoma de que han llevado su cuerpo al límite, de la fatiga extrema a la que llegan. Pero esto es el ciclismo, la búsqueda siempre de los límites físicos”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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