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Otamendi, de tipo duro a defensa total

“Ahora entiendo el juego”, explica el central, que con Guardiola en el City ha dejado de ser un marcador para dar salida al balón

Otamendi, ante Italia el viernes.
Otamendi, ante Italia el viernes.OLI SCARFF (AFP)

Que Nicolás Otamendi (El Talar, Buenos Aires, 1988) era un chico duro lo sabían casi desde que lo vieron por primera vez los encargados del fútbol infantil del Vélez Sarsfield, el club donde a los siete años comenzó a labrar su carrera. Que podía ser un zaguero fiable lo percibió Ricardo Gareca, el actual director técnico de la selección peruana, cuando en 2008 le hizo debutar en Primera por encima de las dudas que sembraba entre sus entrenadores de la cantera. Que los años fueron construyendo un jugador implacable en el mano a mano contra los delanteros rivales ya pudo comprobarse durante su exitosa temporada en el Valencia (2014-15). Pero su transformación en un defensa total, un líder conocedor de todos los secretos del puesto, es algo relativamente novedoso.

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“Ahora entiendo el juego, lo disfruto. Con Pep [Guardiola] uno está obligado a crecer”, dice hoy el central del Manchester City, el mismo jugador que casi ocho años atrás fue desahuciado por la hinchada y la prensa argentina tras el humillante 0-4 frente a Alemania en los cuartos de Sudáfrica 2010, el día que Maradona decidió colocarlo como lateral derecho. En su caso como en el de tantos otros, Guardiola es el padre de todas las explicaciones.

Cuando llegó al City hace dos temporadas, el técnico se encontró con el mismo futbolista de los tiempos del Oporto y el Valencia, un jugador consolidado y respetado por su contundencia en el marcaje, listo para desacomodar al delantero adversario utilizando su cuerpo y su fortaleza. Pero también a un defensa con baches pronunciados en algunos aspectos fundamentales para el preparador catalán, como el dominio de los espacios y la salida limpia.

La prueba definitiva

Más seguro cuando su equipo se resguardaba cerca del área y un par de volantes cerraban las líneas de pase por delante de su mirada, Otamendi perdía eficacia a medida que el campo se le hacía más ancho y más largo, tanto de frente como a sus espaldas. Aunque rápido sin ser un velocista, los desajustes posicionales le hacían llegar tarde a los anticipos y los cruces, obligándole a cometer más faltas de las necesarias. Lo padecía el City en los partidos ante rivales de fuste, ya sea en la Champions o la Premier; y también la selección argentina, donde se había ganado la titularidad pero seguía generando sospechas si el rival lo sacaba de su zona de confort.

Guardiola comenzó a pulir el diamante. Poco a poco. El resultado empieza a asomar ahora.

“Nos asombró la capacidad que tiene para pasar la pelota en el momento exacto”, afirma Jorge Sampaoli, que comenzó a conocerle hace apenas unos meses: “La conduce hasta que está a centímetros del rival y la pasa justo antes. Es un toque que elimina al adversario. Diría que no juega para tocar sino que la toca para que el equipo pueda jugar”. El propio Otamendi lo explica con sus palabras: “Ahora, cuando recibo el balón ya estoy pensando cómo distribuirlo, trato de tener cuatro o cinco opciones diferentes en vista. Eso antes no me pasaba”.

Sin dudas, el pibe callado, serio y medido, a quienes sus técnicos de categorías menores no le auguraban un gran porvenir, ha crecido. Pero por supuesto, le faltan algunas pruebas que atravesar. Una de ellas, enfrentarse a un equipo que le haga trampas, que le enseñe la pelota por un lado y se la haga aparecer por el otro; que se mueva sin posiciones fijas, sin darle referencias claras para defender, que tenga volantes-delanteros que aparezcan por sorpresa desde la segunda línea, que domine el partido. Es decir, eso que prácticamente nunca le ocurre en el City, eso que previsiblemente puede sucederle contra España.

“Siempre ha tenido una enorme predisposición para aprender y mejorar. Si no, es imposible aportarle nada a nadie”, dice Guardiola cuando se le pregunta por los progresos de su defensa favorito. Este martes, Nicolás Otamendi dará un paso más en la búsqueda de su revancha personal en un Mundial (Alejandro Sabella le dejó fuera de la cita de Brasil en 2014), pero además rendirá uno de los pocos exámenes que le queda por aprobar.

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