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La Volta le allana el camino a Valverde

Victoria en Valls del murciano, nuevo líder de una carrera a la que el riesgo de aludes obliga a dejar en nada la etapa pirenaica del miércoles

Carlos Arribas
Alejandro Valverde, en la Volta 2018.
Alejandro Valverde, en la Volta 2018.Quique García (EFE)

Llega la primavera a Valls cuando el sol deja entrar un aire frío en su retirada y un ciclista de edad otoñal (para lo que se lleva en su profesión así son sus 37 años, casi 38, sus 16 años en el pelotón) levanta los brazos victorioso y jovial. Es Alejandro Valverde, que no se aburre de ganar. Mejor expresado: que solo se divierte ganando. Por eso, por puro vicio, quizás, y porque quería distraer a su hijo, Iván, que se rompió la clavícula jugando al fútbol el domingo y le operan el miércoles, ganó con un estilo que ya no cultiva (al sprint) una etapa que no tenía prevista (la víspera de una montaña que será tristemente escamoteada) en su muy estudiado camino hacia la victoria en su tercera Volta, que no será como esperaba tampoco.

El fuerte viento temido en las alturas de Vallter 2000, y el sol primaveral que se espera, ha hecho que la prudente organización, preocupada por los posibles aludes de nieve, aplique el protocolo de mal tiempo y borre del mapa la cumbre más temida de la Volta, y con ella, los dos primeras de paso, Oix y Rocabruna, dejando la etapa reina de los Pirineos en una vulgar jornada de media montaña con final en la lejana Camprodon. No parece que el asunto, que convierte a la pálida Molina, el jueves, en la única subida importante de toda la semana, preocupe mucho a Valverde, quien se siente el más fuerte en todos los terrenos, también en la montaña. Más perjudica a los escaladores que esperaban su jornada, a los colombianos jóvenes Egan Bernal y Jhojan García, y a Chaves, Nairo, Aru, Pinot y los Yates, la crema de la Volta aún invisibles.

El apetito, quizás, se le despertó a Valverde pedaleando. Con su equipo, el muy serio Movistar de Nairo y Soler también, controlando la carrera en todo momento, el murciano y el colombiano adquirieron unos segundos de bonificación en la segunda meta volante, uno de esos lugares del ciclismo en los que con una pancarta y un altavoz se logra que un pueblo como Sarral viva un día especial. Más pedaleos adelante, el tendido y tan ancho Coll de Lilla, un tobogán hacia Valls entre viñedos y cebolletas que el equipo Mitchelton de los Yates brothers hizo recorrer volando, dejó tan tocado al pelotón que en el pueblo de su amigo llorado Xavi Tondo se encontró en cabeza y con pocos rivales casi sin haberlo buscado. Así, con un acelerón final, sumó Valverde la 114ª victoria de su carrera profesional, la sexta de un año 2018 en el que ya se ha apuntado la Vuelta a Valencia y el Tour de Abu Dhabi. Y aún en marzo, aún a un mes de sus Flecha y Lieja, las clásicas que tanto desea.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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