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Froome sobrevive a su primer día en las carreteras de Andalucía

El británico abre su temporada con dorsal en la Ruta del Sol mientras en Suiza prosigue el proceso por su positivo en la Vuelta

Carlos Arribas
Froome, en el centro, recibe un trofeo del alcalde de Mijas antes de comenzar la etapa.
Froome, en el centro, recibe un trofeo del alcalde de Mijas antes de comenzar la etapa.Carlos Diaz (EFE)

Comenzó en Mijas la Vuelta a Andalucía y, virtud de unas cuantas dosis de más de Ventolín, los lectores ingleses, franceses o italianos, se han enterado más de que la Costa del Sol es "un horror de cemento y turistas baratos y cerveceros" que del estado del caso Froome, que es el foco fijo con el que más de 100 periodistas de medio mundo se acreditaron.

De lo que podía pasar en la carrera, ni hablar, por supuesto, ni, mucho menos, de que en ella debutara de azul Movistar la figura española del momento, Mikel Landa.

La prensa fue a Mijas, y de Mijas a Granda, donde terminaba la primera etapa, para hablar con Froome y para escribir de Froome, de cómo va el asunto de su positivo por salbutamol (aún transitando silencioso sobre las espesas moquetas de los despachos suizos de la Unión Ciclista Internacional, al parecer) y de cómo lo lleva el ganador de cuatro Tours, el ciclista de la década, cuya reputación y carrera pueden quedar manchadas para siempre, y con él, la del ciclismo. Cualquier mínima sanción la supondría a Froome la pérdida de la última Vuelta y le imposibilitaría la participación en los próximos Giro o Tour.

Por primera vez desde el 13 de diciembre, el día que se conoció la noticia, Chris Froome, habló mucho de lo suyo, para, como siempre, no decir nada aparte de proclamarse inocente. “Este proceso debería haberse llevado de manera confidencial”, se lamentó como en días anteriores se habían lamentado su director, Nicolas Portal, y el mánager de su equipo, el Sky, David Brailsford. “Ha habido mucha desinformación y mucha incomprensión en lo que se ha publicado. Cuando se sepa todo, estoy convencido de todos verán las cosas desde mi punto de vista. Se demostrará que no he hecho nada malo. Sé que no he hecho nada malo y lo voy a mostrar”.

En ningún momento del procedimiento ninguna de las partes ha sido capaz de avanzar una razón, ni siquiera loca, ni siquiera un filete de vaca asmática, que explicara por qué de un día para otro la orina de Froome pasara de contener menos de 100 nanogramos por mililitro de salbutamol a más de 2.000, una cantidad que duplica el límite permitido. Ni la UCI, que ha intentado convencer al británico de que no compitiera en bien de la imagen del ciclismo, ni Froome, que conoce su positivo desde el 20 de septiembre y lo ha callado ante todo el mundo, y hasta ha negociado participar en el Giro ocultando la información, ni los responsables de su equipo, que juran por una inocencia de la que, públicamente, no aportan pruebas científicas.

Según fuentes no confirmadas, como todas aquellas que han avanzado el posible estado de la cuestión las últimas semanas, el caso (las pruebas de la acusación y las de la defensa) ya han alcanzado su último estadio, el del Tribunal Antidopaje de la UCI, que debería reunirse la próxima semana.

Froome sobrevivió a sus primeros 197 kilómetros de 2018 con dorsal (el 11) en medio de las ondas negativas de un pelotón que critica sin morderse la lengua su egoísmo que les ensucia. Anónimamente (y Landa también) cruzó la meta de Granada en el mismo tiempo que el ganador al sprint, el francés del Direct Energie Thomas Boudat. Preguntado por las críticas de sus compañeros del pelotón, de directores varios y hasta de la UCI, Froome respondió con una cándida sonrisa: "Ah, el pelotón me apoya de una manera increíble".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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