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Asensio maquilla un bodrio de partido entre Leganés y Real Madrid

Un gol del mallorquín casi al final alivia a un conjunto blanco plomizo y sin gracia alguna frente a un rival conservador al inicio y más decidido después

FOTO: Asensio celebra su gol al Leganés. / VÍDEO: Declaraciones de Zinedine Zidane tras el partido.Foto: atlas | Vídeo: SUSANA VERA (REUTERS) / ATLAS
José Sámano

En un partido que mereció una enmienda a la totalidad del Real Madrid, una chispa de Asensio en el último parpadeo permitió a los de Zidane maquillar lo que fue un bodrio. Hasta que el mallorquín tocó la única tecla afinada de la noche, el Real fue la nadería. Un equipo plomizo que sobó la pelota sin gracia en el primer periodo y luego se quedó hasta sin balón. Guiños impredecibles de este juego: en el mejor momento del Leganés llegó el tanto de Asensio, un buen gol con un remate de zurda dentro del área a pase de Theo. Fue la única miga de Asensio o cualquiera de sus camaradas a su paso por Butarque.

De entrada, unos, los chicos del Leganés, ocupados exclusivamente de blindarse hasta las cejas. Para los otros, los muchachos coperos de Zidane, como si fuera un día plomizo de oficina. Nada que hiciera más llevadero el muermo. Puro barbecho en un encuentro sin tonelaje, sobremanera en el primer episodio. Periodo en el que se vio a un Real Madrid mustio con la pelota regalada por su vecino, que sin semejante artefacto se siente en la gloria. Hasta después del intermedio, el Leganés aceptó sin rechistar su inferior escala, por más que el Real de la Liga o el de la Copa del Rey no estén para mucha jarana.

Tiró Zidane del equipo que se midió al Numancia en octavos, salvo la entrada de Varane por Nacho, que tuvo turno antes del cuarto de hora, lo que tardó en lesionarse Vallejo. Sin los tres capitanes —Ramos, Marcelo y CR— y sin Bale y Benzema, el Real Madrid se expuso con un 4-3-3. Lucas y Asensio procuraron ensanchar Butarque, con Borja Mayoral de caza (menor) por el área, donde apenas hubo pisadas, y Llorente como eje escoltado por Kovacic y Ceballos. Todos reservistas, pero ni uno dio un do de pecho. Todo pánfilo, pedestre, reducido a tramitar un fútbol horizontal, sin nadie que produjera una descarga. Ni siquiera Asensio, que por las circunstancias que sean ha dejado de ser Asensio, por mucho que en el último suspiro dejara a los suyos más cerca de la semifinal. El balear parece haber metabolizado hasta el hueso su presente de jugador periférico, no capital. Como si la Copa, para el Madrid sin la púrpura de la Liga o la Champions, le supusiera un mal trago. O eso destila.

Decidido a que el partido fuera lo más hueco posible, el conjunto de Asier Garitano se plantó con dos líneas con pegamento, una zaga de cuatro defensas y medio campo con cinco volantes. A lo lejos, muy lejos, Beauvue. Nada que reprochar. El Leganés, tan meritorio en estos tiempos, es el Leganés. Y de caer en unos cuartos de final que jamás había logrado, que sea por morir de realidad.

Con esta guisa, con los pepineros a lo suyo y los madridistas sin apuntes, el primer acto fue un monótono protocolo visitante con el balón a los pies hacia ninguna parte. Un cabezazo de Varane a la grada y un disparo de Eraso al gallinero fueron las únicas señales ofensivas de unos y otros hasta que Kovacic se ofuscó de mala manera. Rubén Pérez, al borde su área, se hizo un nudo, el croata le rebañó la pelota y cara a cara con Champagne, portero local, desperdició el remate. Mayoral circulaba a su izquierda sin arresto alguno, pero Kovacic solo tuvo ojos para Kovacic.

En un choque de bostezos las oportunidades solo podían llegar al estilo de la de Kovacic, por una pifia adversaria. Así fue. Ya en el segundo capítulo, con un Leganés más descamisado y un Real Madrid aún más atrofiado, Llorente cabeceó hacia su guarida tras una salida a por uvas de Kiko Casilla. La escuadra escupió el balón.

Visto el discurrir de la cita, Zidane echó el lazo a Modric e Isco en detrimento de Ceballos y Llorente, ambos fuera de plano desde el inicio, como todos. Por entonces, el Madrid, tan borroso, ya no tenía ni el sustento del balón. El Leganés ya apretaba. Más gallardo, con el equipo a otra altura, consiguió amenazar algo a su rival. Casilla tuvo que intervenir ante una incursión de Naranjo. Y, poco después, remedió su chasco en el malentendido previo con Llorente con una buena parada ante una estupenda volea de Beuaveu. Junto al gol de Asensio, la única jugada de la noche que mereció un aplauso.

Tampoco con Modric e Isco tuvo otro flujo el Madrid. Sin gobierno en el centro, con grietas en la trinchera del errático Casilla y tan limitado en la vanguardia que hasta el tanto de Asensio no había dejado más que una arrancada de Lucas que concluyó con un tirito a los guantes de Champagne. Este Madrid se ha quedado sin burbujas. Lo mismo da el primer pelotón que el segundo.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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