El Athletic vive su partido más plácido
Los goles de Etxeita y Aduriz (2-0) dejan a los de Ziganda a cuatro puntos de los puestos europeos. El Alavés no disparó a portería y el público vibró con el regreso de Yeray, que estuvo en el banquillo
Fue tan fácil, tan liviano, tan educado el partido para el Athletic (el Alavés solo le disparó dos veces, fuera, y una de ellas en el minuto 88), que a veces se parecía más a una plácida tarde de Londres, bajo un cielo gris oscuro al que le ponía color la velocidad de Williams, el más imaginativo, el más travieso de un grupo de futbolistas con oficio en el Athletic y desnortados en el Alavés.
Se asomó un rayo de sol cuando Etxeita remató a botepronto un saque de esquina, convertido en parábola al rozar la bota de un defensor, y ya se sabe cuánto vale un rayo de sol en Londres y en el Athletic. Ese acierto derivó en una tormenta imperfecta en el Alavés, que desde entonces jamás encontró la manera de llegar a la portería de Herrerín (liquidó el partido con una parada en su haber). Siete días seguidos hubiera estado jugando el glorioso en San Mamés y jamás hubiera conseguido la gloria.
Por eso el Athletic comenzó a gustarse, a triangular, a fomentar las posibilidades de Williams, sublime en las arrancadas cortas para sortear defensas, aunque el centro no le acompañe en demasía y necesite mejorar. También en el gol, que lo tuvo al final y la portería le pareció tan pequeña que envió la pelota fuera. Pero Williams era el arma el partido, bien acompañado por De Marcos. Dos velocistas que agotaron los músculos de Duarte y obligaron a Pedraza (otro velocista poderoso) a preocuparse más de defender que de atacar.
El Alavés no imponía su músculo en el centro del campo, con dos medios aguerridos como Pina y Manu García, ni encontraba los costados, como si sus futbolistas bailaran solos en el salón de San Mamés. Entonces cometió el Athletic su principal error, corregido en la segunda mitad. Viendo la melancolía del Alavés, eligió la suficiencia para encarar el partido con un solo gol de ventaja y un mundo por recorrer hasta el pitido final.
Williams, el estímulo de los de Ziganda
El equipo de Abelardo no recogió la invitación y el Athletic sobrellevó la depresión en la que cayó el partido, cada vez más parecido a una pequeña plaza de Londres. El Alavés había perdido a los 20 minutos a Burgui por una lesión muscular, al arrancar una carrera, y su desgracias le dio una oportunidad a Bojan, que parecía defenestrado en el equipo albiazul. El Athletic al final también también perdió a De Marcos por un tirón en el muslo. ¿Precio de los parones o de la suma de partidos o casualidad?
Lo cierto es que el Athletic se rehizo y construyó su mejor fútbol en la segunda mitad, aunque también lo tuvo más fácil que nunca. Elaboró un juego a veces imaginativo, bien soportado por Iturraspe y Rico desde atrás, ideado por Susaeta y su variedad de recursos, y apoyándose en el desgarro de Williams, que ha hecho de la velocidad talento cuando el Athletic mas necesita un futbolista como él.
El cálido recibimiento a Yeray
El gol o los goles estaban al caer (como la lluvia en las plazas de Londres). Y solo cayó una gota, la que no debía, cuando el árbitro pitó un penalti que no era de Duarte a Raúl García. El engaño surtió efecto y Aduriz marcó el segundo, al 35º rival diferente que le hace gol en toda su carrera, igualando a Messi y el ex madridista Raúl en esa estadística.
Y de pronto el Athetic se encuentra en octava posición, a cuatro puntos de los puestos europeos, cuando hace unos días sufría sudores fríos mirando el precipicio y observando su juego. Al contrario, el Alavés, que venía de una racha triunfal con Abelardo, sufrió en San Mamés un cuadro de amnesia colectiva. Y por fin no se habló en el estadio de Kepa, sino de otro nombre propio, también de dos sílabas, Yeray, que estuvo en el banquillo siete meses después de que se le reprodujera el cáncer testicular. Cuando salió a calentar (aunque no jugó) recibió el aplauso unánime de la grada y cuando Ziganda realizó el último cambio de Merino por Aduriz, en el minuto 90 y con todo el pescado vendido, el público gritó el nombre del defensa sin parar.
Sí, hay vida después del culebrón Kepa.
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