Sergio sigue arriba en Valderrama; Rahm cae eliminado en el corte
El segundo día del torneo andaluz es el de la balada del amor imposible entre el golfista vizcaíno y los alcornoques y sus ramas
La educación sentimental duele. Lo aprendió Jon Rahm el viernes que se despidió de Valderrama.
Mientras Sergio García seguía explotando su idilio exigente y paciente, trabajado, su contraparte, Rahm acabó sucumbiendo en el desamor. Si no fuera por el dolor que le produjo, su crónica, la del viernes de Rahm, que se fue de Valderrama con +7, a dos golpes del corte, podría ser tan irónica como la balada periódica mixta que Torrente dedicó al amor imposible del tornillo del 12 y la tuerca del siete, de acople imposible pese al deseo. La suya, la de Rahm, hablaría de la incomprensión mutua, de la incapacidad de correspondencia entre Rahm, su bola, y los alcornoques del campo, sus ramas siempre inoportunas, sus troncos retorcidos, sus raíces. Y era tanto su deseo de que el domingo no se hablara ya de Valderrama sino de ValdeRahma. El viernes, tras su +4, se pudo hablar, menos glorioso, de Valdelágrima. “Así es el golf”, dice Rahm, como podría haber dicho así es el amor no correspondido, y se aparta de la cara una mosca de otoño que no deja de revolotear al sol brillante. “He puesto demasiada carga emocional, me he autotensionado. Todo el peso sentimental de este sitio, de la Ryder de hace 20 años.. Ha sido un problema mental. Demasiado sentimiento de responsabilidad”.
Los versos de su balada casi periódica serían algo así como Par, par, par//Bogey, par, par//Bogey, bogey, bogey//Par, par, birdie//Par, par, par//Bogey, par, par. Y de fondo, uno del público, que le ve pelear entre las raíces, las bellotas y la hierba alta del 18 y dice que ahora se va a enterar este de lo que es bueno, Valderrama es un campo de verdad. Y tiene alcornoques. Lo dice con el cierto desprecio a la excelencia, a la que insultan, que acompaña a tantos. La excelencia de Rahm en 2017 es explosiva. Dos victorias en los grandes circuitos en su primer año profesional, un número larguísimo de top tens, unas expectativas que, como diría Dickens, no tienen límite, y solo tres torneos malos, de corte. “La pena es que uno de ellos haya sido Valderrama”, dice el joven vasco. 22 años aún.
A la excelencia de Sergio García en su Valderrama nadie la pudo atacar tampoco el viernes, un día en el que él y Rahm arrastraron a todo el público. Su séquito dejó en el abandono a todos los demás jugadores, incluido al tenaz Joost Luiten, autor del golpe del año, un albatros en el hoyo 11 (un menos: un par cinco en dos golpes) que le permite acabar líder solitario (-6). Fue un hierro 4 de 200 metros que aterrizó suave en el Green y rodó manso, como imantado, hacia el hoyo acogedor. García terminó al par y, con -5, está a un golpe del líder, empatado con el inglés Robert Rock y el escocés Scott Jamieson. “Podía haber hecho dos o tres golpes menos”, dice, como quien no quiere la cosa, García, y se aparta la misma mosca, que, cinco horas después, sigue firme en su territorio. “El campo estaba más difícil y no he jugado tan bien como ayer, y hacía viento…”
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