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El Barcelona acaba mejor

Los cambios de Valverde y la forma física de los jugadores impulsan al equipo en las segundas partes, donde firma el 71,5% de los goles

Jordi Quixano
Suárez, en el momento del gol a Oblak.
Suárez, en el momento del gol a Oblak.Kiko Huesca (EFE)

Siempre tuvo claro Ernesto Valverde que la unión hace la fuerza, empeñado en fomentar el buen ambiente en el camerino y también con el cuerpo técnico porque cuando se casa con uno ya no le da la espalda. Bien lo sabe Jon Aspiazu, amigo que le llevó por primera vez a San Mamés cuando estudiaban en la universidad —Ernesto biología y Aspiazu periodismo—, que le hizo de ayudante en el filial del Athletic en el 2002 y desde entonces siempre le ha seguido por los banquillos. Incluso cuando el Espanyol le impuso a Tintín Márquez como segundo, se las ingenió para que Aspiazu entrara con otro cargo aunque compartiera competencias con Márquez. También se unió al preparador físico José Antonio Pozanco, Ros, cuando firmó con el Olympiacos y le siguió al Villarreal, Valencia y Athletic, también al Barcelona. Y, aunque silenciosos, entre los tres —junto a Ros se encargan del físico Edu Pons y Antonio Gómez— han logrado poner a punto al Barça tal y como se comprobó frente al Atlético, equipo que presumía de físico y que se quedó con la lengua fuera antes de tiempo en el empate del sábado.

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No ha habido un solo rival que haya terminado el encuentro con más pulmones que el Barcelona, acaso el Madrid en la Supercopa, en últimos compromisos de la pretemporada. Pero desde que comenzó el curso, el equipo va como un tiro: bien porque Valverde toca teclas y cambia el discurrir del duelo; bien porque a los azulgrana siempre les queda una botella de oxígeno de reserva. “Como a ellos, se notaba que veníamos del parón de las selecciones”, resopló Jordi Alba tras el choque ante el Atlético. Pero ni siquiera el césped alto pero legal del Wanda Metropolitano —estaba a 26 milímetros y el tope es 30— o la intensidad que exige el equipo de Simeone les castigó en exceso. Una constatación de que el Barça acaba mejor; una realidad que se entiende con datos porque 20 de los 28 goles que han convertido desde que arrancara la temporada los festejaron en el segundo tiempo. O, lo que es lo mismo, han logrado el 71,5% de los tantos tras el entreacto.

Cambios con intención

Aunque criticado por sentar a Iniesta, que estaba cuajando un buen partido pero quizá le faltaba el aliento por regresar de una lesión, a Valverde no le tembló el pulso. Dejó sobre el tapete a André Gomes, que no estaba fino, y se olvidó de la manida costumbre de los entrenadores de cambiar a jugadores por posición. Y, con las intencionadas sustituciones, el equipo mejoró.

Fue Deulofeu quien dio relevo a Iniesta y ahí floreció el intervencionismo de Valverde, que varió el plan porque puso a un extremo para abrir el campo, a Messi de mediapunta por detrás de Luis Suárez —desde ese momento recuperó su fútbol y su incidencia en el área rival— y puso a André Gomes a pierna cambiada, donde se expresó mejor por dentro que en el ala derecha. También entró Paulinho por Rakitic para dar músculo y no perder la intensidad que reclamaba el rival y el encuentro, y Sergi Roberto cogió el testigo de Semedo para poner el centro que Suárez picó a gol. Un sprint final que bien valió el empate y por poco, por la riña de Messi con los postes [suma seis esta temporada y más que ningún otro en los últimos 20 años con 71, seguido de Cristiano (38) y Etto’o (37), según Pedro Martín, de la Cope] casi el triunfo.

“Este cuerpo técnico no cree demasiado en los picos de forma. Se trata de lograr el mayor tiempo posible el estado óptimo”, explican desde la ciudad deportiva azulgrana. “Aunque hemos empezado hace poco, nos encontramos bien, fuertes”, señala un peso pesado del vestuario. De momento, con juego, intensidad y sobre todo goles en las segundas partes, se nota.

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