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Adiós amargo a Luis Enrique

A pesar de perder la Liga, la afición aplaude al equipo y despide al técnico en su último partido en el Camp Nou

Jordi Quixano
Pancarta desplegada en el Camp Nou para despedir al técnico.
Pancarta desplegada en el Camp Nou para despedir al técnico.A. García (EFE)

Ocurrió hace un mes, cuando la Juve descabalgó al Barça de la Champions. Aplausos y vítores desde la grada por más de cinco minutos que expresaban un profundo agradecimiento hacia el equipo. No solo porque en la ronda anterior había hecho una gesta jamás vista en el fútbol —remontar una renta de cuatro goles en contra ante el PSG—, sino porque ha firmado una época en azul y grana que situó al club como referente de la galaxia fútbol. Y anoche, aunque tampoco se dio un final feliz porque se les escurrió la Liga en manos del Madrid, la afición se entregó de nuevo a un ejercicio de ovaciones. “Se ha aplaudido el esfuerzo, el trabajo y los goles porque hemos hecho el récord de tantos (116) de nuestra historia”, convino el presidente Bartomeu; “y también a Luis Enrique, que se lo merece por sus tres grandes temporadas”. Respondió el entrenador: “La afición es un termómetro que evalúa al equipo. Nos hubiera gustado acabar en fiesta, pero no ha podido ser”.

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“Está muy difícil. Nada es imposible, pero…”, deslizaban desde el vestuario unas horas antes del encuentro. No se confiaba demasiado en una pifia del Madrid, equipo que hacía cuatro años no ganaba la Liga. Así, el Barcelona no era el protagonista principal del colofón liguero porque no dependía de sí mismo y la afición culé decidió quedarse en un segundo plano, más a la expectativa que otra cosa. Ni siquiera se llenó el Camp Nou (74.932 espectadores), síntoma de que la confianza en el alirón era escasa. Rafael Pol, ayudante de Luis Enrique, lo constató de buenas a primeras; recibió un mensaje en el móvil a los dos minutos del encuentro. Cristiano Ronaldo había hecho diana y la Liga se iba al traste. En poco o nada ayudó que Inui resolviera un remate que se coló en la portería de Ter Stegen. Nervios en el césped e improperios en la Grada de Animación, sector que creó el club. “¡Míchel, Míchel, Míchel mari...!”, entonaba hacia el técnico del Málaga en recuerdo a la famosa jugada con Valderrama. Pero, mal perdedores, se acordaban también del Madrid y sus madres.

Al Barça, en cualquier caso, le costaba horrores replicar al Eibar, que encontró en Inui otro remate y otro gol. Así, se dio una pita generalizada porque no era el primer topetazo del año con un equipo menor. Pero el colegiado se inventó dos penaltis (Messi metió y falló uno) y el Barça remontó. Aunque el Madrid marcó el segundo y la Liga sanseacabó. Quedará, sin embargo, la despedida a Luis Enrique, técnico que ha logrado ocho títulos (dos Ligas, una Champions, una Supercopa europea y otra española y un Mundial de Clubes) que podrían ser nueve de ganar al Alavés el próximo sábado. “Como decía Pep Guardiola, sin estos jugadores y sin estas individualidades es imposible ganar estos títulos”, expuso. Aunque también sacó pecho: “Vine para ser un líder y lo he sido. He decidido parar yo y me marcho cuando quiero. Lo he hecho a mi manera y estilo, dándolo todo, por lo que no tengo nada que reprocharme”.

Aunque seco en la sala de prensa, se ha ganado el corazón culé porque no han sido pocas las veces que le han vitoreado. Anoche, sin embargo, las pancartas no fueron espontáneas sino que una la puso el club y la otra la Grada de Animación con un mensaje idéntico: Luis Enrique, uno de los nuestros. “El homenaje me lo han hecho cada semana”, convino con acierto el técnico; “porque he oído canticos hacia mí en infinidad de ocasiones y he intentado devolverlo con mi trabajo”. Y cerró: “Esta nave nunca ha sido fácil ni lo será. Pero me quedo con el cariño del club, jugadores y afición”.

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