El Real Madrid resiste a un gran Sevilla
Los de Zidane logran salir invictos del Pizjuán frente a un Sevilla superior y superan el récord del Barcelona
Ni en días de tinieblas sucumbe el Madrid, forzado más de lo que esperaba por un Sevilla con una fe encomiable para remediar el 3-0 de la ida. No fue un chollo para los de Zidane, exigidos de lo lindo y siempre por detrás, en el marcador y en el juego. El Sevilla braseó el partido y solo un golazo de Asensio anestesió a los visitantes, que hasta batieron el récord del curso pasado del Barça y ya suman 40 partidos invicto. Esta vez no fue un equipo meritorio, pero la vida sonríe al Madrid, que de un duelo trepidante en Sevilla salió tan aliviado como concienciado de que la cita liguera del domingo tendrá hueso.
El remendado Madrid de Zidane, de entrada sin Keylor, la BBC, Modric, Varane y Carvajal, estuvo deshilachado, sin control, sometido a un órdago constante por un descamisado Sevilla. Fue un partido sin agarraderas, como pretendían los muchachos de Sampaoli, como detestaban los chicos de Zidane. Los locales plantearon un duelo a toda mecha y no hubo visitante capaz de gestionar una tregua, todo eran asaltos en cada sector de Nervión. Un partido de nervio, sin pausas, sin tiempo para la retórica. Quien no iba a la disputa con mandíbula acababa en la lona. Es el cuajo de este Sevilla, abocado a tirar de épica para una remontada de ensueño.
La ida en Chamartín marcó el duelo, pero nadie quiso dejar pasar la vuelta como un apeadero. Con equipos con el vuelo del Madrid y el Sevilla hubiera sido una tacha descomunal. Ambos tienen máximas exigencias. El Madrid comprobó rápido que la noche le provocaría desvelos. No capeó el equipo andaluz, lanzado desde el calentamiento, enérgico y altivo desde el comienzo. Antes de los diez minutos ya se había visto a Kiko Casilla en primer plano. Arreaba el Sevilla, con Iborra enhebrado entre Vietto y Ben Yedder, con Sarabia y Escudero desatados como laterales postizos. Del desenfreno sacó tajada el Sevilla, que madrugó con un tanto de Danilo, que cabeceó como un jabato local, pero en dirección a Casilla. El brasileño, fuera de onda, ejemplificó el espanto inicial del Madrid. Nada que ver con el Madrid bien forrado de los últimos tiempos. En el Pizjuán no hubo quien asumiera el gobierno. Sin Modric, Kroos se quedó sin escolta para trenzar el juego, para la pausa y el despegue oportuno. Todos a la carrera, lo que demandaban los de Sampaoli, volcados al juego directo, al dale que dale.
La pifia de Danilo no espabiló al Madrid, agrietado, sin hilo, sin tránsito en el medio campo y fuera de escena Morata. Tan solo Mariano se dejó ver como diana ofensiva hasta un disparo de Kroos a un dedo del intermedio. Animado por Danilo, el Sevilla tramitó el partido que quería, a campo abierto. De inicio, sin gente como Mariano, Nasri, Vitolo y N’Zonzi, el segundo pelotón se tomó el gran reto con empeño. Al equipo, siempre con el turbo, menguado por el paso del tiempo, le faltó darse una tregua, mayor finura en el cierre de las jugadas. Todo era frenético, lo que restó precisión a Vietto y Ben Yedder en algunas contras.
La trama pareció concluir de vuelta del descanso. Si el Sevilla había logrado dar intriga a la eliminatoria, todo se le fue al traste con un golazo de Asensio, un rayo episódico del Madrid, pero la jugada de la noche. Kiko Casilla despejó de puños un córner. La pelota cayó, en campo propio, a pies de Asensio, que enfiló hacia el horizonte como un trueno. De costa a costa, el chico se guisó un gol de bandera, imprevisto, porque no es un futbolista de trazo largo. Su tanto, un do de pecho, no rebajó al Sevilla, que no se rebajó ni a tiros. Sampaoli, que ya había tenido que hacer debutar a Jovetic por lesión de Correa, echó el lazo a Nasri y Vitolo. Colgados de Iborra como ariete ancla, los sevillistas empotraron a los madridistas hasta que el montenegrino se estrenó con una diana tras un centro de Escudero. Reaccionó Zidane, que envidó con Kovacic y Carvajal. Nada cambió el guion y en otro arrebato local llegó el tanto de Iborra. A dos goles de los cuartos de final, el Sevilla se ganó de nuevo el derecho a soñar. Ya era un equipo a tumba abierta, con la defensa en tanga, sin otra vista que la de Kiko Casilla.
Irreductible el cuadro de Sampaoli, una parvulada de Kranevitter le produjo el apagón definitivo. El argentino cargó contra Casemiro dentro del área cuando el brasileño estaba acorralado. Hubo contacto y el árbitro interpretó que era suficiente para decretar penalti. Lo ejecutó Sergio Ramos a lo Sergio Ramos. Con él nunca se sabe, lo mismo la revienta a la fila 40 que amaga con un toque exquisito. Esa fue la vía elegida por el capitán. Un varapalo definitivo para los locales, que ni siquiera pudieron preservar la victoria. Lo impidió Benzema en el último suspiro. A este Madrid le sale todo, en las buenas y en las malas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.