Lecciones del viejo Gianluigi Buffon
El capitán de Italia dice que a sus 38 años lo que le hace feliz es el trabajo y la convicción de que tiene “margen de mejora”
La gloria de Gianluigi Buffon es la gloria de los resistentes. El jugador que más partidos ha disputado en la historia de la selección de Italia (163) ha tenido una vida útil tan prolongada bajo los palos que la carrera le ha permitido experimentar varios ciclos sucesivos de éxito y de fracaso, propios y ajenos. Cuando Iker Casillas se instaló en la primera plantilla del Madrid, en el invierno de 1999, él ya era un ídolo en el Parma. Ahora, en el ocaso de su trayectoria, observa con melancolía el declive de su amigo, ausente por primera vez de la expedición del rival que más veces ha enfrentado en la última década. El maestro envejece más lentamente que sus discípulos.
“Me resulta extraño no encontrarme con Iker esta vez, y lo recibo como una señal de que estamos en decadencia”, dijo. “La vida del deporte es esta. Una vez nos encontramos en el lugar de los protagonistas y otra, en el de los espectadores”.
Buffon, de 38 años, y Bonucci, de 28, conforman el binomio que lidera la Juventus y la selección italiana desde 2012. El portero se presentó en la sala de conferencias del estadio de Turín en compañía de Giampiero Ventura, el seleccionador, para analizar el partido contra España.
Las preguntas recayeron sobre Buffon, que debutó con Italia en 1997 en un partido oficial de clasificación para el Mundial de Francia, y está a solo siete encuentros de convertirse en el jugador que más veces ha sido internacional en la historia del fútbol. Récord mundial absoluto que inspiró la curiosidad de uno de los concurrentes, que le preguntó por el efecto que este hito monumental tendrá sobre él y sobre sus compañeros más jóvenes.
“El efecto que me produce, si ocurre, es el de un pequeño orgullo”, dijo el portero, que se ha dejado una barba tupida que clarea con canas y que le confiere un aire intimidante, como de hombre de la frontera.
“El récord me hará feliz”, consideró, “pero hasta cierto punto. Porque los deseos se proyectan sobre el bien del equipo y sobre el poco futuro que me queda. En este futuro quiero hacerlo bien. No quiero acabar con remordimientos. Lo más hermoso que puedo decir es que estoy seguro de que todavía me queda margen de mejora. Y siento que debo aprovechar este poco tiempo que me queda para mejorar. Es el único modo que conozco para intentar ser feliz. Ser feliz para mí significa haber hecho todo lo necesario, todo el trabajo para mí mismo, para los compañeros, para el grupo. Ahora estoy trabajando en función de esto. Si después esto sirve de ayuda, de ejemplo, me dará placer pero será algo secundario”.
Buffon dijo que no recordaba los pormenores tácticos que frustraron el planteamiento de España en la última Eurocopa, en el partido que acabó 2-0. “La adrenalina me impidió pensar en otra cosa que en guardar mi portería”, dijo. “Solo recuerdo que fue un partido gallardo. Nosotros queríamos ganar a toda costa. Para ganarle a España es imprescindible sentir dentro, en el corazón, en la cabeza y en el ánimo, este tipo de deseo y de emoción”.
“Ahora me espero una España herida por aquel 2-0”, prosiguió; “más aguerrida porque comienzan un nuevo camino. Pero también nosotros comenzamos un nuevo camino. Debemos mantener los pies sobre la tierra, tener dosis de humildad y recordar sobre todo por qué conseguimos la última victoria y cómo nos aproximamos mentalmente a aquel partido. Debemos repetirlo y no sentirnos apagados. Falta año y medio para el Mundial pero debemos tener la lucidez suficiente para tener presente el valor de este partido en la clasificación”.
Gianluigi Buffon habla desde las profundidades de su propia historia con el instinto teatral de los grandes oradores clásicos. Como si supiera perfectamente quién es y hacia dónde se dirige.
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