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Dos destellos del Málaga tumban al Eibar

El conjunto guipuzcoano se adelantó en el marcador pero fue inferior a su rival

Lejeune (d) pugna con Charles.
Lejeune (d) pugna con Charles.Jorge Zapata. (EFE)

Málaga y Eibar son dos equipos en obras, acostumbrados a moverse entre tablones con clavos, madera fresca, ladrillos cara vista, cascotes y yeso del que se te pega a la suela. Hay que saber moverse en ese chapapote en el que se convierte cada principio de temporada hasta que se traduce en asfalto en el que poder circular sin demasiados sobresaltos. El Eibar está acostumbrado a construir su casa como si cada año pasara un ciclón; el Málaga también sabe lo que es reinventarse en función del mercado. Obras, muchas obras. Tantas que el espíritu industrial se apoderó del partido y lo metió en una cadena de montaje donde todo pasaba según lo previsto.

Y eso que el Eibar alteró el guión. Por ejemplo optó por un delantero pillo, listo, rápido como Nano, en vez de sus nueves tradicionales, y por Jota Peleteiro para que aprovechase su velocidad en lo pases interiores. El Málaga prefería la combinación, pero no daba con la tecla de Camacho ni con la electricidad de Juanpi.

Por eso todo ocurría como una plácida tarde de verano, incluso como una tarde de otoño fresquita. Juego en el centro del campo, algunos estados de ansiedad, algunos detalles de Nano, de Jota, de Sandro. Y detalle a detalle llegaron los goles. Primero el del Eibar, con un centro preciso de Inui, que se tragó el defensa y Nano remató con la cabeza, despejó como pudo Kameni y remachó el delantero canario como quien da el ultimo martillazo a un clavo. Era el gol ideal, en plena igualdad, al borde del descanso y en plena monotonía malaguista.

Pero la justicia distributiva decidió que el castigo era excesivo para el Málaga, que no había diferencia, y dos minutos después Sandro, un delantero sin complejos quebró en velocidad a la defensa y se sacó un zurdazo como los de antaño, atrevido, violento, directo, casi sin ángulo, inesperado. Un gol de autor, con los riesgos y la felicidad que supone apostar por uno mismo.

El Málaga araba y araba en busca de sí mismo, más que del Eibar, y el conjunto guipuzcoano araba y araba en busca del infinito, o sea de lo desconocido, que cambió el traje, no la genética, que esa es invariable, pero se le adivinaba precavido, algo que no suele entrar en sus planes, tan osado como es y como parece.

El Málaga aún no tiene el traje de Juande Ramos, aunque la columna vertebral, los cimientos de la nueva obra en curso, sean los mismos. El mismo cemento, o sea Kameni, Rosales, Camacho, Juanpi. Pero aún el perfume no es intenso. El mejor olor se lo dio un muchacho marroquí, En-Nesyeri, de planta noble y larga zancada, que se sacó un gol de un costado como quien saca la faca, pero con el pie. Estaba en el vértice del área y le dio el efecto necesario para superar a Riesgo en el palo que no podía controlar.

En cualquier construcción, siempre hay un ladrillo que está mejor puesto que el otro, y el suyo se llevo el premio. No fue mejor que el de Sandro pero los que certifican la obra siempre son mejor recibidos por la cuadrilla. Más que nada por que cumplen con el empeño.

El Eibar, generalmente sólido, había reculado, desnortado en el centro del campo y descontrolado en ataque. Bien es verdad que Adrián tuvo el gol en un centro de Pedro León pero los efectos que se dan al balón con el pie no se pueden dar con el pecho, y su pecho, como no es curvo, remató recto, o sea fuera. Fue su ocasión, su única ocasión en la segunda mitad. Poco tajo en la obra. Mucho cascote, poca escayola. Y lo pagó, porque el Málaga a poco que se aplique tiene alma de dibujante, aunque de momento prevalezcan los borrones en el tapiz verde. Pero consiguió su primera victoria de la temporada, trabajada, sin tiempo para el bocadillo, jornada continua, casi a destajo. Como exige el Eibar cuando te disputa la obra aunque al equipo de Mendilibar se le perdieran los planos en la segunda mitad y no sabía si construía un chalet o un almacén. Demasiada arena bajo los cimientos.

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