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Nadal rinde a Bellucci y a la torcida brasileña

El mallorquín se mete en semifinales tras superar la tremenda presión de la grada y el gran inicio de su rival brasileño

Robert Álvarez
Nadal celebra la victoria sobre Bellucci.
Nadal celebra la victoria sobre Bellucci.JAVIER SORIANO (AFP)

Rafa Nadal superó el pequeño calvario que le planteó la inspiración de Thomaz Bellucci y la enorme carga ambiental con que trató de descentrarle el público que llenó la pista del Centro Olímpico de Tenis de Río de Janeiro. El tenista mallorquín dio una nueva muestra de su calidad y de su carácter indomable. Necesitó ambas cualidades a partes iguales para zanjar el duelo por 2-6, 6-4 y 6-2 en dos horas y un minuto de juego.

Nadal remontó un partido que se le había puesto cuesta arriba. Jugará las semifinales contra el vencedor del partido entre el argentino Juan Martín del Potro y el español Roberto Bautista. Por el otro lado del cuadro, Andy Murray también se metió en semifinales, tras vencer al estadounidense Steve Johnson por un doble 6-1, mientras que Nishikori y Monfils se jugaban la otra plaza.

El público trató de presionarle al máximo, hasta donde pudo, saltándose las normas no escritas y a veces, hasta las escritas

Nadal llegó hace una semana y media a Río con todas las dudas del mundo. Llevaba dos meses sin entrenarse, tras retirarse de Roland Garros y renunciar a Wimbledon a causa de una lesión en la muñeca izquierda. Abanderó a España en el desfile inaugural y afrontó desde la mayor de las incertezas el triple reto olímpico: individuales, dobles y mixtos. La lluvia, el viento, las malas condiciones de una de las pistas, la acumulación de partidos. Los factores externos se fueron acumulando en la mochila competitiva. Fue pasando rondas, a Delbonis, a Sepppi, a Simon. Renunció a los mixtos para descargar una agenda repleta. Se aseguró una medalla al meterse en la final de dobles junto a Marc López, y afrontó los cuartos cargado con el optimismo por su buena respuesta durante su incierto periplo de vuelta a las canchas. Le aguardaba Thomaz Bellucci, el número 58 del mundo, El Bello, el niño maravilla, el tenista de Teté, Brasil. Le esperaba Bellucci y le esperaba el enfervorizado público brasileño.

La torcida no solo se volcó con Bellucci, sino que recibió de uñas y dientes a Nadal. Trató de presionarle al máximo, hasta donde pudo, saltándose las normas no escritas y a veces, hasta las escritas, como sucede en algunas de las eliminatorias más calientes de la Copa Davis. La grada celebró con algarabía hasta los fallos de primer saque del mallorquín y el juez árbitro tuvo que emplearse a fondo para acallarla cuando Nadal se concentraba para sacar.

Bellucci, durante el partido.
Bellucci, durante el partido.JAVIER SORIANO (AFP)

Bellucci se agrandó en el primer set. Sacó bien, uno de sus puntos fuertes, y subió con acierto a la red. Nadal estuvo tan incómodo con el público como con su juego. No le salía nada. No lograba coger el ritmo. Pareció encontrar un punto de inflexión con un par de servicios inapelables con 2-3 en el marcador. Pero Bellucci le respondió con un juego en blanco y un break que dejó visto para sentencia el primer acto (2-6, en 32 minutos). La reacción se demoró solo un par de juegos.

Después de que Bellucci igualara la segunda manga con un juego en blanco, empezó a coger ritmo, se animó con un fantástico passing paralelo, un globo perfecto a la línea para superar una de las subidas a la red de las que tanto provecho había sacado Bellucci en el primer set. Sirvió mejor, limitó algo más sus errores no forzados y fue apagando poco a poco la resistencia de Bellucci y el ánimo de los espectadores.

Un break del brasileño en el noveno juego del segundo set que puso el 5-4 en el marcador volvió a darle esperanzas. Pero Nadal ya estaba desatado, cerró el segundo set y remató el tercero con la autoridad y la excelencia que acabó reconociéndole el público que tanto le había abucheado. Un triunfo de Nadal, por partida doble.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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