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Phelps se despide con oro de su prueba fetiche

El estadounidense suma su 25ª medalla olímpica con dos nuevos triunfos: el de relevos 4x200m libre, y el de 200m mariposa, su disciplina de referencia desde 2000

Diego Torres
Phelps, durante la final de los 200m mariposa.
Phelps, durante la final de los 200m mariposa.ODD ANDERSEN (AFP)

La natación, como cualquier juego, es un conjunto de signos convencionales que sirven para construir un orden mucho más reconfortante que la realidad cotidiana. Si los 200 metros mariposa fuesen solo la denominación de una carrera, Michael Phelps no habría consagrado su vida a perfeccionar su ejecución. Si esto fuese solo deporte, el mejor nadador de todos los tiempos no habría salido del centro acuático de Barra de Tijuca tan conmocionado. Meneaba la cabeza. Parecía afectado por una mal noticia. Cuando en la conferencia que ofreció este miércoles de madrugada la presentadora pronunció su nombre y añadió “el ganador de 20 oros olímpicos”, él no pudo reprimir la gran confesión: “¡Estoy tan cansado…!”.

Michael Phelps, el deportista olímpico más condecorado que existe, acababa de conquistar dos oros en sendas finales, los 200m mariposa y los relevos de 4x200m, camino de cumplir con un programa en el que prevé ganar tres oros más. A sus 31 años, podía considerarse el primer hombre en ganar un oro olímpico de natación en un aprueba individual con más de 30. La jornada le había vaciado. Física y anímicamente. Alguien le preguntó qué le pasaba y respondió con esa especie de franqueza pueril que le caracteriza.

“Esta carrera”, dijo, evocando sus primeros Juegos, en Sydney, “se ha repetido durante los últimos 16 años. Esta prueba es como mi hermano Butter [del inglés butterfly, mariposa]. Y esta fue la última vez. Ver que esto se acaba me resulta extraño. Solo poder ver el número uno junto a mi nombre una vez más en 200 mariposa… No pudo haber resultado mejor”.

Campeón olímpico de 200 mariposa en 2004 y 2008, Phelps se tiró al agua a las 22:30 de la noche en Brasil para disputar una de las finales de mayor categoría que se han nadado jamás en esta prueba. Allí estaba el campeón olímpico de 2012, el sudafricano Chad le Clos, el tercer mejor especialista de la historia después de Phelps con un 1m 52,66s en la final de Londres. Comparecía el húngaro Laszlo Cseh, actual campeón mundial, que hizo 1m 52,70s en 2008, lo que le convierte en el hombre más rápido que ha existido en esta prueba, y su compatriota de 20 años Tamas Kenderesi, el único en bajar de 1m 53s en las semifinales. El japonés Masato Sakami, que en los nacionales de Tokio de este año había hecho 1m 54,21s, completaba el abanico de aspirantes.

La carrera concentró una expectación descomunal. Los nervios de algún participante incluso provocaron una salida en falso. Phelps la dominó con aparente holgura. Pasó por el primer muro en segunda posición (24,85 segundos) siguiendo a Cseh. El veterano húngaro, de 30 años, quizás salió demasiado rápido (24,77s). Lo pagó con un naufragio progresivo mientras Phelps, Le Clos y Kenderesi avanzaban casi alineados, midiéndose, vigilándose como si pudiesen descubrirse alguna debilidad en el fragor del chapoteo y el griterío.

“Sabía exactamente cómo nadaría esta carrera Chad y lo vi acercarse hacia la última pared”, recordó Phelps, del paso por el 150. “Cuando faltaban diez metros y le vi otra vez, me dije: ‘Dios mío! ¡Me estoy quedando tieso…!’. Perder la final de Londres es algo que he llevado clavado todos estos años…”.

“La carrera que de verdad quería ganar esta noche eran los 200 mariposa”, recalcó, como si el voluntarismo hubiese pesado una tonelada a la hora de decidir entre el perdedor y el ganador. La diferencia resultó tenue. Si la final de Londres que tanto abrumaba a Phelps se inclinó en favor de Le Clos porque llegó cinco centésimas de segundo antes (0,05 segundos), la final de Rio perteneció a Phelps porque se adelantó en cuatro. No fue Le Clos el que más se acercó al oro si no Sakai, que se emboscó en el sexto puesto y aceleró como un torpedo en el último largo. Hizo 29,67s en los 50 metros finales y tocó la pared con una marca global de 1m 53,40s. Phelps lo superó con 1m 53,36. Si se hubiera cortado las uñas, habría perdido el oro.

“Quería recuperar ese título”, repetía, antes de marcharse a la Villa. “Llevaba clavada la final de Londres y hubo un par de cosas que necesitaba ajustar en los últimos metros. Necesitaba esa brazada demoledora. La última brazada de Londres me hizo perder el oro y la última de Rio me dio la victoria. No me interesa el tiempo. Solo quería ganar”.

El bronce se lo llevó Kederesi con 1m 53,62s. Los tiempos fueron vulgares para el estándar de Phelps, autor de los últimos ocho récords mundiales que se han batido y muy capaz de bajar de 1m 53s.  Apenas tuvo una hora para recuperarse. La final de relevos, donde hizo de ancla, fue la prolongación del homenaje. Estados Unidos se impuso sin dificultades al Reino Unido. Japón, con una asombrosa generación de libristas, fue el tercer equipo en el podio.

“Estaba bastante quemado después de los relevos”, admitió el ídolo. “Nadar los 200 mariposa y volver a competir ha sido duro. Este doble es mucho más duro de lo que era antes. A los 31 años ha sido un gran desafío. Probablemente mi jornada más difícil”.

Antes de que cogiera dos botes de fideos chinos y saliera corriendo para darse un baño de hielo alguien le preguntó qué significaban estas dos medallas con la perspectiva de su trayectoria. Michael Phelps solo atinó a repetir lo mismo una y otra vez: “¡Qué ganas que tenía de recuperar el título de 200 mariposa!”.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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