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JUEGOS OLÍMPICOS | ANÁLISIS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ruido de Nadal

Manuel Jabois
Nadal celebra un punto ante Delbonis
Nadal celebra un punto ante Delbonis FERNANDO BIZERRA JR (EFE)

Hace tres años vi jugar en directo a Nadal. Ocurrió en un buen escenario, París, durante su visita anual de la exposición universal de Roland Garros. Había algo particular en el ruido con que viajaba la pelota; el famoso efecto endiablado con que ganó sus partidos a Federer, ese raspazoa la pelota que obligaba al suizo a devolverla con el revés casi subiéndose a una escalera, dejaba un rastro sonoro en la pista como de llegada de los indios. Sacudía la pelota con el efecto adecuándolo a la cadencia, y producto de ello se generaba una especie de sinfonía. Con los ojos cerrados, si uno aprendía a dominar aquel impresionante asunto, podía distinguirse el sonido de la bola de Nadal, y a partir de él adivinar su dirección (la fuerza no; la fuerza casi siempre es la misma, incluso en las dejadas).

La patrimonialización de Nadal, su intervención estatal como mejor deportista español y abanderado en Río después de no poder serlo en Londres, lo convierten siempre en unos Juegos en el hombre a seguir. Va más allá de la pista, por eso las dudas con que llegó a Brasil son también dudas que afectan al espíritu del equipo olímpico español.

Su influencia va más allá de la pista, por eso las dudas con que llegó a Brasil son también dudas que afectan al espíritu del equipo olímpico español

Como si de alguna manera a Nadal lo fuesen a talar en las primeras rondas y talasen también no sólo lo que España puede hacer sino también lo que no: filtrar el desaliento. Ayer frente a Delbonis empezó errático, con un mal saque, incapaz de poner en marcha la fabricación industrial de su juego. Pese a todo se apuntó el primer set.

En su último entrenamiento, como si de un aviso se tratase, en Rio se desataron unos vendavales que terminaron desmontando una pista de peloteo. Es curioso porque en su mejor momento, ése que no se sabe con seguridad si llegará a volver con el esplendor antiguo, el juego de Nadal era viento. Con el mismo trágico ruido con que se aproximaba la pelota desmontando también la estrategia y el juego del mejor tenista de la historia, Roger Federer.

En Brasil ese viento sólo ayudó a hacer sentir más cerca las dudas y los presagios sobre el papel que Nadal se tiene reservado para sí. Es, allí, el español más grande. En la medida en que se vuelva a escuchar en la pista el ruido de su peloteo (“tenía la voz llena de dinero”, le hacía decir Fitzgerald a su Daisy Buchanan) se decidirá también el destino de Nadal, ligado siempre como primer objeto de valor a España. A Hemingway, por razones parecidas, no le dejaron desembarcar en Normandía: querían preservar su vida. Nadal va a tener que entregar, otra vez, parte de la suya.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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