Una goleada y todos felices
Francia, con la mejor versión de Pogba, arrolla en el primer tiempo a una Islandia que tiró de su encomiable orgullo hasta el final, para festejo de sus hinchas
Pies a tierra. Islandia bajó de la Luna de sopetón, con cinco cachetes de la Francia de acero de estos tiempos. De la Francia de Platini y luego Zidane, a la de Pogba, su póster. Una selección con menos seda que cuelga de jugadores de físico portentoso, un equipo atlético, esculpido a la griega de Olimpia. Como muestra, el segundo gol, un córner ejecutado por Griezmann que despertó a la bestia, ese prodigio físico que es Pogba. Llegó al cabezazo como si fuera una manada. A Bödvarsson, que andaba por allí, le arrolló el séptimo de caballería.
Apenas iban veinte minutos, pero Islandia ya jugueteaba más en las gradas que en la cancha. Giroud ya le había estampado de bruces contra la realidad. Y no solo a los nórdicos. De paso a los ingleses, en casa, frotándose los ojos por lo que es Islandia y por lo que su Inglaterra. Una pesadilla para los pross, un cuento de hadas para los islandeses. Jugadores y pueblo, no olvidarán jamás esta Eurocopa, que irá de boca en boca durante generaciones. El fútbol tampoco les postergará de su memoria.
No hubo partido en París. Desde el inicio, los muchachos de Hallgrimsson y Lagerbäck no pudieron ni reñir con los franceses. Francia no tardó en cumplir con el deber. Matuidi asistió en largo a Giroud, que tiró un desmarque entre los centrales, se plantó ante el meta visitante y enhebró la pelota entre sus piernas. Fuera o no fuera de juego, a los defensas islandeses les pilló en Reikiavik. Los galos olieron que era día para darse algún gustazo. Sus rivales, que la despedida era cuestión de unos ochenta minutos más. Tan encomiable es esta selección que jamás, pese a los chuzos que se avecinaban bajó la guardia o se refugió para una zurra considerable. Poco purifica más que un perdedor con todos los honores.
Sin Kanté y Rami, sancionados, Deschamps se decantó por Sissoko para suplir al pivote y Umtiti para relevar al zaguero. Buena noticia para los aficionados del Barça, que no tendrían muchas pistas de su nuevo fichaje. El chico, de 22 años, lleva unos días en su Disneylandia particular. Fichaje azulgrana y estreno internacional en una gran competición, lo que no hacía un francés desde hace 50 años, De Michele en el Mundial de 1966. Umtiti se llevó una tarjeta por llegar tarde a un cruce y salió para mal en la foto del primer gol nórdico. Por lo demás, tramitó el partido sin grandes enredos. No era el día para su examen final, ni siquiera parcial.
El técnico francés mantuvo a Griezmann donde le gusta, en una posición ancla entre Giroud y los dos medios centros. Como tiene panorámica, disfruta. Y también Francia, que es otra, una segunda versión. En la de Pogba hay algo del viejo formato alemán, cuando cada jugador llegaba a futbolista como una superpotencia de origen. No es desdeñable, por supuesto. No hay a la vista alguien con su deslumbrante esplendor físico, pero si unos cuantos mucho más ordenados. Es joven, y si le vuelan los pajarillos de la cabeza podría estar en la escala superior de esta época.
Al descomunal cabezazo de Pogba sucedió un tercer tanto que puso ante el espejo a Islandia. Como en el pase de Matuidi en el primer gol, a muchos metros de distancia del destinatario, esta vez fue el propio Pogba quien por delante de sus centrales conectó con su delantero centro, Giroud. Este, listo, dejó pasar la pelota para Griezmann, que se plantó ante Halldorson sin que le detectara radar islandés alguno. 4-0 y encuentro más que liquidado antes del intermedio.
Idílica aventura
El segundo acto sirvió para engrandecer aún más el orgullo islandés. Sus jugadores se fueron hacia Lloris, nada de arrugarse. Buscaron con todo el empeño rebajar la goleada, pese a lo expuestos que eso les dejaba. Y consiguieron sus dos goles para poder decir que, al menos, el segundo tiempo lo ganaron ellos. Otro motivo para celebrar como celebraron el final de su idílica aventura, todos fusionados, fotos incluidas, con sus incansables aficionados, que agotan solo de oírlos. También dio para despedir a Gudjohnsen, aquel que antes de hacer carrera en el Chelsea y en el Barça debutó en su primera liga saliendo al campo para relevar a su padre. Nunca pudo soñar que cerraría así su carrera. Una goleada y todos felices.
Mientras brindan y brindan los islandeses, Francia va rumbo a Marsella, donde el jueves le espera Alemania. Casi nada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.