Luka Modric, el mejor en las peores circunstancias

El Madrid atravesaba lo más oscuro de la depresión que le hizo perder la Liga entre noviembre y enero cuando un empleado del club oyó decir al entrenador, Rafa Benítez, que si tenía que escoger a un futbolista imprescindible el primero de su lista era Luka Modric.

La elección resultó significativa por múltiples razones. Primero, porque el equipo no acababa de jugar bien con regularidad y el técnico tenía dudas respecto a casi todo, desde la competencia de algunos de sus futbolistas hasta la organización del club. Segundo, porque en aquella época la mayoría de los profesionales de la plantilla manifestó su rechazo hacia el entrenador madrileño, de forma más o menos explícita, incluso delante de las cámaras de televisión, alimentando un clima de desconfianza mutua. Tercero, porque en el vestuario señalaban que la brecha con Benítez podía explicarse en las continuas correcciones que hizo el técnico a Modric.

Benítez interrumpió los entrenamientos alguna vez para explicarle al croata que debía cambiar su costumbre de controlar la pelota con el exterior del pie derecho. La advertencia tenía lógica, como explicó el propio Benítez, pues cuando el balón se controla con el perfil exterior, queda expuesto a que un rival pueda llevárselo si presiona al receptor. En cambio, cuando el control se realiza con el interior, la pelota queda protegida por la posición del cuerpo, que se interpone frente a los hostigadores. Eso es lo que indica la ortodoxia y esto es lo que pregonaba Benítez. Pero, a sus 30 años y después de ganar una Champions</CF>, el pequeño maestro croata había hecho del gesto vicioso parte constitutiva de su identidad como futbolista. Siempre se atribuyó a los jugadores más finos el empleo del exterior del pie y Modric no solo es un jugador orgulloso de su clase. Es balcánico.

Las enmiendas del entrenador escandalizaron a los veteranos, que lo interpretaron como la ofensa de un teórico que nunca controló balones en Primera. A Modric tampoco le sentó muy bien que le pidieran que dejara de hacer algo que no le había impedido convertirse en el mejor futbolista de su país además de un centrocampista de referencia en todo el mundo. Sin embargo, el más tolerante fue Modric. Allí donde muchos dejaron de poner en las prácticas toda la energía que tenían, él insistió en trabajar sin descanso, haciendo lo posible por cumplir con todo aquello que le pedía el jefe.

Apreciar las virtudes de los jugadores en momentos de optimismo y levantamiento de trofeos siempre fue más sencillo. Lo verdaderamente complicado es identificar futbolistas capaces de destacar en la crisis. Modric añade a su versatilidad un respeto ciego por su oficio.

Su lesión ante la República Checa (distensión en el abductor de la pierna izquierda), cuando Croacia estaba dominando el partido (1-0), provocó un derrumbe. Sin Modric, el equipo acabó empatando sobre la hora (2-2), y exponiendo cierta falta de coraje, como definió Ivan Rakitic. "A nivel del carácter, esta selección de Croacia no tiene nada que ver con la del 98", dijo el volante del Barça. "Antes había personalidades mucho más fuertes, eso es seguro. Los Asanovic, los Boban, los Bilic, daban un paso al frente cada vez que las cosas se ponían difíciles. Ahora somos más ordenados, menos locos".Luka Modric, que se declara heredero del temperamento de su ídolo Boban, ha empezado por ponerse la camiseta número diez. Si la lesión le impide jugar, España tendrá mucho ganado.