Aíto García Reneses: “El camino recto es el que lleva más lejos”

“Cuando tenía 30 años pensaba en el futuro, ahora solo pienso en disfrutar el presente. Esa es la clave para seguir aquí”, explica Aíto García Reneses mientras colecciona parabienes por sus bodas de oro con el baloncesto. 10 temporadas como jugador, 38 en los banquillos y dos como general manager resumen la ilustre contabilidad en la élite de un gentlemande la canasta que ha trascendido generaciones creando escuela y proyectando talentos.

En diciembre cumplió 69 años de una vida dedicada a la canasta desde el patio del colegio Ramiro de Maeztu. “Solo se pueden alcanzar 50 años en el baloncesto si te integras perfectamente y evolucionas con él. Incluso, presumiendo, diré que yendo por delante. Es muy difícil cambiar las cosas y cuando cambias llegan las críticas, pero con el paso del tiempo tienes la satisfacción de que aquello que te criticaban es lo que acaban haciendo todos. El camino recto es el que lleva más lejos y, aunque no sea recto y haya ondulaciones, siempre tiene que haber una meta clara. Ganar o perder importa, pero sobre todo importa saberlo llevar”, resume el decano de los entrenadores españoles en su ideario.

“Jugué con él desde los 10 años, cuatro en el primer equipo del Estudiantes, y después coincidimos en la selección nacional júnior, con Pepe Laso y Javier Añua de entrenadores. Por aquel entonces ya dominaba los tiempos del juego, tenía una impronta de liderazgo y una gran capacidad analítica. Siempre ha sido una persona íntegra y consecuente con los valores que aprendimos en el Ramiro”, recuerda Vicente Ramos durante el homenaje que la pasada semana se tributó a Aíto en Madrid, donde se anunció el impulso oficial de la Liga para su entrada en el Hall of Fame y la entrega al actual entrenador del Gran Canaria de la insignia de oro y brillantes de la ACB.

“Aíto es el elogio a la sencillez. Tiene ideas claras acompañadas de una firmeza absoluta. Siempre sabe lo que quiere. Nunca ha vivido de cara al público sino con la cabeza centrada en su trabajo, con una fortaleza y vocación absolutas”, cuenta Pepe Laso en una semblanza que abarca medio siglo. “Entre el baloncesto en el que empezó Aíto y el actual puede haber una diferencia de 15 kilos y 12 o 14 centímetros de altura por cada jugador. Antes el campo resultaba grande y ahora se queda pequeño. Muchos cambios, pero él nunca ha salido de la rueda y nunca ha dejado que se le pare el reloj. Le queda mucho carrete por delante, siempre que haya un proyecto que le guste. El entrenador envejece pronto porque cada mañana se tiene que calzar los guantes de boxeo para utilizarlos con un jugador, con un directivo, con un periodista y eso desgasta mucho. Pero Aíto no tiene necesidades económicas y se pone los guantes con pasión y elegancia. No le pone paja a sus proyectos. No habla de proyectos deportivos sino de proyectos humanos”, completa Laso.

Aíto debutó como entrenador en un modesto equipo de regional catalana, el Club Bàsquet Esparreguera, compaginando la pizarra con su última temporada como jugador en el Barcelona. Pasó 10 temporadas en el Circol Catòlic de Badalona —el histórico Cotonificio— y dos en el Joventut antes de llegar al Barcelona como entrenador. Estuvo 16 temporadas en la entidad azulgrana y lo ganó todo, excepto la Copa de Europa —a pesar de disputar seis Final Four—. En 2001 regresó al banquillo de Badalona, donde permaneció hasta 2008, cuando fichó por Unicaja tras llevar a España la plata olímpica en Pekín. Después dirigió al Cajasol y ahora suma su segunda temporada en el Gran Canaria.

“Coincidimos por primera vez cuando él deja el Cotonificio y llega al Joventut como entrenador en 1983. Apenas tenía 20 años y en esa etapa de formación, en la que eres muy moldeable, me marcó definitivamente. Las rutinas mentales y de concentración que me dio para afrontar los partidos y entrenamientos las aproveché durante toda mi carrera. Después, siendo presidente del club, le fiché y tuvimos la última gran época en Badalona cuando ganamos la Copa y la Uleb en 2008 con Rudy y Ricky. Siempre fue un adelantado. Las cosas que hoy son normales las inventó él. Es un maestro”, repasa Jordi Villacampa citando nombres formados bajo la alquimia de Aíto, en una lista de talentos en la que aparecen el propio Villacampa, Costa, Jiménez, Pau Gasol, Navarro y, recientemente, Tavares y Porzingis.

Formador de talentos

Desde la Penya, Aíto viajó a Barcelona para consolidar definitivamente su estatus de solemnidad. “Es uno de los grandes mitos del baloncesto español”, sentencia Eduardo Portela. “Núñez, junto con Salvador Alemany, lo mantuvo siempre, dando ejemplo de estabilidad, porque en el Barça Aíto era el alma de la sección. Pero no quiso ficharle ninguna estrella que superara el salario de los jugadores del equipo de fútbol. Sin esa norma no sabemos el límite que hubiera alcanzado aquel Barça”, añade el exdirectivo azulgrana y presidente de honor de la ACB. “Nuestros enfrentamientos, sobre todo con el Madrid y el Barcelona, eran auténticas luchas tácticas. Era un enemigo muy importante, de esos que engrandecen este deporte. Es un entrenador genuino”, completa Lolo Sainz.

“No hay que desilusionarse nunca porque en un momento dado no metas una canasta y te las metan todas. Hay que seguir siempre con el mismo espíritu. Es una filosofía de vida: no dejarse llevar ni por las euforias excesivas ni por las decepciones”, cierra el homenajeado.