Paulo Dybala, el pibe de la pensión
El punta de la Juve, que no ha marcado en Champions, superó las dificultades para cumplir el deseo de su padre (20.45, BeIn Sport)
A Paulo Dybala, en Córdoba (Argentina), le conocían como el pibe de la pensión. A la residencia del Instituto, el equipo en el que se formó y jugó desde los 10 hasta los 17 años, se mudó cuando tenía 15. La edad en la que falleció su padre, Adolfo. “No había día que no me acompañara a los entrenamientos, a una hora de coche desde casa. No había partido que no fuera a verme. Cuando falleció, pedí permiso para volver a casa [Laguna Larga]. Estuve seis meses jugando en un equipo del pueblo. Luego volví al Instituto de Córdoba y me quedé en la pensión porque nadie podía llevarme y traerme en coche. Me encerraba en el baño y lloraba a escondidas. Fue duro, pero aguanté porque quería cumplir el sueño de mi padre. Sé que estaría orgulloso de mí”, contaba Paulo Dybala en noviembre de 2014 en una entrevista en Sportweek. El sueño de su padre era que uno de sus tres hijos (Gustavo, Mariano y Paulo) llegara a ser futbolista profesional.
“Gattuso me enseñó a encajar las patadas. Con él aprendí el cuerpo a cuerpo y a anticiparme
Lo consiguió el pequeño de los tres que hoy tiene 22 años, llegó a Italia por 12 millones de euros y hoy es cortejado por toda Europa. La Juve lo fichó del Palermo el pasado verano por 32 millones (quizás valga ya el doble ahora). Lleva 16 goles en 35 partidos y espera anotar su primer tanto en Champions esta noche (beIN Sports, 20.45) contra el Bayern en la ida de los octavos.
Para Zamparini, el presidente del Palermo (el mismo que en su día se hizo con Cavani y Pastore cuando nadie los conocía) que le fichó en 2012, Dybala será mejor que Messi y Cristiano. “En 2015 será el mejor extranjero de la Serie A y en 2016 costará más de 40 millones”, vaticinaba Zamparini en la temporada 2013-14. Para Massimilano Allegri, el técnico de la Juve que le fue dosificando poco a poco a principio de temporada para que se adaptara a las exigencias de un club de élite, Dybala va camino de ser el “líder técnico” del equipo.
La abuela materna es italiana y el abuelo paterno polaco. Se fue a Argentina después de la guerra sin nada y le salvaron antes de que se muriera de hambre
“Tiene una gran capacidad de aprendizaje, es una esponja, basta con mirarle a los ojos, está tremendamente concentrado, tiene mirada de killer, le ves que quiere conseguir su objetivo”, le define su entrenador. Dybala, que lleva el dorsal 21, el mismo que lucieron Zidane y Pirlo, ha ido derribando puertas cual huracán. Con su cara de niño bueno, sus ojos azules y su voz pausada. “Esta temporada tenía pensado marcar 15 goles y me da que voy adelantado…”, bromeaba hace poco el argentino.
Lleva 16 (13 en Liga, dos en Copa y uno en la Supercopa) y ocho asistencias. Delantero con una calidad técnica extraordinaria, tiene también una gran visión de juego, madurez, un gran golpeo de balón, no suele recrearse, juega fácil y no es nada egoísta en la cancha. Dice que siempre pide la pelota porque se aburre sin ella, pero no le cuesta soltarla si ve a algún compañero mejor posicionado.
En el Palermo jugó de trescuartista (con Gattuso) y de punta (con Iachini), en el 4-4-2 de Allegri juega un poco más atrasado. “Gattuso me enseñó a encajar golpes y patadas. Le tuve un par de meses y en los entrenamientos me marcaba. Si lo saltaba, me tiraba al suelo. Así he aprendido a defenderme en el cuerpo a cuerpo y a anticiparme al rival”, explicaba Dybala, que con el Palermo jugó un año en Segunda. Ojeadores del Inter y del Real Madrid, en su día, descartaron ficharle porque los 4 millones que pedía el Instituto de Córdoba les parecieron muchos para un chico tan joven al que veían como refuerzo para la cantera.
Con 15 años lloraba a escondidas en el baño de la pensión. Aguanté para cumplir el sueño de mi padre
En el Palermo tuvo el aterrizaje ideal en el fútbol europeo. Lejos de los focos y de las exigencias de un club grande, Dybala pudo ir creciendo poco a poco e integrarse a otra cultura y otro idioma. La abuela materna es italiana y el abuelo paterno (Boleslaw) polaco. Este se fue a Argentina sin nada cuando acabó la Segunda Guerra Mundial después de ser obligado a trabajar para la Alemania nazi. Así lo contó su hermana, Henryka, en un bonito documental polaco de Mateusz Swiecicki. “En Krasniow no había trabajo después de la guerra, mi hermano se fue a Argentina sin conocer a nadie. Durmió durante dos semanas en campos de maíz y ahí lo encontraron unas buenas personas que le salvaron la vida antes de que muriese de hambre”. Así empezó la historia de los Dybala en Argentina. De su abuelo, Paulo parece haber heredado el carácter y las ganas de luchar. Las de ganar, dice, las ha aprendido en la Juve.
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