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El día que el Real Madrid presentó la rendición en la Liga

La directiva cambió de planes el 21 de noviembre tras la derrota del clásico. El empate en Málaga (1-1) del domingo apenas altera a una plantilla concentrada en la Champions

Diego Torres

Zinedine Zidane dijo en Málaga que la Liga “no está perdida”. En parte es cierto. La Liga del Madrid no está perdida para los que diseñan el mensaje público del club, ramificados en el departamento de comunicación. La Liga no está perdida para los cabalistas. La Liga no está perdida para los aficionados más creyentes. En lo que respecta a la directiva, a los jugadores de la primera plantilla, y al cuerpo técnico, incluido el propio Zidane, la Liga está perdida desde hace tiempo. Es lo que se deduce de conversaciones mantenidas con futbolistas, empleados y dirigentes del club.

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Predicaba Pitágoras que la única verdad está en los números. Siguiendo esta advertencia la directiva del Real Madrid encargó el verano pasado una serie de estudios para determinar mediante cálculo de probabilidades los puntos que debía ganar el equipo, y los que no podía perder, si pretendía conquistar la Liga. Según fuentes administrativas del Bernabéu, los analistas evaluaron los resultados de los campeonatos pasados, estimaron numéricamente el poderío actual de cada club, y determinaron la influencia de un calendario decisivamente favorable en sus 10 primeras jornadas. Finalmente, estimaron que el título sería imposible si después del clásico (en la 12ª jornada) el Madrid no lideraba claramente la clasificación. Fue así como el 21 de noviembre, tras la derrota ante el Barça (0-4), la temporada quedó científicamente resuelta: Barcelona, 30 puntos; Atlético, 26; y Real Madrid, 24.

Más inclinado a creer en sus analistas que en Rafa Benítez, su entrenador en aquella época, el presidente Florentino Pérez comenzó en noviembre a redirigir la estrategia hacia la Champions y en lo que había que hacer para, al menos, superar los octavos de final y no acabar eliminado de todas las competiciones en la primera semana de marzo. La planificación del club giró durante este tiempo alrededor del 17 de febrero, fecha señalada del partido en el estadio Olímpico de Roma.

El nombramiento de Zidane, el 4 de enero, obedeció a esta hoja de ruta, según explica un alto cargo madridista. La idea fue proporcionar al nuevo técnico al menos un mes para poner a punto al equipo con vistas a Roma. Los servicios médicos elaboraron un calendario para ajustar la recuperación de los lesionados, a ser posible, considerando la cita de Roma. Los preparadores físicos fueron instruidos para que la plantilla alcanzara su pico de forma en Roma. Del trasiego en el club a los jugadores les resultó imposible no inferir que el objetivo primordial consistía en salvar el trámite romano. En todos los estamentos del Madrid la Liga dejó de ser una meta para convertirse en el escenario perfecto para acoplar las ideas del nuevo entrenador al juego del equipo. El mejor entrenamiento se desarrolló contra el Deportivo, el Sporting, el Betis o el Granada.

Los buenos resultados, cinco victorias y un empate, alentaron una humilde esperanza en el vestuario de Valdebebas. Algunos volvieron a creer que existía una posibilidad de atrapar al Barça. Como dijo un responsable del club antes de embarcarse hacia Roma, hace una semana: “Este miércoles nos jugamos todo; la Liga en Gijón; y la Champions en Roma”.

A la hora del partido en el estadio Olímpico, la expedición del Madrid ya sabía que el Barcelona había ganado al Sporting su partido atrasado y se ponía a 60 puntos, siete por encima, un espacio sideral a falta de 14 jornadas para la conclusión de la temporada. Según un miembro del equipo, cuando los jugadores salieron a enfrentar a la Roma ya entendían que la Liga estaba perdida. Sospechaban que solo les quedaba la Champions para defender al club, y a ellos mismos, de una crisis que amenazaría con cuestionarlo todo, comenzando por sus contratos.

Los líderes del vestuario son conscientes de que los señala la directiva tanto como la masa social, y que la eliminación de la Champions generaría un clima de incredulidad general. No solo se pondría en duda la gestión del presidente sino el profesionalismo de una plantilla y un entrenador negativamente ponderados desde los despachos, en donde hay dirigentes que hablan de la conveniencia de una purga y de la contratación de José Mourinho para encabezar el próximo proyecto. Hasta finales de enero, los contactos entre Jorge Mendes, agente de Mourinho, y los altos cargos del club, fueron reiterados. Cuenta una persona muy próxima a las negociaciones que ambas partes discutieron la conveniencia de firmar un documento para garantizarse mutuos compromisos en caso de que se cumplan las condiciones pactadas. Mourinho nunca ocultó que su prioridad es ocupar el cargo de mánager del Manchester United.

El abrazo frenético de Zidane con Cristiano y Ramos, junto al banquillo del Olímpico, tras el 0-1, no fue casual. Fue una señal de desahogo. De alivio tras muchas horas de tensión máxima.

El empate en La Rosaleda (1-1) fue un golpe duro para una hinchada que sueña. Pero en el interior del club no ha supuesto un cambio dramático del sentimiento general. Allí creen que las cosas están un poco mejor que el 21 de noviembre. Al menos los cuartos de la Champions parecen asegurados.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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