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Los sueños alcanzados de Figallo

El pilier argentino llegó tarde al Mundial de rugby y ahora podría despedirse de la selección por una norma de la federación

Figallo tras la semifinal entre Argentina y Australia.
Figallo tras la semifinal entre Argentina y Australia. Alastair Grant (AP)

Cuando Juan Figallo (La Plata; 1988) le pidió a su padre que le llevara al Mundial 2007 para ver a Argentina la respuesta fue: “Si quieres ir vete como jugador”. El reto no amedrentó al pilier, que cuatro años más tarde estuvo con los Pumas en Nueva Zelanda. En 2015, parecía que serían las lesiones lo que le apartaría de su sueño de conseguir una medalla mundialista y se perdió la convocatoria inicial, pero el viernes contra Sudáfrica, estará en el banquillo listo para jugar su segundo partido del torneo. Aunque, tras un cambio normativo de la Unión Argentina de Rugby, el jugador se verá apartado los próximos años del equipo nacional, aunque eso tampoco le quita el sueño de enfundarse la camiseta albiceleste.

Tras jugar los cinco partidos de Argentina en el torneo de 2011, una lesión de cuello truncó su desarrollo en el combinado nacional y desde 2013 dejó de entrar en los planes de Daniel Hourcade. Un año después se mudó a Londres, para jugar con los Saracens, y se impregnó del profesionalismo inglés y su rugby físico.

El trabajo dio sus frutos y en julio de este curso, cuando la selección preparaba en Australia el Rugby Championship 2015, que iba a servir de puesta a punto para el Mundial de Inglaterra, Figallo partía como el favorito para acompañar al veterano Marcos Ayerza y al capitán Agustín Creevy en la primer línea de la melé Puma. Pero, en un entrenamiento, se rompió el ligamento interno de la rodilla izquierda y tuvo que volver a Londres antes de tiempo para operarse. Hourcade le llamó justo antes de cuartos tras la lesión de Nahuel Tetaz Chaparro, y asegura que no le resultó difícil adaptarse gracias a que ya había conocido los nuevos sistemas de los Pumas durante la concentración en Australia.

Figallo no acepta que su vuelta al equipo sea una cuestión de suerte y lo siente por su compañero. Para el pilier, su presencia es fruto de que no se rindió y se machacó en la recuperación, que se presumía de entre tres y cuatro meses. “Tenía el sueño de estar aquí. No bajé los brazos y me cagué a palos para recuperarme”, explica desde el último hotel de concentración de Argentina y tras jugar sus primeros minutos como puma ante Australia; “estoy viviendo sentimientos encontrados. Por un lado estoy muy contento de volver a jugar con el equipo dos años después y de estar en el Mundial, pero por otro estoy triste porque volví en una derrota en semifinales contra los Wallabies”.

El de Sudáfrica puede ser el último partido de muchos de los veteranos argentinos, pero también el de algunos no tan mayores como Figallo. En principio, a partir de 2016, solo podrán jugar en los Pumas los jugadores que se desempeñen en Argentina. Esta es una medida que ha tomado la Unión Argentina de Rugby para reforzar su nueva franquicia del Super Rugby, competición en la que se medirán a equipos australianos, neozelandeses, sudafricanos y uno de Japón, en la competición de clubes más exigente del planeta. El pilier tiene contrato con los Saracens hasta 2017 y tiene intención de cumplirlo.

No parece muy de acuerdo con la norma, pero la entiende y la acata sin rechistar. “Siempre me voy a considerar parte del seleccionado nacional y voy a trabajar por estar aquí. Si después no me llaman, mala suerte. Duele mucho, seguir soñando que algún día cambie. Estaré listo si vuelven a abrir los puentes”, afirma el pilier.

La decisión de Figallo viene motivada desde la fidelidad a quien le ha dado mucho. “Tengo contrato con los Saracens y estoy bien en el club. Me han ayudado en los momentos malos, pese a lesionarme con Argentina me operé e hice la rehabilitación con ellos y, después, me han dado todas las facilidades para volver”, explica el jugador.

Pero para él y para el resto de los Pumas todo eso viene después del partido contra los Springboks, ahora su sueño es “salir caminando con la medallita” el viernes en el Estadio Olímpico de Londres.

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