Valverde reina en la última curva
El ciclista del Movistar doblega a Sagan en un emocionante final en Vejer de la Frontera
Que no, Que no es el día de Valverde. Que es el de otros. De Chaves, de Purito Rodríguez, de Dani Moreno. Que no es un final para Alejandro. Hablaba en Estepona, en la salida, Eusebio Unzue, manager del Movistar, cobijando a su ciclista. No en vano el traje típico de las vejeriegas se denomina el cobijado, un manto negro y una saya hasta los pies, que apenas deja ver un ojo. Mujeres ciclópeas que en algún tiempo pasearon por el pueblo blanco su total oscuridad.
Pero Valverde tenía la etapa en la pupila, a pesar de la dureza del arranque de los últimos cuatro kilómetros. Si nada ocurría entonces, en esas pendientes que alcanzaban casi el 20% de desnivel, el final era un anillo de oro para su dedo. Y se lo puso sin rozarse la piel. Era un final de película negra, con callejuelas estrechas, curvas de 90 grados, ascensiones, descensos, adoquines. Un escenario perfecto para fugas policíacas: ahora te veo, ahora no te veo.
Pello Bilbao, del Caja Rural, fue el primero que retó a los policías manteniendo un par de kilómetros una escapada tan emotiva como inútil. Losada fue estirando el pelotón hasta darle caza. Cuando la cuesta suspiró y descansó, Samuel Sánchez, tomó el relevo y le siguió Nicholas Roche. Aquello tenía más fuste, no solo por los ciclistas, sino por el momento elegido. Llegaba una bajada y Samuel Sánchez borda los bordillos con hilo fino. Pero se le acabó el aliento. Roche resistía y Majka, trabajando para Sagan, y Losada para Purito, pusieron la sirena a la bicicleta para alcanzar al irlandés que salivaba oliendo la meta.
Entonces, todo apuntaba a Sagan, al eslovaco sagaz por el que tanto había trabajado su equipo para destruir la escapada que protagonizaron seis ciclistas para animar una etapa larga (210 km) y que el calor no derritiese las ruedas. Sagan pasaba a ser el favorito, bien colocado. Purito circulaba demasiado atrás, igual que Froome, que Chaves, que Van Garderen, que se había dado una costalada en San Fernando para que cada día tenga su herida.
Y ahí surgió Valverde, que no era su día, que no era su etapa, como decía Unzue, cobijando a su corredor, despistando al resto, derivando la responsabilidad, aunque nadie se lo creía. Surgió Valverde con esa potencia que exhibe bajo el sol, cuando brilla el asfalto. Superó a Roche poco antes de la última curva, pero Sagan se agarraba a su rueda soplándole en la nuca. El murciano se cerró poquito a poco para evitar el curveo del eslovaco. En la curva estaba la meta y Sagan se nubló, descolocado, sin sitio y sin el último golpe de pedal para ganar por riñones.
Y es que no era un sprint al uso. Era un sprint de montaña, de los que exigen más fuerza que habilidad, pero donde la experiencia es un grado. Vejer avisa en la subida que el viajero entra en “la ciudad de la infancia”, pero se impuso la veteranía y la tecnología. Dijo Valverde que conocía la subida por investigarla en internet a través de esas páginas que proponen imágenes de cualquier trayecto. Ahí, junto al ordenador, estudió sus callejuelas, su firme, sus curvas, sus porcentajes. Nada de improvisación. Pero al final quien manda es el pedal e internet no da pedales, que se sepa.
En la curva estaba la meta y Sagan se nubló, descolocado, sin sitio y sin el último golpe de pedal para ganar por riñones
Purito Rodriguez fue sexto y el último que entró en el mismo tiempo de Valverde (que sumó 10 segundos de bonificación). Froome, Quintana, Aru, Landa perdieron tres segunditos simbólicos. Todos vieron volar el sillín de Valverde cuando Majka se lanzó como un poseso a por todo, a por lo que fuera. Entonces supo dos cosas el ciclista murciano: que era el momento de intentarlo y que llevaba a su rueda a Sagan “porque lo reconocí viendo su sombra en el asfalto, por la coletilla...”.
Incrustado entre los dos jefes del Tinkoff, esperó su momento de gloria, su décimo triunfo de etapa en la ronda española. Cosas del destino. Se decía que no era el predestinado y el destino le eligió a él. A Sagan le persiguió su sombra y le delató su coleta. En el ciclismo, como en tantas otras cosas, las circunstancias no son baladís. Un detalle da una victoria y la victoria es el mejor detalle de una carrera. Un detalle que deja a Valverde a 25 segundos del líder, Esteban Chaves, amenazado a cinco segundos por el holandés Dumoulin. Detalles, siempre detalles entre las calles de un pueblo blanco.
Y es que no era un sprint al uso. Era un sprint de montaña, de los que exigen más fuerza que habilidad, pero donde la experiencia es un grado
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