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Toros de agua

Las chicas del waterpolo han dedicado seis semanas a fortalecer su físico con sesiones de ocho horas para defender el título mundial en Kazán

Lorena Miranda y Ru Tarragó, durante un entrenamiento en el CAR.
Lorena Miranda y Ru Tarragó, durante un entrenamiento en el CAR. Cristobal Castro

“¡A tope, a tope hasta el final!”, grita Claudio Camarena, la mano derecha de Miki Oca, seleccionador nacional en la piscina descubierta del CAR de Sant Cugat, a 40 grados a la sombra. Trabajan las campeonas del mundo con pesas en el agua y nadan ancladas a tensores, cables elásticos pegados a la pared de la piscina; por mucho que bracean, ni se mueven. Llevan seis semanas de trabajo y apenas han jugado tres amistosos contra Rusia. Ganaron los tres. Ayer jugaron  en Italia contra Rusia el primer partido del 4 Naciones, un torneo amistoso que las medirá también con las anfitrionas y con Holanda, en Siracusa. “Más Jeni, más”, pide Camarena. Y Pareja, escogida la mejor jugadora del último mundial, el que encumbró al equipo español como el mejor del mundo en las Picornell de Barcelona, braceaba sin moverse un metro.

“Ha sido muy duro, de verdad, pero sabemos que vale la pena”, explica la capitana. “Tira del grupo como líder, en la piscina y fuera. Es ejemplar. La verdad es que todas nos lo ponen muy fácil por su comportamiento”, reconoce el seleccionador español que terminado el trabajo y responde a la pregunta de cómo consiguió convencerlas para olvidarse de la Superliga Mundial en Shanghái y trabajar en una situación tan límite como la que ha generado las últimas seis semanas. “El mérito es de ellas, de su capacidad para el trabajo, de su alegría. Sabemos que podemos crecer sobre la base del esfuerzo y eso hacemos. Se motivan solas. Por eso son las mejores”, confiesa Oca al borde de la pileta.

“Vamos a pelear en el Mundial contra equipos que promedian diez o quince centímetros y quince o veinte quilos más que nosotros. Eso hay que pelearlo”, explica Oca; “era el camino que debíamos seguir para crecer como equipo. Si crecemos podemos ganar el mundial y encontrar el camino a Rio”. Y para eso han trabajado en sesiones de ocho horas, durísimas. “El ambiente es buenísimo, si no, sería imposible”, suma Camarena. “Nos lo ponen muy fácil porque tienen mucho hambre por ganar y es adrenalina las arrastra una empapa a la otra. Seis semanas se hacen largas, la rutina es dura, De no ser por el ambiente de grupo, sería imposible”, completa el segundo entrenador.

Hemos ganado masa muscular y lo hemos notado en el uno contra uno”,  dice la portera Laura Ester

“Estamos como locas por competir”, asegura Maica García, la mejor boya del mundo, que admite que no ha sido fácil el trabajo pero da razón de cómo lo han sacado adelante: “Nos jugamos el orgullo de repetir título y pensamos en el europeo y el preolímpico así que nos han dado mucha caña, es verdad, mucha tralla en dos semanas, pero tenemos clara la razón, el objetivo y eso lo hace más fácil”. Y añade: “Prescindimos de la liga Mundial porque usamos la cabeza pensando en el cuerpo”. “Hemos trabajado a saco. Increíble. Mucho”, explicaba, tras otro entrenamiento tremendo, Anni Espar. “A lo yanqui”, terciaba Ru Tarragó, que sabe de qué habla, porque estudia y juega en EE.UU. “Lo necesitábamos, se lo pedimos y nos lo han dado todo”, resume Oca, orgulloso, otra vez, de sus chicas.

“Nos dijo: “Os quiero fuertes”. ¡Y estamos como toros!”, exclama Laura Ester; “hemos ganado masa muscular y lo hemos notado en el uno contra uno. Lo noto yo en la portería, así que imagínate ellas, mucho más”, defiende la mejor portera del mundo que asegura que mentalmente, con el objetivo de volver a ser campeonas del mundo y con los JJ OO en el horizonte –se clasificaría España si es campeona de Europa el año que viene- es “muy fácil meterse en la rutina del trabajo”.

Vamos a pelear en el Mundial contra equipos que promedian diez o quince centímetros y quince o veinte kilos más que nosotros. Eso hay que pelearlo”, explica Oca

“Nos han dado caña, pero nos gusta”, dice Lorena Miranda, cada vez más madura, que también reconoce las ganas de competir. “Sabemos que estamos más fuertes, pero hay que verlo en la competición, para eso hemos trabajado tanto. No te imaginas las palizas que nos hemos dado, pero sabemos que el camino es este, así que no hay excusas. Esta vez tocaba esto”, tercia Marta Bach. “Es que hemos pillado. Pero estamos encantadas; estamos hechas unos pibones” bromea Mati Ortiz, la defensora de boya.

El plan el CAR era rutinario: tres horas de entrenamiento por la mañana, comida en el restaurante del centro de alto rendimiento, café de grupo en el kiosko de la cercana estación de Sant Joan de los Ferrocarriles de la Generalitat, siesta en las instalaciones del CAR, otra paliza, en la piscina o en el gimnasio, de dos o tres, dependiendo del día, por la tarde y luego, llegar a casa tan rendidas, que ni ganas de salir a pasear. La imagen ha dado nombre al grupo: las estrellitas de mar; caían rendidas sobre la cama, brazos y piernas abiertas, incapaces de mover un músculo, vencidas por el sueño, incapaces de reaccionar. Se ríe Pili Peña. “Si, esa es la imagen. Como estrellitas de mar”, reconoce la madrileña.

“Hemos sufrido, pero estamos muy fuertes” dice consciente de que otra vez han sido capaces de sufrir como equipo en sesiones de ocho horas, sin más partidos que los que les organizaban para que se pegaran con los chicos del juvenil. “Es cuestión de aguante, físico y psíquico. Cada una ha de poner de su parte si queremos ser las mejores” resume la de Alcorcón. “Quien algo quiere, algo le cuesta” asume Pareja, camino del vestuario mientras explica que ya no le caben las camisetas de manga corta de tanto como ha musculado el brazo. “Menos mal que en verano uso las de tirantes” se ríe, guapísima. Pese a que su edad la señala como la veterana del grupo -“esta abuela, pero se mantiene bien” le vacilan las compañeras al pasar- su figura brilla a 40 grados a la sombra, en el CAR de Sant Cugat. “A ver si la paran en Kazán” dicen los técnicos. Entre los pinos, en la descubierta del CAR de Sant Cugat, retumba todavía el grito de Camarena: “¡A tope, a tope hasta el final!”.

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