Nadal aprueba ante Dimitrov
En su primer examen de altura en Madrid, el español supera por 6-3 y 6-4 al búlgaro y se cita en las semifinales con Berdych
"Desde Montecarlo no tenía una sensación como la de hoy”, reconocía Nadal después de batir a Grigor Dimitrov (6-3 y 6-4 en una hora y 47 minutos), de celebrar con rabia un triunfo que le sabe a gloria porque le sitúa por segunda vez esta temporada en unas semifinales del Masters 1.000 –la primera fue en el Principado– y le cita con el checo Tomas Berdych (6-3, 6-7 y 6-7 contra John Isner), a un solo peldaño de la final de Madrid. Después de doblegar a Johnson y Bolelli en las rondas previas, el de Manacor fue pragmático en un pulso que demandaba más el traje de faena que el frac.
Porque enfrente, como apuntaba el propio Nadal el día anterior, “uno de esos test serios que ponen a uno en su sitio”. A sus 23 años, Dimitrov tuvo una irrupción poderosa en el circuito de la ATP por su revés a una mano y su repertorio técnico, pero aún se le espera. No termina de coger vuelo el búlgaro, pese a todo un adversario imprevisible, capaz de lo mejor o bien de borrarse del mapa. Integrante del grupeto de jóvenes destinados a ejecutar el relevo generacional, entre los Raonic, Nishikori o Kyrgios, de momento el punto más alto que ha hollado son las semifinales de Wimbledon, el año pasado.
En los casi 650 metros de altura de Madrid, sus pelotazos perdieron precisión. Al principio, él y Nadal regalaron puntos preciosos, cargados de ritmo, hoy día lo ideal para que el español engrase la muñeca y las piernas y llegue fino a París. Como él dice, lo que ocurra en el futuro es una incógnita, pero si la valoración debe ser diaria, ante el búlgaro tuvo un rendimiento óptimo. Hizo daño con el saque y ganó cadencia con peloteos largos y profundos ante un adversario que envía la bola siempre con picante. Y ahí estuvo la noticia. Frente a un examen exigente, muchos codos, preparación. Autocontrol.
Desde Montecarlo no tenía una sensación tan buena como la de hoy”
De acuerdo, el primer parcial fue relativamente plácido; resuelto el intercambio de golpes, en forma de tres breaks, Nadal cogió el toro por los cuernos y se soltó; drives punzantes y un buen par de reveses cruzados a dos manos. Pero después, cuando el búlgaro empezó a encontrar los ángulos y a exhibir su técnica de derecha, a moverse como un bailarín de la escuela clásica en el segundo set, supo capear el temporal. Constancia, persistencia; ese gota a gota que defiende ante el micrófono y que, madridista él, apunta más a los principios del cholismo que al libro de estilo de la Casa Blanca.
Y ante la barricada, Dimitrov perdió los nervios. No encontró la vía y se desesperó. Tanto que terminó por reventar su raqueta contra la arcilla de la central de la Caja Mágica. Acto seguido, le honra al búlgaro, pidió perdón a la grada. Un calentón. Un arrebato que no cambió el paso a su contrincante, eufórico en el festejo y contenido en el discurso a pie de pista. “Sabía que tenía que jugar un poco mejor que los días anteriores y lo he conseguido. En el primer set he tenido momentos muy buenos y estoy feliz por ello. Para mí es un resultado muy importante”, admitió Nadal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.