La fe también mueve los marcadores
El Athletic vence al Rayo con un gol de Aduriz, fruto del coraje de Balenziaga
Del Athletic se teme la fe y del Rayo, el quejío. Ambas, son dos virtudes indefinibles a las que se les da mil vueltas para explicar lo inexplicable. La fe, se supone que es un asunto inmaterial que excita las vísceras. Y del quejío, hay poca explicación: es eso que algunos flamencos tienen y ningún no flamenco tiene y se expresa con las cuerdas bucales o con las cuerdas de la guitarra. En resumen, que son dos equipos bastante inexplicables, lo que les hace ser amables con el espectáculo, sea para bien o para mal.
ATHLETIC, 1 - RAYO, 0
Athletic: Iraizoz; Iraola, Etxeita, Laporte, Balenziaga; San José; Susaeta (Ibai Gómez, m. 80), Mikel Rico, Unai López (De Marcos, m.34), Muniain (Williams, m. 65); y Aduriz. No utilizados: Herrerín, Toquero, Beñat y Gurpegui
Rayo Vallecano: Toño (Cristian Álvarez, m. 45); Tito Zé Castro, Amaya, Nacho (Morcillo, m. 45); Jozabed, Fatau; Lica, Bueno, Kakuta; y Baptistao (Manucho, m. 66). No utilizados: Trashorras, Quini, Pozuelo y Álex Moreno.
Gol: 1-0. M. 86. Aduriz.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a San José, Nacho, Fatau, Aduriz y Mikel Rico
Unos 48.000 espectadores en San Mamés.
Para bien, le sucedió al Athletic que a los cinco minutos Aduriz le dejó un regalo de Reyes a Unai López que el muchacho, en vez de abrirlo, lo rasgó rompiendo la sencilla maquinaria del juguete. Lo malo para el Athletic es que el intercambio de regalos debía haber sido al revés. Lo bueno para el Rayo es que a renglón seguido, Kakuta probó dos veces a Iraizoz para explicar que su presencia no era anecdótica en San Mamés. Toma y daca producido por la nula presencia de los centrocampistas. Cuando no hay croupiers, cualquiera asalta la banca. Y los asaltos tienen su punto de emoción.
Todos los centrocampistas del partido se antojaban frágiles. Apenas aguantaban los más defensivos, San José y Fatau, porque tirar un tabique siempre es más fácil que levantarlo. El centro del campo se puede concebir como un muro o como una sala de máquinas. O como un espacio vacío. Y eso fue durante medio partido. Y por eso casi todo ocurría a balón parado. Los disparos de Kakuta o Bueno, el cabezazo de Laporte que repelió Toño.
En el ir y venir, iba el partido. El Athletic buscando las obras con las que construir su fe y el Rayo, el quejío que sacara la nota imposible de una bota. Con la guitarra desafinada, no templada, el Rayo prefirió en la segunda mitad arrejuntarse en su campo y esperar el zapateado rojiblanco. Lo hubo, aunque desacompasado. Golpeaba el Athletic el césped como quien taconea la madera, pero apenas Mikel Rico tuvo la ocasión de alcanzar la red con un disparo mal medido. Faltaba compás.
Cuando no hay 'croupiers', cualquiera asalta la banca. Y los asaltos tienen su punto de emoción
Pero en la mima medida en que se falsean notas para construir buenas partituras, la fe se encarna en el más imprevisible. A falta de dos minutos para el tiempo reglamentario, cuando los tramoyistas se preparan para retirar el mobiliario, Balenziaga se empeñó en ganar un balón: lo peleó con un defensa, chocó y se lo llevó, centró y otro defensa rechazó, pero aún le dio tiempo a cabecearlo ligeramente para que llegara a los pies de Aduriz y lo enviara a la red de Cristian (que había sustituido al lesionado Toño en el descanso). Se juntaron dos autos de fe: el del corajudo Balenziaga y el del francotirador Aduriz. Difícil fallar el tiro, en esas circunstancias. Y los dos equipos se retiraron saludando desde el centro del campo a sus aficiones. No es que lo dijera Boskov, sino que football is football, se gane o se pierda.
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