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Chema, el irreductible

A los 35 años y tras una lesión grave, el central pilota a España con su estilo particular

Alejandro Ciriza
Chema Rodríguez intenta lanzar ante Henrique Teixeira, de Brasil.
Chema Rodríguez intenta lanzar ante Henrique Teixeira, de Brasil. Oliver Weiken (EFE)

Una manada de hombretones se aproxima, a cada cual más hercúleo. Ahí está Viran Morros, longilíneo e interminable; ahí están Maqueda, Andreu o Guardiola, Cañellas y Entrerríos, bigardos todos ellos; ahí está también Aginagalde, un armario empotrado; y ahí, en medio de todas esas torres, como un escolar entre los chicos mayores del instituto, aparece con las manos en los bolsillos Chema Rodríguez (Palencia, 35 años), a ritmo alegre y trotón. “Soy el gordito”, dice el central de la selección, al que le asoman un par de canas en las sienes. “Me tienen respeto porque ya soy un viejecillo”, explica antes del encuentro de hoy contra Chile (15.00, Tdp).

La suya es una historia de superación, de remar a contracorriente. Él, palentino de 1,85 y 92 kilos, está cortado por un patrón distinto. “Me siento muy orgulloso de haber llegado hasta donde he llegado con el cuerpo que tengo. Encima, el balonmano cada vez ha evolucionado hacia jugadores más grandes y más fuertes, pero ahí estoy yo, que no soy mucho de maltratarme en el gimnasio, rellenito y no muy alto, con todas las de la ley”, señala mientras suelta una carcajada y se ajusta la chaqueta negra del chándal.

Soy rellenito, no muy alto... Me toca ser director y compensarlo con visión táctica

Asomó la cabeza en 2005. Entonces, el seleccionador Juan Carlos Pastor apostó por él en el Valladolid y después lo citó para el Mundial. Poca gente daba un duro ni por el uno ni por el otro. “Se la jugó, le cayeron muchos palos”, indica; “pero parece ser que el tiempo le ha dado la razón, ¿no?”. Ese año, en Túnez, fue decisivo. Aires renovados entre una nómina de referentes como Garralda, Uríos o Barrufet. “Imponían”, recuerda; “pero no tuve miedo. Me dijeron: ‘Hala chaval, tú eres el que manda en la pista. Te toca dirigir”. Y así lo hizo. Con él a los mandos, España triunfó.

Llegó la gloria, el despegue, y después Ciudad Real: “Había firmado un precontrato con el Portland para ir a Pamplona, pero vinieron y pagaron mi cláusula [800.000 euros]”. El traspaso mundial más elevado hasta esa época. “Que los pagasen por Rutenka o Karabatic, bien, pero que lo hicieran por mí, un chico de Valladolid…”, relativiza el central, ahora en el Veszprém de Hungría y al que su tendón de Aquiles le traicionó cuando iba como un tiro, en 2008. “Lo tenía totalmente destrozado, porque no es que se rompiera, es que me explotó. Literal. Desapareció y me tuvieron que poner unas cuerdas. Me dijeron que era casi imposible que volviera a jugar, o que si lo hacía no iba a poder hacerlo a alto nivel. Por suerte tuve a los mejores médicos y me machaqué. Pude salir. Gracias a eso estoy hoy aquí”.

Ese maldito tendón le privó de los Juegos de Pekín y perdió el tren de la selección. El técnico Valero Rivera contó con él de inicio, pero después desapareció. “No pude ir a los de Londres tampoco, pero nunca perdí la esperanza. Eso sí, ni yo mismo me creía que iba a estar jugando a esta edad”, admite Chema, el segundo más veterano de la selección, por detrás del meta Sierra (36).

“Es único”, apunta el capitán Raúl Entrerríos. Opinión a la que se añade Viran: “Es irreductible, nunca muere. Tiene ese juego tan especial que le hace diferente. Cuando pone la moto es imparable”. Y habla Cadenas: “Se merecía venir por todo lo que ha hecho”, justifica el seleccionador; “no sólo puede llevar el peso del partido, también puede cambiar la dinámica y nos aporta mucha seguridad”.

Si España se traba, ahí está Chema; si hay que poner salsa en el vestuario o echar una mano al compañero, ahí se encuentra él; y si hay que reivindicar un estilo, una forma diferente y transgresora de moverse sobre el 40x20, todos lo saben. “Me toca ser un director. Compenso el déficit físico con una visión más táctica”, retrata él. En un momento en el que los centrales de calidad abundan en España, el seleccionador le ha elegido a él, al gordito que sueña con conquistar su segundo Mundial y estar en Río. Por algo será.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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