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Pioneros olímpicos, 50 años después

Cuatro de los españoles que destacaron en los Juegos Tokio 1964 recuerdan la cita

Antonio Nieto
Echevarría, Areta, Loren y Ballesté, en la sede del COE.
Echevarría, Areta, Loren y Ballesté, en la sede del COE.LUIS SEVILLANO

“¡Mira, mira!”, parece decir uno de los asistentes, pelo cano y chaqueta verde de cuadros, mientras señala el informativo del NO-DO proyectado en la pantalla del salón de actos. El noticiero recoge la crónica de los Juegos de Tokio y desencadena el viaje a 1964 para los 36 exatletas presentes en el homenaje del COE a los deportistas españoles de los Juegos Olímpicos de Tokio (53) y a los de invierno de Innsbruck (6). Las anécdotas saltan de butaca en butaca hasta la Villa Olímpica de la capital japonesa. “Unos chalecitos que habían ocupado los americanos cuando llegaron a Tokio en la II Guerra Mundial. Para Japón, era un comenzar de nuevo. Una epifanía”, recuerda el padre Luis Felipe Areta, Pipe, (San Sebastián, Guipúzcoa, 72 años) sacerdote, 13 veces campeón de España en salto de longitud, y sexto en los Juegos de Tokio, lo que le valió el diploma olímpico y uno de los mejores resultados para los españoles.

Areta, en los Juegos de Tokio 1964.
Areta, en los Juegos de Tokio 1964.efe

Su recuerdo le lleva a una mañana lluviosa, “un día de perros”, en el estadio olímpico de Tokio. La pista de ceniza se iba haciendo más blanda y los participantes pasaban por ella dejando unas marcas muy por debajo de sus registros habituales. En la calificación, a Areta le salió un salto de 7,46m, se colocó noveno y obtuvo el pase a la siguiente fase, —“¡qué gozada!”— que se disputaría esa misma tarde. Ahí no pudo hacer más que los 7,34m, que certificaron su sexta posición. Areta ya había participado cuatro años antes en los Juegos de Roma, con solo 18 años. “De repente me encontré con figuras y mitos como Adhemar da Silva, campeón de triple salto, que luego hizo películas de Tarzán”.

Solo un año antes y tres días después de lograr el récord de España con 17 años, Areta pidió la admisión en el Opus Dei. Algunas de las medallas de su palmarés se las ofreció como regalo a Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la institución. “Así tenía la oportunidad de hablar con él”.

Para Japón, los Juegos fueron como una epifanía Luis Felipe Areta. Salto de longitud

“Qué coco tienes”. Jaime Echevarría (Getxo, Vizcaya, 77 años), corta el relato de Areta y le devuelve a Madrid, 2014. Echevarría jugó como medio derecho de la selección de hockey sobre hierba, a la que le sobraron 10 minutos en Tokio para lograr un bronce, frente a Australia. “Entonces le pitaron un penalti claramente injusto a Julio Solaun, en una bola fuera del área”, recuerda. En aquellos años, cuenta, el hockey era un deporte totalmente amateur. “Los entrenamientos consistían en dar cuatro vueltas al campo y tirar a gol, que era lo que te divertía”. Las antípodas de la sofisticación.

“Fue una época muy romántica”, evoca María Asunción Ballesté (Sabadell, 66 años), que se presenta orgullosa como la primera española que compitió en 100m mariposa en unos Juegos. “Y eran tiempos muy distintos. Las mujeres no estaban bien vistas en el deporte de élite. A mi madre le costó entender mi potencial. Fue una lucha a contracorriente”. Sin dinero ni ayudas para el deporte, Ballesté valora el carácter de pioneros de su generación y la originalidad ante los pocos recursos. Como casi no había piscinas de 50 metros, su entrenador, el holandés Kees Oudigeest, les preparó para unos Europeos en una balsa de regadío que había en Rellinars.

Las mujeres no estaban bien vistas en el deporte de élite María A. Ballesté. 100m mariposa

Fueron los Juegos que vieron derrumbarse a un mito nacional, cuando el holandés Geesink derrotó a Kaminaga, en judo, deporte olímpico por primera vez en Tokio; y los que vieron a Bikila colgarse su segundo oro consecutivo en maratón, aunque esta vez tras haber competido con calzado. Para el recuerdo de aquella generación, también quedó el capítulo que escribió Valentín Loren (Zaragoza, 68 años), que aún conserva el cuerpo de un peso pluma. El aragonés peleaba su segundo combate contra el tailandés Hung Chang y el árbitro le amonestó por tener la cabeza agachada. “Normalmente, te daban dos avisos más, pero la segunda vez me mandó directamente al rincón”, explica. Y allí, animado por Vicente Gil, que fue médico de cabecera de Franco —“sin querer echarle la culpa a nadie”— se fue contra el árbitro. Y le dio un puñetazo.

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Sobre la firma

Antonio Nieto
Desde 2018 es redactor de Vídeo de EL PAÍS. Antes, pasó sus primeros cinco años en la sección de Deportes del diario. Es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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