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Un Nibali humano

El vencedor de la carrera no avasalla en la contrarreloj, que gana el gran Martin

Carlos Arribas
Vincenzo Nibali durante la contrarreloj entre Bergerac y Périgueux.
Vincenzo Nibali durante la contrarreloj entre Bergerac y Périgueux.afp

En todos los deportes, como recuerda Libération en un reportaje, ha habido personajes revolucionarios, gentes que han marcado un antes y un después en la historia de su deporte: han existido Jack Brabham, Abebe Bikila, Dick Fosbury, Jesse Owens o Maradona. En ciclismo, en el diario francés, irónicos ellos, sus periodistas, citan a Lance Armstrong, cuyo carácter revolucionario, subrayan, ha residido en la olímpica forma en que se ha burlado de las leyes antidopaje. También, podrían haber dicho que en el ciclismo, el deporte de las tradiciones, la única revolución la protagonizó la EPO, un alimento tan completo que no solo cambiaba y aumentaba la capacidad del corazón, de la sangre, de las entrañas, sino que también cambiaba el alma y llevaba a sus consumidores a perder la perspectiva, a confundir la codicia con la generosidad; o como se podía entender la necesidad imperiosa de ganarlo todo, de arrasar, como un acto de entrega al público, a la afición que tanto espera de mí.

Para Nibali, conociendo los vatios que es capaz de generar, han previsto un tiempo 25s superior al de Martin

Apoyado en el asta de una bandera de Kazajistán con la mano derecha, con un buen vaso de tinto en la izquierda, Nicolai Vinokúrov ve pasar el Tour. Son las 10 de la mañana y el padre del jefe del Astana ya está preparado para festejar el seguro triunfo en el Tour del líder del equipo. No es el único de lo que a muchos gusta llamar entorno que se ha levantado con la ansiedad de los grandes días. Por la mañana, aunque entre los viñedos de Bergerac la humedad ya sea asfixiante, trabajan los estimadores, los deseos, las ambiciones.

Enzo (así le llaman, como a Ferrari, en Messina) Nibali ha anunciado que se siente tan fuerte que él, un escalador, quiere marcar también la contrarreloj final como territorio propio, como han hecho siempre los campeones. En su equipo, sus mecánicos, su gente, que lo admira y vive en una nube, eso solo significa una cosa: Nibali va a ganar la contrarreloj, que se prepare Tony Martin. Ha ganado en las británicas islas, ha ganado casi en el pavés, y ha ganado en los Vosgos, en los Alpes, en los Pirineos. Solo le falta una contrarreloj. Y, así, hasta se apuestan una cerveza con quien muestra su escepticismo.

Los estimadores, los técnicos de Specialized, su marca de bicis, son más cautos. Martin, que ha salido prontito pues está a casi tres horas en la general, ha terminado su prestación con un tiempo espectacular: 1h 6m 21s, a casi 49 kilómetros por hora de media en un recorrido de interminables repechos desazonadores, y encima, en vez de un plato de bordes mordisqueados parece que llevaba una paella instalada entre los pedales, un monstruo de 58 dientes que movía como quien baila. Para Nibali, conociendo los vatios que es capaz de generar, conociendo su ritmo cardiaco al levantarse y cómo está de sangre, han previsto un tiempo 25s superior al de Martin. Un gran tiempo, pero no victorioso.

"Si quieres te cuento mi vida, mis sacrificios, cómo dejé Sicilia a los 15 años y a mi familia... Quizás así puedas entender algo", respondió cuando le preguntaron si corría limpio

Por fortuna para él, y para su fama, limpia, sin sombra, Nibali no fue Ferrari en el asfalto pesado del Midi francés, castigadas, al fin, por el sol. Fue humano Nibali, con su plato de 56 dientes, como Valverde, un tamaño que hace solo un par de años asustaba pero que ahora parece lo más normal, hasta para no especialistas, ha corrido una gran contrarreloj, como corresponde a un ganador del Tour con casi ocho minutos de ventaja sobre el segundo (solo Ullrich a Virenque en el 97 y Fignon a Hinault en el 84 ganaron el Tour con más diferencia en los últimos 30 años), pero no la ha ganado. Ha quedado cuarto, por detrás de los grandes culones especialistas (Martin, Dumoulin y Barta) que esperaban este día sobreviviendo en las montañas como podían, y por delante de quienes peleaban por los puestos de honor a sus pies, Van Garderen, Peraud y compañía. Y lo ha hecho con un tiempo casi dos minutos más lento que las previsiones, lo que también, visto así, es otro mensaje de esperanza: en el ciclismo humano se puede prever casi todo, pero no todo. Y, además, estos pequeños detalles, no enturbiaron las ganas de celebrar ni de la familia Vinokúrov, que cambió el vino por vodka, ni de la gente de Nibali, que siguieron con la cerveza. Y Nibali, que no será un revolucionario del ciclismo, cuando le preguntaron si corría limpio, solo respondió al periodista: "Si quieres te cuento mi vida, mis sacrificios, cómo dejé Sicilia a los 15 años y a mi familia... Quizás así puedas entender algo".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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