“Luchando, las soluciones llegan”
Agotado por un partido de tres horas y media, Nadal destaca la dureza del duelo
Al final, a Novak Djokovic no le quedó otra cosa que decir lo que ya dijo una vez Roger Federer, igual que él con los ojos llenos de lágrimas, igual que él tras perder una final de un torneo del Grand Slam contra Rafael Nadal, e igual que él incapaz de digerir que la Copa se hubiera quedado tan cerca y al mismo tiempo tan lejos: “Quizás si fuera zurdo...”.
El zurdo, que es el mallorquín, y que en esa condición tiene una ventaja competitiva porque ataca con su golpe más fuerte (drive) el más débil del contrario (revés), levantó los brazos también entre lágrimas, desbordado por los sentimientos.
“Esta es la pista en la que he sentido más emociones. Es inolvidable”, acertó a decir el campeón de 14 grandes mientras desde la grada le observaban su familia y sus amigos, como Carlos Moyà, ex número uno del mundo, y Francis Roig, su segundo técnico. “Habéis estado increíbles conmigo estos días y me habéis ayudado a ganar este noveno trofeo de Roland Garros. Esto es increíble”, añadió el español mientras a su lado, reducido a la simple condición de gran tenista retirado, aplaudía tras entregarle la Copa de campeón Bjorn Borg, el hombre de hielo, uno que ganó seis veces en París, que solo fue derrotado dos veces y creyó asegurarse la eternidad como el mejor jugador que nunca había pisado la tierra.
“Ha sido un día muy duro, con calor, húmedo, combinado con dos semanas de frío. Ese cambio drástico nos afectó a los dos. Después de set y medio, estábamos un poco cansados. Fue muy importante ganar el segundo set por eso. Sin él, no sé si tendría este trofeo aquí”, añadió el número uno antes de abandonar momentáneamente la rueda de prensa, para hablar con el doctor Cotorro. “Novak es el rival más duro. He conseguido romper la racha de cuatro derrotas con él jugando valiente, con decisión”, argumentó el español tras tres horas y media de partido. “Dentro de lo cansado que he estado en muchos momentos, cuando he podido tocar bien la pelota, ha sido una bola de gran calidad. Es la final en la que más he sufrido de todas aquí, hubo momentos en los que me sentí muy vacío”, reconoció. “Estaba realmente mal físicamente. Luchando, las soluciones llegan. La ilusión, la motivación, las ganas de ganar me han mantenido en la pista con la mentalidad de querer aguantar, de saber sufrir y suplir los momentos malos físicos con tiros tenísticos de muy alto nivel”, cerró el ganador, que ahora viajará a Halle (Alemania) para atacar la temporada de hierba, que en 15 días vivirá el clímax de Wimbledon.
Djokovic se quedó por segunda vez a un partido de completar la conquista de los cuatro grandes (Australia, París, Wimbledon y EEUU), lo que le habría abierto las exclusivas puertas de un club en el que solo hay siete tenistas (Don Budge, Fred Perry, Rod Laver, Roy Emerson, Andre Agassi, Roger Federer y Nadal). Para él, en consecuencia, la decepción fue doble, porque este de París es un objetivo largamente perseguido a sus 27 años.
Rafa fue mejor en los momentos cruciales. Es decepcionante Novak Djokovic
“Rafa fue el mejor jugador en los momentos cruciales”, concedió el campeón de seis grandes. “Es decepcionante, pero la vida sigue”, prosiguió con el gesto serio y las prisas que suelen acompañar a las derrotas dolorosas. “Soy un jugador emotivo, veo la pista como una arena, y la piso para pelear, para intentar ganar, para demostrar lo que siento..., pero desafortunadamente no funcionó esta vez”, fotografió.
“No es imposible, pero sí es muy difícil mantenerte con Rafa en el partido en esta pista”, explicó sobre la Chatrier, que con sus profundos fondos permite al español recuperar una y mil pelotas que parecían ya perdidas. “Es normal tener subidas y bajadas en el nivel de juego”, explicó sobre sus 49 errores no forzados por los 38 del español. “No conseguí sacar a relucir mi mejor juego cuando más importaba, al final del cuarto set”.
En los momentos decisivos, la grada se volcó con su campeón —”Creo que saben apreciar mi pasión por el tenis y el torneo”, dijo el español—. Nada que ver con los partidos que Nadal disputó en París contra el francófono Roger Federer, o con los ánimos con los que el público impulsó al sueco Robin Soderling hasta la primera y única derrota del español en su reino (octavos de 2009).
“Fue una gran cosa para él”, ironizó Djokovic, que sabe que el público parisino, siempre tan detallista, no le perdonó durante el encuentro sus aspavientos, sus protestas al juez de silla y, sobre todo, que tirara una raqueta contra el albero. “Yo intenté centrarme en mis seguidores. Había muchas emociones. Mucha tensión. Se podía sentir en el aire. No puedo acusar a nadie [de preferir a Nadal]”, se lamentó tras cerrar el encuentro con una doble falta en la que le molestaron los gritos del público.
No hubo heridas abiertas para siempre. Al final del duelo, dirimido ya el título, Djokovic, “Djoko” que le dicen en Francia, se llevó una ovación, que gastó muchos más minutos que los protocolarios. La gente sabe cuánto importa este trofeo en la carrera del serbio, cuánto pesa en el lugar que ocupará en la historia cuando cuelgue su raqueta, y lo mucho que ha invertido en conseguirlo. No podrá celebrarlo en 2014. Por novena vez en 10 años, el trofeo viajó a Mallorca. Como dijo Nole: “Si yo fuera zurdo...”.
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