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FINAL DE LA LIGA DE CAMPEONES | MADRID - ATLÉTICO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La Décima pertenece a Ramos

La cabeza del andaluz ha aparecido de forma solemne en los partidos más decisivos del curso

Ramon Besa
Ramos levanta la Copa con Ancelotti.
Ramos levanta la Copa con Ancelotti.FRANCISCO LEONG (AFP)

La Copa de Europa se rindió a la nostalgia de Lisboa. El Madrid de Florentino evocó al Madrid de Bernabéu y el Atlético de Simeone tuvo la misma desdicha que el Atlético de Luis. La final tuvo más épica que fútbol y fue más propicia para los centrales que para los delanteros, más que nada porque se concentró en el banderín de córner, el punto preciso para centrar al área y buscar los cabezazos de Godín y de Sergio Ramos. Ningún jugador ha peleado más por la Champions que Ramos. La cabeza del andaluz ha aparecido de forma solemne en los partidos más decisivos frente a los mejores arqueros: no pudo Neuer con Ramos ni tampoco Courtois cuando el Atlético ya cantaba victoria, presa de nuevo de la fatalidad, igual que ocurrió en Bruselas en 1974 cuando al final, ya sin tiempo, Schwarzenbeck abatió a Reina.

Batido Courtois, se desplomó el Atlético, desmoralizado y desvencijado, penalizado en el tramo final por el error de Simeone, que alineó de salida a Diego Costa, retirado de nuevo nada más empezar el encuentro, igual que ya pasó en el Camp Nou, No escarmentó Simeone y en cambio se supo corregir el siempre paciente Ancelotti. Apareció entonces en la prórroga la cabeza de Bale para hacer feliz a Florentino y al final remataron la victoria Marcelo y Cristiano Ronaldo, eufórico y hasta cierto punto pasado de revoluciones, igual que Simeone, que entró a la cancha a por el antideportivo Varane. Cuatro jugadores de épocas distintas devolvieron al Madrid a la cumbre de Europa 12 años después de su éxito en Glasgow.

El conjunto rojiblanco fue penalizado por el error de Simeone, que alineó de salida a Diego Costa

Al Madrid le costó mucho alcanzar Lisboa después de su estruendosa victoria en Múnich. Aquel triunfo se interpretó como la obra cumbre del equipo de Ancelotti por derrocar al campeón continental y también a Guardiola, el excelente técnico del Barcelona que conquistó el Bernabéu. No es que la goleada en el Allianz Arena llegara a destiempo para el Madrid, sino que convirtió cualquier partido posterior en una cita corriente o un encuentro de más, también la final contra el Atlético. La gestión de la victoria en cancha alemana ha sido muy complicada para Ancelotti. Las lesiones y la sanción de Xabi Alonso condicionaron tanto como la presión la cita de Da Luz: no se recuperó Pepe y prefirió la experiencia de Khedira antes que al novel Illarra en una decisión muy conservadora, propia de un técnico experto en disputar finales, doble ganador como jugador y como entrenador de la Champions.

Iba a esperar el Madrid, dispuesto a que el partido se convirtiera en un ejercicio de tranquilidad y también de máxima tensión pscicológica, confiado en sus galones y en el carácter decisivo de sus delanteros, especialmente Cristiano Ronaldo. Jugó al error mucho tiempo sin grandeza, demasiado especulativo y selectivo, y se equivocó para empezar en las dos áreas: no atinó a definir Bale después de interceptar un pase de Tiago y por el contrario concedió el gol en un carrusel de fallos a la salida de un córner: se enganchó Modric, Khedira perdió el salto con Godín y Casillas se quedó a media salida, sorprendentemente errático: 0-1.

Abatido, se corrigió con los cambios de Marcelo e Isco y se fue a por el encuentro con arrebato, como el mejor Madrid. Tuvo buenos momentos, sobre todo por la capacidad de asociarse de Isco, Modric y Benzema, y enfocó a Courtois con el gatillo de Bale y el puñal de Di María. El Atlético, sin embargo, es un excelente equipo en el arte de la defensa, incluso en los días más exigentes, como anoche en que tenía enfrente a los cañones del Madrid. No hay remedio en cualquier caso para la bravura de Sergio Ramos, dispuesto a competir con Godín y Miranda, con la cabeza del uruguayo y del brasileño, con los goles memorables, aquellos que dan títulos, y al central blanco le faltaba la Champions. No paró hasta levantarla en Da Luz.

Aunque malgastó un cambio de mala manera, el equipo de Simeone tomó más o menos el mando del partido por la presión de sus medios

Jugó algo más liberado y divertido el Atlético, sin ser la reencarnación de aquel valiente Celtic de Glasgow que ganó la final del 25 de mayo de 1967 después de derrotar al Inter de Helenio Herrera. Los once escoceses que alineó Jock Stein fueron aclamados como los leones de Lisboa. Aquella Copa de Europa, la primera que ganaba un equipo británico, fue un punto de referencia para el Atlético. La alegría rojiblanca tuvo, sin embargo, un punto de temeridad con la alineación de Diego Costa, sustituido después que dimitiera en la disputa de una pelota en el área del Madrid, como si tuviera miedo, limitado por una lesión que no acaba de curar como la de Cristiano Ronaldo.

Aunque malgastó un cambio de mala manera, el equipo de Simeone tomó más o menos el mando del partido por la presión de sus medios, superiores al duo Khedira-Modric, por más que el partido no rompiera a favor de ninguno de los dos finalistas, excesivamente acelerados e imprecisos, esclavos de la táctica, más pendiente en cualquier caso el Madrid del Atlético. El gol delató las dudas madridistas reflejadas en la alineación. No cuadró el once Ancelotti y por el contrario Gabi matuvo el orden en el Atlético con y sin Diego Costa. Tenían el partido los rojiblancos en su regazo, seguros con sus centrales y su portero, por más que no se rindiera el Madrid, que iba y venía sin parar, menos galáctico que nunca y, sin embargo, nada conformista, entregado a la furia del jabato Ramos. Nadie pudo impedir el salto excelso y heroico del central cuando el partido ya expiraba: 1-1.

El empate señaló entonces a Simeone. El Atlético llegó derrengado a la prórroga, sin poder tomar aire ni tener relevos, lastrado por el cambio inicial de Diego Costa, en manos del Madrid, que no perdonó ni una hasta alcanzar una goleada que le daba la Décima. La genética le pudo al momento de forma del Atlético dirigido por un líder religioso de nombre Simeone. Ha sido la Champions del coloso Ramos.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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