El derbi del campeonato
Madrid y Atlético se juegan medio título en su duelo liguero con más trascendencia en 22 años
La inesperada resistencia del Atlético ha hecho posible un espectáculo inaudito desde el 16 de mayo de 1992. Aquel día se disputó el último derbi con valor de campeonato, decidido a favor de los blancos en la trigesimoquinta jornada (3-2). Hoy, 22 años después, se repite un partido de consecuencias similares entre los dos grandes rivales madrileños, que llegados a marzo están separados por apenas tres puntos en la Liga.
La situación es inusual en una Liga progresivamente bipolar desde 2004. El modelo de reparto de los derechos televisivos enriqueció espectacularmente al Madrid y al Barcelona en la misma medida en que orilló a los demás clubes, alejándolos de la lucha por el título. Las plantillas que el Madrid y el Atlético enfrentaron en 1992 eran desiguales pero no tanto. La actual nómina de futbolistas rojiblancos no costó al club más de 90 millones de euros. El plantel del Madrid que esta tarde visitará el Calderón ronda los 600 millones. Lo recuerda Diego Simeone cada vez que puede —sin mencionar las cifras— porque la desproporción engrandece los méritos de su equipo. No le falta razón. El factor sorpresa no corresponde al Madrid, siempre candidato, juegue bien o mal.
La gran incógnita que alimenta las tertulias de aficionados no estriba en si el Madrid llegará o no llegará al final de temporada con opciones de dar el zarpazo. La cuestión que enciende los debates desde hace meses apunta al Manzanares. ¿Hasta cuándo aguantará el Atlético sin dejarse arrastrar por la inercia, por la corriente en contra, por los desequilibrios de fuerza, por la falta de jerarquía comparada en el fondo de su banquillo?
El entusiasmo y la organización han mantenido al Atlético firmemente aferrado a la carrera hasta hace un mes. Hasta que el 5 de febrero visitó el Bernabéu para disputar las semifinales de Copa. La derrota (3-0) le dejó aturdido. Repentinamente paralizado por dudas que calaban en todos los ámbitos del equipo. Desde la disposición táctica, con o sin Diego Ribas en la media punta, hasta la fe en las propias capacidades. Las derrotas en Almería y Pamplona ahondaron en la perplejidad. El Atlético hizo crisis y la respuesta de Simeone hace pensar en un retorno a las fórmulas que cimentaron el juego del equipo en 2013. A ese 4-4-2, a esa garra, a esa paciencia para elegir el momento oportuno del despliegue y el contragolpe. Sin Sosa, sin Diego, sin Villa y sin Raúl García. El Cholo parece volverse sobre la vieja guardia en busca de certezas. A la hora de decidir si el equipo se cae o se mantiene, el protagonismo será de Gabi, de Koke, o de Diego Costa.
El punta del Atlético, recientemente convocado con España, suma 21 goles y compite directamente con Cristiano por la cabeza de la clasificación del pichichi. Cristiano le adelanta con 22 tantos y da la impresión de avecinarse al Calderón con el apetito desatado después de su paso por Alemania en la Champions.
Si el Atlético se encuentra ante la que probablemente sea la última oportunidad de disipar sus incertidumbres, el Madrid afronta la primera ocasión de confirmar a lo grande sus inagotables perspectivas de éxito. El entrenador, Carlo Ancelotti, se pronunció con comedimiento, como quien esconde las cartas. Pero a nadie se le escapa la euforia que desprende el madridismo y el optimismo que emana del club. Después de asegurar la final de Copa, un triunfo en el Calderón garantizaría media Liga, liberando la imaginación de los seguidores, pendientes del triplete. Liga, Copa y Champions. Lo nunca visto en más de un siglo de historia. Un hito descomunal que comienza por jugar un derbi.
“La temporada es muy larga”, dijo Ancelotti, evasivo. “Es un partido muy importante. Poner al Atlético a seis puntos significa que el partido es muy importante, pero nada es decisivo en este momento”.
Ancelotti templa los nervios de la parcialidad madridista y resta presión a sus jugadores porque sabe que van bien sin estímulos añadidos.
El vestuario del Madrid refleja con exactitud las grandes expectativas que alientan a la hinchada. Los jugadores también fantasean con el triplete. Hablan de la décima. Perciben que el equipo ha alcanzado un grado óptimo de funcionamiento y se sienten capaces de ganarlo todo. Incluso los más cautos se ven favoritos cada vez que reciben las alentadoras noticias que provienen del Manzanares y el Camp Nou: unos se rinden porque es ley natural, los otros porque Messi anda rebelde. Hoy, en el Manzanares, contrastarán las apreciaciones con la realidad.
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